El imperio puede prescindir de su arsenal de guerra para atacar a Venezuela y está convencido. Lo pensará mucho para un Golpe de Estado con actores torpes, cegados por la dimensión del botín, el complejo de poder y la sed de venganza para con los pobres. Sí, estimados lectores, la mayor arma del Imperio es “el lenguaje chavista”.
Con “lenguaje chavista” también irán por Usted, Señor Presidente. Es un asunto de tiempo. Ese deshonor que es el PSUV no educa ni forma cuadros y los que existen tienen prohibida la entrada al Gobierno. Cuántas veces se le pidió una palabra de aliento para Eduardo Samán, a ver si alguien del Proceso en el Poder le permitía trabajar y luchar por el socialismo, y Usted ni pendiente, como si el Camarada fuera un delincuente político, como si no tuviera familia ni amigos; y en lugar de un saludo, un reconocimiento a su incansable militancia, se molestaba con la Corriente Radical, dizque por divisionista, personalista y grupalista.
¿Qué le dijeron Presidente? ¿Qué sin Samán en el Gobierno la Asamblea Nacional continuaría Roja-Rojita? ¿Hasta dónde lo convenció la ideología reformista y suicida (en un Proceso Revolucionario) del “mal necesario”? ¿No era de la misma manera de cómo llamaban a Lina Ron y a los Grupos de Izquierda del 23 de Enero?, Fíjese, no hubo olvido: ni vetándolo en el inútil “Sistema Nacional de Medios Públicos”, ni desmantelando al Ministerio de Comercio, ni quitándole el nombre a las Areperas Socialistas, ni con el miserable “Yo lo quiero mucho, pero se ha vuelto muy radical” cada vez que se ofrecía a trabajar o contribuir en algo.
Ahora que Samán muestra un firme y admirable orgullo de ser botado, su silencio Señor Presidente, no me deja vivir.
¡No puedo comer! En el arroz me espanta una gusanera cogollérica y cooptados trozos de pollo. Si prescindo del arroz, la pasta es peor pues me ahoga el enredo y es como vomitar y vomitar Daríos y Navarros.
¡No puedo ir al baño! Y esto en verdad si es doloroso. Pues una terrible asociación inconsciente de caca y pipí con los culpables directos del despido de Samán me contrae los esfínteres. Mi salvación, ha concluido el brujo más arrecho de la Patria, es acercarme a la fuente del trauma: alguna poceta en el PSUV o en Miraflores.
¡No puedo dormir! Sueño que camino por una alfombra de lenguas cortadas y me da terror tropezarme con la suya.
¿Entonces Presidente? ¡Por Usted espera la Venezuela digna y decente!