Ya definida la fecha del 7 de octubre del año 2012 para la elección presidencial en nuestro país, es necesario mirar fijo sobre el escenario y tomar la brújula para precisar el manejo claro y contundente de las variables fundamentales que nos permitirán seguir el proceso electoral. En mi caso particular como politólogo ya comienzo a delinear o inventariar esas estrategias metodológicas que me permitan ver, analizar y evaluar el comportamiento político de los actores de la contienda, ya sean como líderes individuales o estructuras partidistas.
Una de las primeras cuestiones a saber es que cuando se le pide al electorado que evalúe al líder, al partido, al gobierno o a la oposición, normalmente las simpatías se inclinan por lo personal (le agrada el candidato/partido/gobierno/oposición), por la filiación partidista, por la ayuda recibida o la esperanza futura en recibirla. Esas percepciones están entre las que influyen en la decisión final del elector o votante; sin embargo, encontramos que más allá de ello también hay cuestiones claves que deben considerarse como es la economía del país, la cultura política, el manejo de problemas como la seguridad, visión de la política y los políticos, evaluación del gobierno, el rumbo y el proyecto de país. Precisamente, lo que se trata es de ver por separado cada uno de estos fondos y a partir de allí comenzar a vislumbrar posibles escenarios.
En ese sentido, advierto desde ya que el caso de nuestro país se muestra interesante porque las elecciones del 7 de octubre del año 2012, están marcadas profundamente por dos discursos, dos proyectos y dos visiones de país, antagónicas por naturaleza; de allí que debemos manejarnos bien para no pecar de optimistas visionarios o pesimistas frustrados.
Si hablamos de discursos, encontramos que el opositor utiliza un lenguaje amañado, engañoso y de poca monta, haciéndole creer a sus partidarios que su triunfo en inminente; sin embargo, allí no hay argumento de peso, sino algunos productos de las meras fantasías mazamorreras y otros del delirium tremens. En cambio, el discurso del gobierno revolucionario habla de la necesidad de seguir propiciando las contradicciones para generar las transformaciones en el sistema político y donde se plantea el triunfo-continuidad como posibilidad cierta. Como vemos, pareciera que falta seriedad y argumentos por parte de la oposición a la hora de justificar el supuesto triunfo.
Igualmente, en lo que tiene que ver con el proyecto y la visión de país, los opositores escuálidos se esconden bajo el mantel lleno de migajas de la MUD, donde se negocian las candidaturas, tal como se conoció hace unos días a través de un video donde se negocia la candidatura de un fulano hasta por 200 y 300 mil bolívares fuertes. Tenemos entonces que la MUD es una farsa, un guarda las apariencias, donde reina el pesimismo sobre su futuro político de los integrantes.
Los opositores escuálidos saben que la situación se les plantea difícil, cuesta arriba, porque la evaluación al gobierno de Hugo Chávez arroja resultados positivos y las encuetas hablan solas y en perspectivas sobre la intención del voto en el 2012. Ellos lo saben y de allí su desespero.
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