Por primera vez en la Historia hay una rebelión planetaria, ecuménica, por igual iracunda y risueña, es decir, lúcida, y sin liderazgo reseñable.
Es la misma revuelta porque responde dialécticamente a una globalización uniforme. El thatcherismo es la misma operación en todas partes: desregular todo para subordinar todo a las bancas de casino, que a su vez alimentan el monstruo guerrero que las protege y les sirve de ariete tan bandolero como inepto.
Todo esto exige privatizar los botines y socializar las ruinas. Los bancos juegan en el garito hasta el crack y para pagar sus deudas de juego hay que fruncir escuelas, hospitales y todo lo que favorezca a la tribu. Como una madre aturdida que desparramase su sueldo en un bingo, pidiese prestado y entonces impusiese una puritana austeridad a su domicilio para saldar sus deudas relancinas. Abrevio y por tanto simplifico, porque la cosa es más enroscada.
Pero ahora hay un nuevo vector político: el apremio popular para que cese ese camino infinito hacia la derecha que desde el supply side galopa histérico hacia la dictadura del capital, con abolición atropellada de todo derecho ciudadano, sin contrapeso, hasta que dijo basta la gran humanidad.
Es una ventaja no tener jefe porque no hay a quien corromper, debilitar o asesinar, como en tantas revoluciones estropeadas.
Es una desventaja no tener jefe porque no es fácil concertar y acelerar los pasos. La rebeldía tiende a desmovilizarse si no ve resultados urgentes. Digo tiende, no que es fatal.
Una revolución, si es verdadera, es impredecible. Nunca es como el viejo chiste del joven que anunció: «Me voy a la Guerra de los Treinta Años». Pero sí se pueden prever perfiles prerrevolucionarios: intensificación del forcejeo social, con vecindario desheredado, sans-culotterie que toma la Bastilla o el Palacio de Invierno.
Para Venezuela lo que pasa en las metrópolis es un déjá vu del Caracazo. La indignación de entonces actuó distinto. De cada quien según su crisis y a cada quien según su rumbo. Aunque sería bonito que comulgase esta vez la entera humanidad.
Es posible aunque no previsible, así que habrá que ir analizando paso por paso para mejor forcejear con este Imperio delirante.
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