“Estoy arrecho”, me espetó mi amigo. ¿Qué te pasa? ¿Estás molesto con Chávez? Me miro con dureza ¿con Chávez? Por supuesto que no sino con los franchutes ¿Por qué? Eso de acusar a Ilich Ramírez de terrorista es un acusación muy sería buscando desviar el carácter de combatiente internacional de “Carlos” con las nuevas –quizás no tan nuevas- tesis del 11-S. Fíjate, me dijo, ese gocho decidió combatir por los Derechos Humanos de un pueblo milenario como el palestino en momentos cuando la situación objetiva y real de los combatientes palestinos era de obligada lucha cotidiana por hacerse reconocer como pueblo, como nación con un espacio geográfico definido desde tiempos inmemorables. Con la acusación que el gobierno francés ordena emitirle a Carlos de terrorista se dan dos lecturas: la de descalificar la lucha de los pueblos por sus Derechos Humanos y esconder el carácter imperialista en decadencia de un imperio que nunca fue como el francés; si recordamos algo de Historia, los ingleses le dieron una paliza a los “frogs” en la India; en Argelia, donde cometieron las violaciones contra el pueblo argelino solo comparable a las matanzas de Hitler, Franco, Pinochet, Somoza, solo por mencionarte algunas “joyitas”; fueron derrotados aún con aquellos actos violentos a los que se hubieron obligados los argelinos en suelo franco. Por último, como uno otro ejemplo, Dien Bien Fu, cuando los vietnamitas les abrieron las puertas de regreso a París.
Sin mencionarle comentario alguno a su argumentación, ella si me retrotrajo a la memoria de aquel viaje que realicé, por tren, desde París hasta Hendaya, puerta de entrada al País Vasco, con aquel viejo vasco republicano que había luchado contra Franco en la Guerra Civil española, quien se había incorporado a la Legión Extranjera francesa, quien durante la larga noche de travesía me narró las violentas “acciones legionarias” en Vietnam y Argelia. Toda una joya de la locura del imperialismo como concepto imperial. Como vi que no se calmaba, traté de cambiarle el tercio.
Por cierto, le comenté, estuve en el aquelarre que organizó Soto Rojas con motivo de la presentación de las historias orales sobre las realidades guerrilleras publicados por el IPASME; acto, por cierto, muy emotivo. Si, me respondió, muy emotivo; también estuve con unos camaradas, expresó como buen ñángara. Y ¿tu, con quien compartiste? Por rarezas del destino y casualidades de las circunstancias, le respondí, me tropecé con el “poetica Acevedo” ¡No puede ser! ¿Cómo lo vistes? Igualito que siempre, hecho el pendejo, pero es así, no tiene remedio. Conversamos algunas pendejadas y como buen llanero, salió por la izquierda y se perdió.
Coño, Miguel, ver a tanta gente, tan motivada, con tanta experiencia porque no es lo mismo la montaña que la ciudad, son diferencias tangibles, con tantas ganas de trabajar, participar, ser parte de esta novedosa Revolución, conceptualmente, tan diferente a nuestras praxis, a aquellas visiones teórico-practicas de la 3ra Internacional ¿qué pasa, porqué de tantas contradicciones? ¿Es que lo generacional es una carga tan difícil de “cargar” o es qué no nos estamos comprendiendo; será que no estamos dialogando con las palabras y los conceptos precisos; será que se está desarrollando una praxis equivocada en ambos sub-conjuntos revolucionarios porque reconocerás que somos tan revolucionarios como el que más?
La verdad, amigo y amiga, lector, se me pusieron los pelos de punta; lo que mi amigo estaba expresando no solo eran palabras sino sentimientos, visiones en experiencias dramáticas que, según me pareció percibir, consideraba que no eran respetadas por estos muchachones revolucionarios que día a día dan todo de si para que se construya cada etapa revolucionaria. Pensé en pregunta ¿dónde está la falla? ¿No han logrado ciertos cuadros actuales entender a esos cuadros revolucionarios que dieron lo mejor de sí por un mundo en utopía? ¿Dónde estamos, realmente, parados cuando se trata de incorporar la experiencia revolucionaria en el actual escenario internacional con verdadera incidencia en lo nacional cuando percibimos que el Imperio no está ni dormido ni derrotado; cuando esa experiencia objetiva revolucionaria no es compartida en cotidianidad, en sus lógicos ambientes, con sus objetivas experiencias, con sus reales conocimientos y picardías que da eso que llamamos “la vida”? Como lo vi entre alegre y algo “depre”, le comenté que había conversado con Henry Antonio quien me había comentado sobre esa actividad, como dicen ustedes los ñángaras, de recorrer el país dando conferencias sobre la insurgencia y contra-insurgencia, al menos fue lo que le entendí, que apoya, decididamente, el Centro Nacional de Historia. Me miró con ojos aguados y me dijo: “ustedes, los historiadores, sí están organizados y el Comandante les echa un hombro”.
Seguimos conversando
tomando un café chavista en la plaza Bolívar comentando esa
frase que expresó José Vicente Rangel en su programa dominical: “…justicia
sin venganza, memoria sin odio…” cuando se refería a los juicios
y condenas de los represores argentinos. Me miró fijamente, bajo la
mirada con un gesto de duda, volvió a subirla y me dijo: “espero
que sigamos el ejemplo”.