El nuevo mausoleo, cuya construcción encomendó el presidente Hugo Chávez a la Oficina de Proyectos Especiales de la Presidencia de la República, se erige exactamente detrás de la antigua iglesia de la Santísima Trinidad, construida en 1744, destruida por el terremoto de 1812 y transformada en Panteón Nacional por el presidente Antonio Guzmán Blanco, en 1875. Allí reposan los restos de 140 hombres y mujeres, algunos de hueso y polvo; otros, simbólicos, muchos de ellos dignos de homenaje por sus contribuciones a la patria, algunos coleados e, incluso, unos desconocidos sobre los cuales no existe más información que sus nombres.
El proyecto en desarrollo para honrar a Bolívar con la dignidad que se ganó el más grande hombre de América contempla una conexión física entre la nueva y la vieja estructura. Por eso, los trabajos incluyen una intervención en el altar mayor de la antigua iglesia, el sitio donde hasta ahora ha estado ubicado el sarcófago del Padre de la Patria.
Uno puede imaginar la emoción que han de sentir los arquitectos, ingenieros y obreros seleccionados para esta obra. El privilegio histórico que tienen, y la altísima responsabilidad colocada en sus manos, ha de ser motivo de mayúsculo orgullo.
Mayúscula fue también la sorpresa que ellos se llevaron cuando, al avanzar en una excavación en el altar mayor, necesaria para hacer la conexión entre las dos edificaciones, los obreros se toparon con un ataúd enterrado debajo de la losa, donde ha reposado el sarcófago de Bolívar desde 1876. Previamente, éste había sido movido hacia la nave central de la iglesia, para evitar riesgos durante los trabajos.
¿Otro ataúd? ¿Justo debajo del de Bolívar? Pues sí. El hallazgo fue reportado de inmediato a los responsables de la obra e, imagino, al más alto nivel. En las primeras de cambio se pensó que la urna podía corresponder a Juan Domingo del Sacramento Infante, el albañil que con sus manos levantó la iglesia de la Santísima Trinidad, enterrado en ese templo desde 1780, tres años antes de que Doña Concepción Palacios diera a luz al pequeño Simón. Pero la tesis choca con un dato: el ataúd tiene características modernas; por ejemplo: tornillos metálicos que corresponden a una época muy reciente, es decir, bastante posterior a la muerte de Bolívar, en 1830, y a su traída a Venezuela, en 1876.
Según la información pública disponible, además de Bolívar y el albañil Infante, en el área del altar mayor reposan los restos de Diego Ibarra, Antonio Leocadio Guzmán, Daniel Florencio O’Leary, Diego Ibarra, José Rafael Revenga y Simón Rodríguez, maestro de El Libertador. De ellos, Rodríguez y Revenga son los de más reciente inhumación: el primero, en 1954; y el segundo, en 1969. El resto de los 140 próceres e ilustres están ubicados en la nave central, la nave izquierda y la nave derecha.
Con el ataúd, según contó una fuente emocionada, fue hallado también un recipiente que contendría algunos documentos. El manejo y estudio quedó en manos del Instituto de Patrimonio Cultural y el CICPC, que envió una comisión a inspeccionar el hallazgo, según la misma fuente, que prefirió el anonimato.
¿Quién será ese ciudadano que estuvo reposando tanto tiempo debajo del cuerpo de Bolívar?
Pronto lo sabremos.
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