En nuestro país desde que nacemos, con nuestros primeros alimentos, cuando nos colocan los primeros pañales, se nos da un tetero de viveza criolla para que no salgamos defectuosos, porque hay la creencia de que no hay peor falla que ser "quedado" o más bien "pendejo", que podría definirse como ser lento en reaccionar frente a las situaciones de la vida. Los familiares comparan a los chamos según su grado de viveza y lo hacen delante de ellos mismos. "Avíspate" le dicen, tienes que ser como fulano, ese si es pila. No te "achantes". Incluso se podría afirmar que hay una mayor preocupación porque haya viveza circulando en nuestras venas, que por inyectar valores como la honestidad, la responsabilidad, la bondad, la generosidad, la educación. Quizás no sea esa la intención, pero el efecto puede ser contraproducente, ya que se desarrollan antivalores que afectan la vida diaria de nuestras sociedades. Imagínense si a usted le inyectan una fuerte dosis de viveza criolla antes de salir a la calle cada mañana. ¿Qué puede ocurrir?
Estos conceptos forman parte de nuestra idiosincracia y están tan profundamente arraigados que cuesta mucho cambiarlos. Si eres muy honesto, responsable, puntual, solidario, te tildan de quedado. En la vida pública buscan a los vivos, a los avispados, porque piensan que son más eficientes. Son rápidos. Son dinámicos. Hay toda una serie de mitos que convierten al vivo en el ser exitoso, el que no pierde una en la batalla de la vida, el que arrolla en los caminos vitales.
Pero ¿cuánto de verdad hay en este relato? ¿o es sólo una leyenda urbana?
El vivo no puede ser el más eficiente y diligente, ya que generalmente es el quiere ganar más trabajando menos, el que quiere ascender más rápido con el menor esfuerzo, el que aparenta que se esfuerza pero no lo hace en realidad, el que elude las responsabilidades, transfiriéndoselas a otro, y se las ingenia para estar cuando van a tomar la foto para aparecer sonriente al lado de los superiores. El vivo puede caer en tentaciones, por su afán de escalar posiciones aceleradamente, no tiene la paciencia para esperar luego de muchos años a recibir prestaciones y una pensión de jubilación. Su afán de lucro, tarde o temprano, lo lleva a traicionar a los que lo han colocado en el puesto que ocupa inmerecidamente, o a abandonar las ideas que decía profesar.
Su curriculum es de viveza tras viveza, lo que demuestra su capacidad de aparentar lo que no es. A lo mejor hasta tiene varias maestrías, hechas con el sudor de la frente de otros.
Sin embargo, se sigue repitiendo el error de preferir al que reúne estos rasgos de viveza, que al que realmente merece ocupar ese espacio, pero ha estado enclaustrado estudiando, investigando y preparándose. Como el sistema no tiene método de reclutamiento de los mejores, y éstos no andan publicitándose a diestra y siniestra, el camino queda abierto para los vivos, los que saben cómo es la “movida” y con quien hay que retratarse para ganarse el "cambur". Mientras esto ocurre, el ente público se va nutriendo con esta clase de espécimen, que en su mayoría dejan mucho que desear y tienen pocos deseos de esforzarse en la ejecución de su labor.
El problema planteado debe dársele la relevancia que tiene, porque incide en un desarrollo moral deficiente que afecta tanto la esfera pública como la privada.
Esa ausencia de ética provoca ineficiencia en la gestión pública, lo cual es mortal para el proceso de transformación que vivimos. No es extraño ver a un jefe quejándose de las fallas e ineficiencias. Ante lo que cabría preguntarse ¿Cómo ingresó ese personal? ¿Cómo fue su evaluación? Hagamos un examen de conciencia y respondamos con sinceridad y encontraremos las respuestas a muchas de las fallas detectadas en la eficiencia de los órganos públicos. ¿Realmente desapareció la "palanca" como la herramienta para ocupar los cargos? ¿Desapareció aquello del "póngame donde hay"?, o sigue persistiendo. Te ven como "bicho raro" cuando afirmas que aquí luchamos porque la gente ingrese por concurso y se revise rigurosamente las credenciales para garantizar su veracidad. ¿No hay una risita burlona y maliciosa cuando hablas en estos términos? Cambiar de mentalidad cuesta mucho, y puede hasta producir descontentos en aquellos reacios a cambiar sus malos hábitos. Sin embargo, no tratar de modificarlos implica seguir siendo un país repleto de "vivos", independientemente de su edad, sexo o clase social, adscripción partidista, que impiden que se desarrolle un país productivo, capaz de independizarse económica y políticamente, con una fortaleza para superar sus debilidades. Con tantos vivos “enchufados” lo que se genera son fallas de “electricidad” que oscurecen el camino de las transformaciones profundas. La "orden de los pendejos" ideada por Uslar Pietri para premiar a los que no meten su mano en la riqueza pública, a los que colocan la honestidad en la cúspide de sus valores, debiera ser la principal condecoración de un gobierno que se considera socialista y bolivariano.
* mfeolac@hotmail.com, mfeolac@yahoo.com.