Hasta tiempos de Caldera uno discrepó de la dirigencia de derecha. Pensaban de otros modos, defendían otros intereses y ya. Ni siquiera Caldera, un Golem creado por los jesuitas, era majunche. Uno tiene nostalgia por aquella retórica, un poco de modernismo fatigado en Jóvito, de quincallería verbal en Rómulo Betancourt (la metáfora es de Úslar Pietri), pero sabían mentir, tenían sindéresis, lecturas, estudios. Dos sobrevivientes de aquella escuela de la derecha son Henry Ramos Allup y Teodoro Petkoff. Pero ¿qué insuficiencia los hace cargar el maletín de Pablo Pérez y Manuel Rosales?
Porque, insisto, uno puede estar en desacuerdo con quien desaprueba. No siempre, claro: nunca tuve desacuerdos con Lusinchi o CAP porque nunca supe qué ideas tenían con que discrepar. Fue el comienzo del actual proceso de majunchización, que arrancó con CAP I, aquella francachela en que entró el país, que me hizo refugiarme en un exilio benigno, para estudiar y prepararme para tiempos mejores, como estos.
No hablo de honestidad, porque aquellos dirigentes no eran honrados, sino más bien traidores y asesinos. Pero no majunches. Lo que me abisma hoy es que sean tan encarnizadamente majunches. Una conjuga el verbo responsabilidad e infla cifras, entre ellas que diciembre tiene 33 días, para no hablar de sus desbarros tantos, como disfrazarse de india piel roja para congraciarse con unos amazónicos o hacerse autoatentados ineptos, para no decir…, bueno, majunches. Otro protagoniza un bochorno público en nombre de la Chinita, borracho, guapo y apoyado. Aquel hace cuñas patéticas. El menos majunche es Diego Arria y mira los ridículos que hace. No hablo de Pablo Medina porque no cultivo el melodrama. Es demasiado.
No consuela sino alarma que es fenómeno mundial. Ahí están los candidatos republicanos en los Estados Unidos, emulándose en imbecilidad e ignorancia, para no hablar de las orgías de sangre que prometen. Está de moda ser mentecato porque también países como Italia y Francia han estado presididos por unos malandrines de la peor facha. Ahí están los argumentos para las guerras, armas de destrucción masiva, masacres que nunca se comprueban en Libia y Siria, persecución de Ben Laden en Afganistán para luego matarlo, dicen ellos, en Paquistán. Una imbecilidad de mi colección es que no sé qué funcionario español de finanzas viene de Lehman Brothers, y menos mal que viene de allí, dicen los comentaristas en España y en Francia, porque eso significa que sabe lo que no hay que hacer. A esa miseria intelectual llegamos.
Así estará la indigencia cerebral de nuestra oposición que el presidente Chávez echa de menos a Eduardo Fernández.
¿Por qué? Porque nadie está pensando en que de verdad esos majunches van a gobernar. Estamos asistiendo a un proceso de involución de la democracia en que quien menos gobierna es la dirigencia política. Y quienes no son marionetas majunches son atacados de manera carnicera, a veces literalmente, voto a Gadafi. Campañas de difamación feroces y finalmente golpes y bombas. Se ha vuelto rutina.
Está en tus manos interrumpir esa rutina votando por quien ya sabes el 7 de octubre. Aunque si eres majunche no lo sabes.
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