Si las venezolanas y
venezolanos no entran en contacto con la lectura y la escritura y, por el
contrario, piensan que lo ideal, el gran placer es sentarse frente al huésped
alienante que es la televisión y nutrirse de las sandeces en colores y con
sonido que tienen al frente, lo que están haciendo con sus cerebros es someterlo a un envejecimiento prematuro,
es decir le están una cadena perpetua al pensamiento.
La lectura permite la reacción
en cadena de millones de neuronas, las cuales se mueven al compás del sentido
que tienen las palabras que vamos captando y combinando para así establecer la
necesaria relación que le de coherencia y entendimiento a lo que leemos.
Se dice con mucha facilidad,
tanta que ni nos damos cuenta que lo que se realiza en nuestro sistema cerebral
son complicadas operaciones que se llevan en los cachos al computador de más
alta tecnología.
Nos acostumbraron, en un
proceso de evolución que viene desde que estuvimos en el vientre de nuestras
madres, a que todo dentro de ese proceso de enseñanza aprendizaje, lo viéramos
con una gran naturalidad. De modo que cuando vamos caminando por las calles
–salvo que seamos algún curioso investigador- no nos detenemos a preguntarnos
sobre ese complicado proceso de coordinación que existe cuando acciona el
movimiento de nuestros ojos y el que hace nuestro cuerpo para poder
desplazarnos, a cualquier distancia, sin ocuparnos siquiera de ver para el
suelo o de voltear hacia uno u otro lado.
Se aprecia tan sencillo que
ignoramos toda la intrincada y compleja maquinaria que somos los seres humanos.
Actuamos, en consecuencia,
como si todo lo supiéramos y no es así.
Leer un libro permite
liberar el espíritu y alumbrar el alma de la gente. Cada vez que leemos dos o
tres páginas de un libro, no solo accedemos al conocimiento de nuevas palabras
y conceptos que no estaban en nuestras mentes, o sea, aprendemos más.
Con la telenovela, por
ejemplo, lo que hacemos es mantenernos en la rutina del mal ambiente de vida,
del grito, el acoso, la mentira, la farsa, la traición y las malas conductas
que no educan.