Poética y Política

Canto a mí misma y saludos a Julián Conrado

“Yo me celebro y yo me canto, y todo cuanto es mío también es tuyo,” dice Whitman y yo digo con él, y comparto contigo este día de la mujer como un día más para acompañarte en tu inexplicable secuestro; inexplicable, sin sentido, absurdo, además de ilegal y violatorio de los derechos de género humano, de raza humana, de especie humana. “Soy puerto para el bien y para el mal, hablo sin cuidarme de riesgos”, insiste Whitman.

Hoy, en este burguesísimo día de la mujer, que permanece secuestrada por la segregación política, orbitando sin acceso directo al poder patriarcal ruso, chino, cubano, norteamericano, venezolano, mundial: “Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás; me sirvieron, no las olvido;” y en consecuencia recuerdo que un siglo nos separa de los objetivos cumplidos por Clara Zetkin, y que llegó la hora de replantearnos críticamente qué es lo que debemos conmemorar después de que el sufragio fue conquistado por nuestras bisabuelas. ¿Qué celebramos cada 8 de marzo venezolano? ¿Las mujeres recluidas en los ghettos del horror carcelario? ¿La carencia de albergues, trabajo productivo, y estudio inmediato para las mujeres maltratadas? ¿La penalización del aborto? ¿La prohibición de matrimonio homosexual? ¿La buhonería femenina y sus consecuencias socioeconómicas? ¿La mendicidad y la locura con rostro de mujer, deambulando la opulencia burocrática? ¿La estúpida violación del artículo 137 del Código Civil y el uso potestativo del apellido del marido?

Qué tal si instituimos en revolución, un día nacional de la mujer y sus luchas contemporáneas, qué tal si lo conmemoramos los 1ro de noviembre en homenaje a Livia Gouverneur, estudiante, comunista, proletaria, antimperialista, asesinada en pleno auge del sufragio universal y secreto, a comienzos de la edad democrático burguesa criolla, a inicios del desarrollismo progresista adecopeyano.

Qué tal si nos dejamos de gazmoñerías feministas, condecoraciones, discursos proselitistas, fastos mediáticos oficialistas, y le entramos de frente a las fábricas y los comercios que sobreexplotan a sus obreras, que esclavizan la plusvalía, que ejercen el derecho de pernada, que hacen de la mujer materia prima para su ejército de reserva infrahumana.

Qué tal si decretamos (Evo ya lo hizo) que el 50% de todos los cargos públicos sea ejercido por mujeres. Qué tal si eliminamos de una vez por todas, en todas sus instancias, la patética institución Primera Dama, prohibimos su uso y su abuso eliminando privilegios espurios, funciones públicas, diplomáticas, administrativas, y prohibimos además la postulación al cargo del marido –o la esposa-,  al menos por un período, para curar a la República de nepotismos sobrevenidos.

¡Saludos Julián!, éste y todos los días de los hombres y las mujeres ¡uníos! del mundo.

kloriamelypz@hotmail.com



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Kloriamel Yépez Oliveros


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