El candidato de la MUD dijo públicamente una gran verdad, pero sólo desde el punto de vista de la teoría y no de la práctica: “La tierra es de todos”. Capriles Radonski, como millones de venezolanos y venezolanas, creen en Dios y, seguramente, siguen haciéndose eco de esa idea que Dios hizo al mundo (como fauna y flora) y también al hombre y la mujer (como género humano). Dice la Biblia, y eso lo cree la inmensa mayoría del pueblo venezolano, que los primeros habitantes del Edén (Tierra) fueron: Adán y Eva, hecha ésta de una costilla del primero, lo cual no la excluía de ser la primera propietaria (como Adán el primer propietario) de la Tierra con todo lo que ella implicaba: ríos, montañas, mares, frutos, minerales; en fin, de toda la fauna y de toda la flora. Que los animales salvajes eso no lo entendieran o no lo aceptaran, es otra cosa que escapa al raciocinio de los seres humanos y del propio Dios, que ha debido saberlo desde el principio por ser el creador del universo.
Si aceptamos como válido esa creencia que Dios hizo al mundo como al hombre y la mujer, y que Adán y Eva fueron sus primeros habitantes y los reproductores de la vida social, debemos llegar a la siguiente conclusión por un derecho natural de herencia: la tierra es propiedad de todos, como lo dice el candidato Capriles Radonski. Pero si llevamos la teoría o aplicamos la decisión de Dios en la práctica social, tendríamos el siguiente resultado: la tierra debería ser repartida, por partes iguales, entre más de siete mil quinientos millones de habitantes en su seno. Esta debería ser una gran verdad religiosa, pero no lo es.
Se dice que entre el dicho y el hecho hay un largo trecho. La propiedad de la inmensa mayoría de la tierra en poder de unos pocos en perjuicio de la inmensa mayoría de la población del mundo es la prueba más fehaciente de la infidelidad de los creyentes en relación con la doctrina de Dios. El dicho es que la tierra es de todos. El hecho es que la mayor parte de la tierra pertenece a unos pocos. Ahora, si aplicáramos rigurosamente el dicho religioso en el hecho más allá de las fronteras religiosas sin exclusión, tendríamos como resultado del derecho natural de herencia, lo siguiente: en primer lugar, los más beneficiados en el reparto de la tierra serían los campesinos, porque son los que más tienen hijos; en segundo lugar, serían los proletarios, porque luego de los primeros son los que más tienen hijos; en tercer lugar, los marginados, porque después de los dos anteriores, son los que más tienen hijos; en cuarto lugar, serían los sectores de la pequeña burguesía, porque luego de los tres anteriores son los que más tienen hijos; y, por último (único quinto malo), los burgueses porque son los que menos tienen hijos. Sin embargo, la tortilla es al revés: los burgueses son los que más poseen tierras; los pequeños burgueses le siguen en posesión de tierra; los campesinos son propietarios, no todos, de pequeñas parcelas de tierra, las menos productivas; mientras que los obreros y los marginados, al carajo con la tierra, nada de nada.
Eso le plantea un serio dilema a Capriles Radonski de ganar la Presidencia de la República: ¿cómo hacer que la tierra sea de todos si una de sus promesas esenciales es la defensa de la propiedad privada sobre los medios de producción? Si es consecuente con su dicho tendría que hacerlo realidad en el hecho para que nadie encuentre un largo trecho entre su dicho y el hecho.
La persona más ignorante políticamente en el mundo sabe que existe propiedad privada sobre medios de producción y propiedad de Estado. Una es una cosa y la otra es otra cosa, no son iguales para decirlo en términos sencillos y entendibles. En el mundo actual los pocos rasgos de propiedad social se limitan a pequeñas comunidades lo que hace que no sea totalmente social sino, más bien, de propiedad comunal o privada de la comunidad que la posea.
Hasta ahora, hablando de la ciencia natural, no se conoce ninguna experiencia en el mundo en que se pueda decir: la oruga, sin necesidad de matamorfearse en crisálida, se transforma en mariposa. Trasladando esa verdad a la política económica se podría decir: la propiedad privada, sin antes pasar a propiedad del Estado, no puede transformarse en propiedad social. Sólo esto último garantiza que la tierra sea de todos.
No está ni en el programa de la MUD ni en la visión de mundo individual del candidato Capriles Radonski ponerle fin a la propiedad privada para que la tierra sea de todos bajo el falso alegato que todos somos hermanos por nacer en la misma nación. ¿Cómo podrían ser hermanos los explotados de sus explotadores si éstos les roban su plustrabajo? ¿Cómo podrían ser hermanos los peones de los latifundistas si éstos los explotan miserablemente, de forma extraeconómica, para que les trabajen sus tierras privadas?
Incluso, más bien, florece en el programa de la MUD esa idea de privatizar fundamentales medios de producción y de servicios públicos que actualmente se encuentran como propiedad del Estado, lo cual nuevamente alejaría demasiado la posibilidad de que un día la tierra (el más importante medio de producción con que cuenta el género humano en el planeta Tierra) sea de todos. La MUD, en general, no congenia con el socialismo y cree que los grandes problemas de la sociedad pueden encontrar soluciones favorables en el contexto de un capitalismo más humanizado.
“La tierra es de todos” es un dicho, es una consigna, es un objetivo que, quieran o no reconocerlo, sólo el comunismo puede hacerlo hecho, realidad y unir para siempre el dicho con el hecho eliminando el trecho que les separa. Por lo tanto, prometer, sin que haya triunfado el socialismo en los países de capitalismo altamente desarrollado, que la tierra será de todos no es criticable pero asegurar que alguien, siendo Presidente de una nación en este tiempo de dominio del imperialismo capitalista en el mundo, la va a convertir en una realidad y que todos los venezolanos y todas las venezolanas podamos gritar a los cuatro vientos: “la tierra ya es completamente de toda la población venezolana”, no es más que una bochornosa oración de demagogia social, de palabrerío politiquero y de buscar, engañando pueblo, pescar en río revuelto.
Si la MUD y su candidato Capriles Radonski creyeran de verdad que la tierra es de todos, no criticaran tanto las medidas de política económica que ejecuta el gobierno del camarada Chávez expropiando o nacionalizando tierras que están en manos de grandes burgueses que siguen aferrados al latifundio del más importante medio de producción con que cuenta el género humano.
El capitalismo jamás se hubiese sostenido o construido en Francia de manera aislada. Si no se hubiese llevado el capitalismo al resto de Europa, antes que a otros continentes, el mundo fuera aún un feudalismo salvaje. Lo mismo vale para el socialismo. No olvidemos que el primer decreto del Gobierno Revolucionario de los Comisarios del Pueblo en Rusia fue, precisamente, la nacionalización de la tierra. Actualmente, ni existe la Rusia revolucionaria, ni existe la Revolución Bolchevique, ni existe socialismo ni existe nacionalización de la tierra. Ahora, Rusia ha vuelto a los brazos del capitalismo por, entre sus razones o causas esenciales, no haberse producido la Revolución Proletaria en las naciones más avanzadas del capitalismo. En fin: mientras no exista comunismo, la tierra no será de todos, sino de una minoría. Es todo.