Que vinculación tan insólita entre ese par de malandros, uno de la oligarquía que ejerció la presidencia de Fedecámaras y el otro, un trabajador ocioso, que nunca trabajó y, que llegó a ser presidente de la CTV y, por planificación e interéses de otros y otras, se unieron en un paro petrolero y, en abril de 2002 nos tiraron a -sí de simple- un golpe de Estado con todos sus altibajos que derrotó por horas al presidente Chávez y, después se fueron del país como si nada, dándoselas de yo no fui.
Diez años después: nos acercamos al recordatorio de tan funestos acontecimientos que han marcaron huellas imborrables en el pueblo y en oficiales leales que dentro de las fuerzas armadas se la jugaron con convicción de no prestarse a llevar adelante el plan de la oligarquía y sus medios de comunicación de finiquitar de una vez el proceso revolucionario en marcha que, sin condición alguna restituyó nuevamente las garantías y poderes constitucionales que habían sido pisoteadas con todo el rencor odioso de argumentos que la canalla y los apátridas ensayaron en esos días con Carmona y Ortega a la retaguardia.
El dictador Carmona vive en Colombia como Pedro por su casa sin restricción alguna y, hasta clases de guerras asimétricas de gran provecho da en algún instituto de Bogotá de atracción y formación de líderes golpistas de plano internacional de Sur-Sur que ningún titular se atreve a dictar con la entereza de éste que atrapa el auditorio con una sensibilidad de inmediatez que recorre úlceras intestinales abiertas y, se cree que las siete bases militares yanquis que afean la región colombiana fueron sembradas en el acordeón de ideas del pequeño burgués que todavía sueña con bañarse de gloria en la plaza Bolívar desnudo sin la estatua del libertador que, le afecta la sindéresis de su rabia de malcriadez prematura que le come por dentro la historicidad de valentía de aquél y, que además, le entumece la diminuta pasantía que dejó acá con el presidente Chávez nuevamente al frente y aspirando y, en contra posición a su personalidad de fragancia discreta universal, se interpone su escudero servil como lo fue Carlos Ortega con su panza de lealtad que le sirvió hasta el último momento de sus días de aciago, no, a lo Sancho, porque las diferencias de perseverancias son muchas y mientras aquél le gustaba comer a éste le encanta lo lúdico, pero no todo juego, él prefiere el bingo que lo viste de caballero andante y lo pone a cantar a media noche en el país que frecuente tras esa atracción y muchos no lo quieren por tramposo vegetariano que se come los cartones y ronca mucho dormido. Se presume que ese mal de malas intenciones se lo clavó Patricia Poleo una vez que lo echó al abandono cuando limpio se hallaba y ella mujer atorranta, lo tiró al olvido y desde entonces su despecho es jugar bingo en solitario.
Pedro Carmona Estanga y Carlos Ortega son caimanes del mismo pozo que como bichos apoyados y después asustados se los llevó el río del olvido y jamás volverán a nadar en las mismas aguas y como deudores insolventes, la historia se los tragará sin dejar algo que perjudique más a los venezolanos como lo hicieron aquellos días de tormenta del año 2002 en que el clamor del pueblo los devoró sin tragárselos y los dejó como un mal ejemplo que nunca más volverán a flaquear la voluntad del colectivo venezolano de ser libre.
Solamente una cosa se reclama con los derechos que constitucionalmente nos asiste y, a que tenemos deber para ello y es qué cuándo van a tomar la decisión que ellos mismos dijeron que se le escapó de las manos y nosotros no lo vimos, por lo que solicitamos de urgencia que se van a cumplir diez años en este abril del 10 al 13 y es que Carlos Ortega del regreso del bingo nos levante de una vez la huelga que nos mantiene prisioneros, ya que Carmona Estanga respiró en El Nacional y dijo que no va a soltar pajas, pero de huelga nada. O sino van a quedar como dos mismos pendejos como eran antes.
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