La conformación de las grandes ciudades capitalistas es un asunto que
amerita de especial atención, son espacios que aniquilan al ser
social, matan los valores familiares de responsabilidad compartida,
son espacios para el desencuentro que acaban con el aroma de café en
las mañanas.
La belleza típica de los pueblos venezolanos, la confianza de abrir la
puerta al que llega, el arrullo de la doña que teje los recuerdos a
través de sus cuentos, refranes, hasta cantos de lamento quedan al
olvido sin dirección, ni tiempo histórico en la ciudad aniquiladora.
La arquitectura de la ciudad capitalista no deja espacios para el
encuentro y cambia la calidad tierra por cemento duro, tan duro como
las relaciones que pretende establecer entre los seres humanos,
cemento que no da espacio para el nacimiento, infértil como la ciudad
aniquiladora.
Nuestra identidad se desdibuja en la ciudad capitalista, perdemos la
libertad del ser, nuestras raíces son tapizadas entre el concreto y la
tragedia, el hombre pierde a la naturaleza y la naturaleza pierde al
hombre.
Al tiempo que cambiamos esa ciudad que no queremos, nos levantamos con
mayor fuerza para dar una mirada a nuestros valores originarios, a la
necesidad de revertir estas simples relaciones anónimas de intercambio
por relaciones de unidad en la diversidad y cooperación donde todos
seamos responsables de todos. Al tiempo que acabamos con esa ciudad
aniquiladora, edificamos una ciudad más justa, una ciudad socialista.
Socióloga Kelly J. Pottellá G.
C.I. 14.952.436
Correo: kellypottella@gmail.com