Cuando pierde el poder la burguesía recurre a todos los medios para recuperarlo y no tiene escrúpulos en la escogencia de la vía. La burguesía no tiene hoy nada que ofrecer a la humanidad y las irracionalidades de su sistema han hecho crisis estructural porque afecta no sólo al mundo entero sino también a todos los aspectos de la sociedad. La actual crisis no abarca sólo a la economía y las finanzas sino también a la política, la alimentación, el ambiente, el clima, etc., etc.
El afán de conservar sus privilegios no permite a la burguesía concebir proyectos en beneficio de toda la sociedad y el mezquino mundo de sus intereses es el campo que cubre su mentalidad. La crisis actual es global y universal y, por lo tanto, no tiene soluciones que no tomen en cuenta el conjunto de todo el mundo. En otras palabras, desde el punto de vista capitalista la crisis no tiene solución.
El mezquino y pequeño ámbito de sus intereses conduce necesariamente al odio y en la lucha de las clases oprimidas por una nueva organización social sólo ven la acción de malhechores que en modo alguno persiguen la verdad, la justicia, la igualdad y la solidaridad. La burguesía no está guiada por los grandes valores que ha sostenido la humanidad a través de los milenios y cuando ve amenazado sus privilegios es presa de la desesperación.
En nuestros días observamos que sectores de la oposición dan signos de actuar desesperadamente. Los viajes a EEUU, Colombia y Europa, las entrevistas con Hilary Clinton, Henry Kissinger y Álvaro Uribe, las declaraciones públicas de la Clinton y Uribe, las agresiones a periodistas y camarógrafos, todo ello nos está diciendo que la oposición busca provocar acciones que impidan una salida electoral. No olvidemos que Kissinger fue el cerebro que dirigió el plan para el derrocamiento de Allende.
La historia comprueba todo lo que estamos diciendo acerca del odio, la vileza y la carencia de escrúpulos que caracteriza a la burguesía. La dictadura de Pinochet y demás dictaduras del Cono Sur, las dictaduras que, estimuladas por el imperialismo, han proliferado en nuestra América, el fascismo en Europa y en nuestro continente son pruebas irrefutables. En esta etapa política, pudimos comprobar la actuación de la oposición golpista en las breves horas que dispusieron del poder.
En estos años de Revolución Bolivariana la oposición golpista ha actuado con clara torpeza política, pero debemos decir que esa torpeza es la lógica expresión del odio y los mezquinos intereses que caracterizan a la burguesía. A nivel internacional constatamos las acciones brutales del imperialismo.
No puede extrañarnos, entonces, que en la actual situación venezolana el imperialismo y la burguesía asociada actúen de manera distinta a como lo han hecho en Venezuela y en otras partes del mundo. Los revolucionarios tenemos la ventaja sobre la reacción de saber analizar desde una perspectiva histórica que no tienen las clases dominantes, que actuamos en función de toda la sociedad y representamos los intereses de las clases oprimidas que constituyen la inmensa mayoría de la población.
El problema no es una contingencia política circunstancial sino la confrontación de clases, el enfrentamiento del imperialismo y la burguesía asociada contra la clase obrera, el campesinado y las capas medias, es decir, contra la nación venezolana. Como lo enseña la historia milenaria y, concretamente, lo que nos enseña nuestro Libertador es que no hay instrumento más poderoso que la unidad. En nuestro caso lo que está planteado es la unidad de la clase obrera, el campesinado y las capas medias. Nada puede sustituir con eficacia el instrumento de la unidad. “¡Unámonos y seremos invencibles!” decía Bolívar.
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