Tiempo para reflexionar y
discutir.
En su pequeño libro Derechos culturales y revolución nos recuerda el autor del prólogo de la Constitución Bolivariana
de Venezuela, que nunca como en esta revolución se había dado tanto impulso a
la cultura a través de la edición de libros, producción de películas, música,
reconocimiento del patrimonio viviente, de la identidad de los pueblos y un
alto volumen de actividades creadoras que no tiene comparación alguna con otros
tiempos.
Sin embargo, a juicio de
este hombre de las letras, tales conquistas suelen verse como meritorias
excepciones y “rezagadas en el resto del país como políticas de Estado de
obligado acatamiento por ser normas constitucionales”. Para Pereira, todas las
instancias de poder, organizaciones partidistas y comunales de las regiones
acostumbran a ignorar el asunto, inclinándose por favorecer los jolgorios y las romerías.
No contento, Gustavo Pereira
se preguntó al momento de hacer su ensayo –no sabemos si fue resuelto el
problema en apenas un año y cuatro meses- que ¿Cuántos de ellos (se refiere a los funcionarios) pueden
enorgullecerse de presentar en sus organigramas y destinar en sus presupuestos
las estructuras y recursos permanentes para estimular o apoyar en sus
comunidades la acción cultural transformadora?
Y sentencia:
“El Estado no crea valores
culturales, los auspicia”.
Muy importante esta línea
del poeta, porque nos permite traer a colación el hecho equivocado de unos
cuantos seres quienes piensan que lo político precede a lo cultural, cuando la
acción cultural ha formado parte de la vida de los seres humanos y de su
entorno. Los valores culturales están antes del Estado, han sido creados por
las mujeres y hombres de las pequeñas sociedades.
El Estado interviene luego
con su accionar político para auspiciar, desarrollar y proteger el hecho
cultural de una sociedad, pero nunca para crear. El Estado pone en manos de los
seres humanos las posibilidades para la creación y son los hombres y mujeres
quienes desarrollan todo el potencial del hecho cultural.
Así, habiendo participado en
la creación de la
Constitución Bolivariana de Venezuela y habiendo dejado
consagrada la cultura como un derecho, al igual que los derechos a la vida, a
la salud, a la educación, nos recuerda Gustavo Pereira algo que a veces suele
ser olvidado como es que “…sin revolución cultural no existe transformación
verdadera…”.
Y como el Estado es el
principal accionista –en el buen sentido de la palabra- deberá hacer todo lo
posible a los efectos de auspiciar ese nuevo concepto de nuestra cultura, donde
el denominador común y de mayor valía debe ser la participación creadora de
nuestro pueblo, experimentador, libre, consciente y soberano.
También es propicio
recordar, otro de los garrafales errores que a veces se cometen. El poeta
Gustavo Pereira nos recuerda la necesaria protección social al trabajador
cultural, lo que es vital y está siendo tomado en consideración como nunca
antes lo estuvo, pero he aquí que sentimos que solo aparece dibujado el cultor
como trabajador de la cultura, no así quienes se han desarrollado en el área
cultural desde el área institucional, es decir, los que han trabajado para la
cultura.
Si alguien hace carrera en
una institución científica-tecnológica, por ejemplo, y no es investigador ni
técnico sino una persona que analiza proyectos, financiamientos, educación e
información en esa área, ¿entonces esa persona no es del área científica,
siendo un profesional que conoce todo lo que se hace en esa comunidad, aún
cuando esté alejado del laboratorio?
Pues la gran equivocación
consiste en definir a ese trabajador como funcionario de la administración
pública, así de simple, cuando ha llevado toda una vida trabajando en un área,
con la que se ha identificado y ha visto pasar funcionariotes y funcionaritos y
quien conoce de procedimientos, planteamientos, ideas, propuestas y objeciones
es ese trabajador científico.
Pues en cultura ocurre lo mismo, pues el trabajador deL lado adentro de las instituciones culturales, aunque tenga cualquier cantidad de años dedicado a dicha área y con nivel de postgrado, no es registrado en ninguna parte como trabajador cultural, ni cultor, sino empleado de la administración pública, lo cual es un error.
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