El mundo permaneció impasible ante el exterminio de los pueblos originarios de América, la esclavitud de los negros africanos y también, de la aniquilación de los aborígenes australianos y la erradicación de sus culturas, por parte del imperio Británico. Tal barbarie le costó a Australia la vida de miles de hombres y mujeres. Por allá en la década de 1880, durante la Conferencia de Berlín, las potencias europeas (Francia, Alemania, Reino Unido, Italia. Portugal Bélgica y España) decidieron repartirse el mundo. Así fue como la mayoría de los países árabes fueron a parar a manos de aquellos protervos. Argelia, Túnez y Marruecos a Francia, Libia y Somalia a Italia, el Sahara, parte de Marruecos, Ceuta, Melilla a España, Egipto, Sudán, Rhodesia (hoy Zambia y Malawi) al Reino Unido, entre muchos de los pueblos convertidos en colonias o “protectorados” de la “naciones cultas”. En realidad, 23 millones de km cuadrados, es decir un 20 % de los territorios del planeta pasaron a manos de los malignos imperios occidentales. Para nadie es desconocido la satisfacción de muchos gobiernos europeos y el norteamericano por la llegada de Hitler, Mussolini y Franco al poder, dado que sus presencias frenarían el avance del comunismo en Europa. Hasta el Vaticano fue unos de los mejores aliados y defensores del gobierno del siniestro Führer, del artero dictador italiano y el tirano español. Definitivamente, la humanidad no aprendió, a pesar de los millones muertos, culturas exterminadas y ciudades devastadas, secuela del afán de los poderosos de adueñarse del oro, plata, esmeraldas, perlas, aluminio, bosques, petróleo, agua, litio y todo aquellos que se puede comercializar, hasta la sangre humana es objeto de compra-venta.
Antiguamente los imperios se identificaban con el gentilicio de un pueblo y de allí que se hablaba del imperio francés, alemán, español entre tantos, pero ahora son las grandes corporaciones económicas y monopólicas a quienes les corresponden el papel imperial. Son estas ignominiosas sociedades financieras, amparadas de un poder político universal o regional (la ONU, la Liga Árabe y la OEA), uno militar (OTAN) y otro comercial (Banco Mundial, FMI y la Organización del Libre Comercio) las comisionadas de ejercer la hegemonía sobre todos los habitantes del planeta. Únicamente les mueve un interés: apoderarse de todas las reservas energéticas del planeta y de todo aquella materia prima que les genere dividendos.Las acciones más reciente de la política imperial fueron, primero, el golpe de estado organizado por la derecha contra mi comandante Hugo, su defenestración, por sólo cuarenta y ocho horas, puso en riesgo su vida y la de numerosos venezolanos. Después le tocó el turno al presidente hondureño Manuel Zelaya, destituido por un golpe artero perpetrado por el congreso oligarca y un poder judicial comprometido. Siguen, los ataques permanentes contra el presidente Evo Morales, presidente de Bolivia, que fuera amenazada con la fraccionamiento del país (la Media Luna) por parte de ciertos ávidos oligarcas, con la única intención de de beneficiarse con la riqueza del país, tal como lo vienen haciendo desde hace doscientos años. Ecuador, bajo el mandato del presidente Correa no se quedó atrás, un grupo de policías, alentados por la derecha ecuatoriana, intentaron matarlo para despojarlo del poder por la vía del magnicidio. La última de de estas ominosas intenciones fue el derrocamiento del presidente Lugo del Paraguay por parte de la oligarquía latifundista, la cual, mediante una mamarrachada, un indignante juicio tragicómico de un congreso derechista, despojó a los paraguayos de su incipiente democracia. El gobierno de EEUU y el Vaticano están de plácemes, un nuevo franquismo ronda por América del Sur. ¿Acaso son coincidencias que solo los gobiernos anti imperialistas y progresista de América del Sur se hayan visto atacado por una derecha ansiosa de poder y dinero? ¿Acaso los grandes poderes económicos y los gobiernos imperialistas están lejos de estas infamias? Da la impresión que las democracias deben tener el sello de la derecha para ser consideradas como tal. En las democracias burguesas no tiene cabida el poder popular, porque los pobres, como en la Cuarta República venezolana, sólo sirven para votar por el candidato de la oligarquía y no para gobernar. Para las burguesías apátridas no existe estado de derecho sino estado de la derecha.
Sólo me hago varias preguntas ¿Hasta cuándo tanto silencio? ¿Hasta cuándo tanta impasibilidad? ¿Hasta cuándo tanta alcahuetería e indiferencia de los gobiernos y pueblos llamados “democráticos” ante lo que está ocurriendo? ¿Hasta cuándo los oligarcas del mundo continuarán jodiendo a los pueblos? Hace dos siglos fue una gran parte del planeta, más tarde Irak, Afganistán, Libia, Palestina y recién Siria, sin dejar de lado los golpes arteros contra los gobiernos anti imperialistas de Suramérica. Siempre bajo cualquier deleznable excusa, que al final, termina en la muerte de niños inocentes, población civil aniquilada, infortunadas viudas y huérfanos, patrimonios cultuales destruidos y ciudades asoladas. ¿Hasta cuándo tanta inhumanidad?Los pueblos de América y del mundo deben estar alerta. La derecha unida en grandes corporaciones económicas pretende arrebatarle sus riquezas y para esto necesitan los gobiernos complacientes de la oligarquía. No se puede enfrentar la canalla que nunca duerme, que no descansa, con organizaciones nacionales. Es ineludible crear una movimiento socialista internacional formado por sindicatos, obreros, estudiantes, campesinos, artistas, escritores, pescadores, indígenas, docentes, escritores, amas de casas, hombres de saberes (detesto la palabra intelectual), profesionales de todo tipo, capaz de oponerse la arremetida del poder imperial contra los pueblos del mundo. Aquellos cuentan con una corporación mediática mafiosa capaz de enfermar la mente de los ciudadanos, nosotros, con la voz de millones de hombres y mujeres quienes pueden hacerse escuchar a través de las diversas redes sociales, prensa y medios comunitarios. Para enfrentar la derecha unida se debe crear y actuar en un movimiento de izquierda internacional unificada. Antiguamente fue el marxismo, hoy en Suramérica existe el chavismo, un concepto teórico práctico de una doctrina que apunta hacia una manera de gobernar, la cual busca, no la riqueza de un grupo ni la individual, sino el logro de la felicidad de hombres y mujeres basada en una educación de excelencia, buena salud, un trabajo honorable y una vivienda digna. Lo siento mucho Capriles, equivocaste el camino, la única vía es la reelección de mi comandante Hugo, quien nos asegura que la oligarquía chula y traidora más nunca volverá a gobernar a Venezuela.
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