“El que quiera ser autoridad hágase servidor
[...] servidor de todos” Marcos 10, 43-44
Los verbos empiezan a parecer brasas en torno a lo que fue la crítica pedagógicamente política del comandante presidente Hugo Chávez hacia el gobernador Tarek William Saab. Critica con sentido de patria urgente y que a todas luces apenas es el introito a una revisión a gran escala que tenemos que hacernos en un Estado que tiene una importancia estratégica para los planes independentistas que se contemplan en el plan de gobierno que presenta el camarada presidente ante el CNE. Empiezan a aparecer tirios y troyanos en torno a este hecho que debiéramos asumirlo como un importante tema generador para mirar hacia atrás sin temor a convertirnos en sal.
La crítica no es hacia la calle en mal estado, hacia la expropiación o no de grandes extensiones abandonadas o a la sola existencia de 6 comunas en el estado (Isis Ochoa dixit). La crítica es para arrebatarle de los brazos de morfeo a la autocritica que luce secuestrada por un peligroso triunfalismo y que hace que la autocritica en nosotros parece ser apenas un rumor. La crítica es contra las prácticas elitistas de acción política que lucen más conservadoras que comprometidas con la transformación.
Pudiera parecer reaccionario que alguien diga que en este Estado y muchas veces gracias al autismo político de los comités locales que hay PSUV para unos, pero para otros no, yo lo digo desde la real concretud. Que en este estado y me atrevo asegurar que en otros han surgido grupos que responden a “lealtades” de algunos “elegidos” que juegan a ser emperadores patentando unas especie de maquilas políticas que secuestran la voluntad popular revolucionaria social y políticamente comprometida favoreciendo a los suyos, pero entendiendo que otro tienen también los suyos. Pasa que los suyos, los del otro y los de él terminan haciendo un tipo de socialismo particular contrapuesto a lo que Hugo Chávez se ha trazado para la patria de todos, ¡enorme hueco este en la calle hacia el socialismo!
Allí va la crítica del camarada presidente, quien sabe que el camino hacia el socialismo puede ser de asfalto o no. No deja de ser importante corregir los huecos de las calles… por aquello de la gestión para empoderar. Pero lo que es vital hoy es la reparación urgente de los huecos en la conciencia, para que termine la dictadura de los suyos y se termine concretando la locura robinsoniana expresada en aquel pensar uno en todos, para que todos piensen en uno.
El hecho cierto de un proceso como el nuestro que es una afrenta a los imperios y donde no haya sonado un tiro no quiere decir que éste sea fácil, por el contrario, luce más peligroso. De allí la particular manera de buscar “armar” la conciencia para que el trabajo en medio de la comunidad tenga sentido al entender la democracia con los de abajo y no desde abajo para no caer en el salvacionismo o la pauperolatria. “Armar” la conciencia para que se entienda a la gerencia de instituciones y organismos como la búsqueda de los iguales y no padecer del inepto burócrata que se hace socialista ocasional para entender la democracia para él y sólo para su entorno. Igual sentir al ver una costra de dirigentes diestros en el manejo oportuno de la chaqueta en los actos, pero miserable también al asentar su práctica en un modo delictivo de acumulación, donde la pompa y la suntuosidad juegan a abofetear a los más y donde el hombre – mujer sigue siendo percibido como un objeto manipulable.
Hace falta entender – y esto nos lo puede dar sólo –invocando al gran Cesar Rengifo- una conciencia de potro y pólvora que asimile el cambio asumiendo a su vez, la máxima de Fidel “cambiar todo lo que debe ser cambiado(…) es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia”. Unidad e independencia que la hemos hecho bonita sólo en el discurso en algunas regiones más que en otras, pues cuando se trata de pisar tierra se hace notoria la diferencia entre el revolucionario que no hemos sido y el que pensamos que somos.
Hace falta la conducta recta. Hace falta la conciencia de clase, y es que con ellas en bandolera apartamos el discurso y por fin “ejercemos” a Bolívar dejando al “tiempo hacer prodigios” (Carta al Cnel. Heres,1825) con el hombre y la mujer conscientes de pensar la patria, de hacerla desde el lugar de los que fueron invisibilizados por muchos años.
Está surgiendo una extraña hipocresía cuya principal figura retorica se asienta en aquello de trabajar por Chávez, cuando por debajo del discurso juegan a preparar la zancadilla para el camarada que ose aspirar diputaciones u otros cargos – a espaldas al pueblo – en el mejor ejemplo de la disrupción entre potentia y potestas que pregona con acierto Dussel. Cabría aquí aplicar cierta prueba de acido “Todavía hay una cosa que falta en cuanto a ti: Vende todas las cosas que tienes y distribuye entre los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sé mi seguidor”. Lucas 18:19-22. No entender, a estas alturas, que nuestro cielo es el socialismo es fatal.
Sobre esta extraña forma de parecer revolucionario cabe perfecta la alusión de Ghandi: Cuando el ojo de una persona dice una cosa, su lengua otra, y su corazón otra cosa distinta, estamos ante un tipo de hombre que no sirve para nada” y a lo que agregaría el Chino Valera son un atajo de imbéciles que tienden al yerro. “Pero el error es implacable e invencible”, porque el comandante presidente sabe de la importancia de esto reclama con la fuerza que lo hizo en Anzoátegui la diferencias entre mandar mandando y mandar obedeciendo consciente de la no fetichización del poder político, consciente de que a Bolívar ya no se trata de discursearlo sino de ejercerlo.
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