Son verdaderamente asombrosos los resultados obtenidos por los programas para humanizar Caracas, emprendidos por la Alcaldía del Distrito Libertador y el Gobierno de la Ciudad representadas por Jacqueline Farías y Jorge Rodríguez y su entorno brillantes colaboradores, así como el MPP para la Cultura, quienes se han hecho merecedores de la mejor condecoración que podría recibir un servidor público: la alegría y la felicidad manifestada por los ciudadanos que ahora pueden disfrutar a sus anchas, en familia y con los panas, de un cálido caudal de vida cultural en los teatros,museos, las calles y plazas caraqueñas.
Es de extraordinaria importancia que los caraqueños hayan recuperado, para su vida cotidiana, importantes y hermosos espacios urbanos que les permiten vivir la buena vida en colectivo. Puedo dar fe de como una joven pareja clase media y sus hijos pueden vivir un día lleno de alternativas creadoras sin tener que invertir grandes sumas de dinero: concierto en el Teresa Carreño, feria de artesanos en la Plaza de los Museos, Feria del Libro en el Parque de los Caobos, diversión en el Paseo Los Próceres, conversación, amena reunión con los panas y sus hijos en una esquina del Boulevard de Sabana Grande, comida, vinos, rodeados de una multitud de otros caraqueños de diverso origen social que también se divierten y comparten alegre y sanamente en familia.
Caracas carecía hasta ahora de espacios humanizados donde las personas pudiesen dedicarse al sano disfrute del ocio y el tiempo libre. Por esa razón se convirtió o fue convertida por la avaricia y la ignorancia de los burócratas municipales asociad a con la rapacidad de las mafias de la construcción, en una urbe agresiva, neurótica, nada amigable para la gente, frente a la cual la única alternativa posible era refugiarse en espacios sociales cerrados o huir “demasiado” de ella. Esta realidad terrible fue agravada en la última década por las campañas terroristas mediáticas de la oposición sobre la percepción de la inseguridad, destinadas a infundir pánico en los caraqueños para inducirles el odio al Presidente Chávez, y tratar de convertirnos en especies de ermitaños que sobreviven en sus madrigueras lejos de la luz y el bullicio urbano.
La ciudad neurótica tiene que ver directamente con la inseguridad urbana. La delincuencia es consecuencia patológica de la desigualdad social y económica, de la infelicidad, la angustia y la soledad humana que produce el Capitalismo. Los delincuentes urbanos, más expuestos a la acción degradante de las campañas mediáticas televisivas, reaccionan violenta y letalmente para obtener rápidamente los bienes económicos que, según la TV privada, les garantizarán un buen nivel de vida consumista. Ello los lleva a ser predadores del resto de los ciudadanos que laboran diariamente para acumular, a largo o mediano plazo, la poca o mucha ganancia que les permita seguir viviendo con decencia.
La delincuencia se alimenta también del odio y el resentimiento social que se origina por la ausencia de políticas de Estado, culturales y sociales, que tengan como finalidad darle a los ciudadanos y ciudadanos los espacio para desarrollar una buena vida cotidiana pública. No ha sido fácil en Venezuela que los funcionarios encargados de diseñar políticas culturales entiendan que lo más importante no es organizar eventos aislados, sino convertir la vida cotidiana misma en un gran evento cultural que pueda ser vivido en colectivo. La solución es sencilla, lo difícil es poder transformar en positivas las rutinas burocráticas consolidadas por decenas de años de política cultural burguesa.
En esta nueva coyuntura cultural que está ocurriendo en la mitad centro-oeste de Caracas, podemos comenzar a visualizar la concreción de una política cultural socialista fundamentada en el concepto de cultura como modo de vivir. En este contexto colectivo comienzan a cobrar sentido orgánico las actividades culturales que se realizan en el Centro Histórico de Caracas, en La Estancia, en el Boulevard de Sabana Grande, en la Parroquia de Catia y particularmente en el 23, en el espacio conurbado de Vargas, en los teatros, los museos, la Plaza Diego Ibarra, los cafés Venezuela, las areperas socialistas, las librerías, los conciertos, etc., actividades colectivas que ahora son ejecutadas sincrónica y puntualmente. Todo ello permite configurar la construcción de un vasto ambiente social urbano donde el disfrute del ocio y el tiempo libre comienzan a formatear una nueva manera de vivir, libre, llena de posibilidades creativas para todos los ciudadanos, una nueva vida cotidiana que apunta hacia el ideal de la ética socialista.
En el sureste de Caracas comienza a resaltar, por el contrario, un modo de vida gris, rutinario, mustio. Como habitante del Municipio Baruta desde hace casi medio siglo, puedo observar, con tristeza, la ausencia de políticas culturales urbanas similares a las ya descritas. Las alcaldías y los alcaldes de Baruta, Chacao y El Hatillo, por nombrar solo estos, han desperdiciado sistemáticamente las extraordinarias capacidades que tiene tanto el espacio geográfico del sureste como las condiciones materiales de vida de la población de estos municipios, para llevar adelante una política cultural que transforme positivamente al carácter individualista y antisocial de los habitantes de dichos sectores. No voy a expandirme a delinear lo que podría ser un programa cultural para estas comunidades que si bien, como dijimos, tienen buenos ingresos económicos, viven en un ambiente social amargado, pesimista, solitario y nada creativo.
La estrategia política de la derecha fascista que gobierna estos municipios se amolda a la campaña mediática que trata de inducir en la mente de las personas el odio social y político, la violencia y la intolerancia. Los chavistas que sobrevivimos desde hace más de una década en aquellos espacios urbanos, hemos tenido muchas veces que soportar la conducta agresiva e intolerante de la mayoría de vecinos antichavistas, la soledad y el autismo social que caracteriza la vida cotidiana de esta clase media. Pero más grave es el impacto que sufren las familias de los mismos partidarios de la derecha, sobre todo los niños y los adolescentes, que carecen de espacios sociales donde puedan disfrutar en colectivo una vida social sana y alegre, de centros donde puedan desarrollar libremente su creatividad. Las fiestas infantiles limitan su oferta creativa a las rutinarias payasitas y payasitos. Existen centros comerciales de acceso libre para consumir y ver películas comerciales, pero los pocos centros de recreación son privados, reservados a los que puedan pagar las gravosas mensualidades que exige una membresía.
Es muy posible que los Alcaldes de derecha no estén conscientes del daño social y mental que le están ocasionado a las poblaciones de sus respectivos municipios, las campañas mediáticas que fomentan el odio social, la negación absoluta de la realidad socialista venezolana y caraqueña, realidad que existe y seguirá existiendo a pesar de la incontinencia de odio hacia quienes no piensan como ellos. Por esa razón, han llegado a crear una comunidad de personas infelices y solitarias que viven amargadas e inseguras esperando temerosas que llegue aniquilarlas ese futuro catastrófico que les preconizan las televisoras del sistema privado de medios, particularmente Globovisión, Televen, El Nacional y El Universal, los dirigentes de Primero Justicia, Acción Democrática y Copey, esperando con pavor que regresen los malandros guarimberos a perturbar la vida cotidiana de la gente común... dispuestos a cazar chavistas, humillarlos, dispararles y si es posible liquidarlos físicamente para que todos los “escuálidos” sigan viviendo solitarios, con la mente perturbada por el odio y el miedo, explotados hasta la hez por los dueños de supermercados y similares.
Esta es la dicotomía de modos de vida cultural y politicamente antagónicos que se está creando en Caracas. La parte centro-oeste, gobernada por alcaldes y autoridades bolivarianas, comienza a florecer como una gran comunidad alegre, dinámica y participativa, regida por los valores éticos socialista. La parte sureste, gobernada por alcaldes de oposición, permanece como un bastión de la tristeza urbana, rica en recursos materiales, pero pobre en imaginación y sentido humano. A los habitantes del sureste, chavistas o antichavistas, nos queda sin embargo el consuelo de poder incursionar de vez en cuando en la alegría de la Caracas socialista del oeste y poder así darnos un baño de solidaridad , de alegría y de libertad social. Gracias Jorge, Gracias Jacqueline. Para defender esta conquista debemos acompañar al Comandante Presidente Hugo Chávez el próximo 7 de Octubre de 2012. ¡No dejes que triunfen la tristeza y la soledad.! ¡Viviremos y Venceremos!
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