En la arremetida del imperio yanqui contra este pueblo revolucionario y su proceso liderado por el Comandante Presidente Hugo Chávez, lo último que veremos será el desembarco de marines y una infantería armada de fusiles apuntando a nuestras cabezas.
La guerra que hoy libramos es una que se ha calificado como de baja intensidad. Es una guerra en la que la infantería avanza cotidianamente hacia nosotros a través de los canales Globovisión, Venevisión, Televen y muchos otros del mismo corte, de similares dueños de intereses idénticos y de los mismos objetivos proimperialistas y transnacionales.
El enemigo dispara a diario su artillería pretendiendo ablandar al pueblo que, identificado con su líder y convencido de su causa de ser independientes y construir la Patria socialista, resiste y combate para hacerse fuerte e invencible en sus objetivos. Dispara ideología capitalista contra la conciencia de clase, de trabajadoras y trabajadores. Pero, además, también dispara terrorismo con sofisticadas armas que son capaces de generar tsunamis, de modificar el clima, de causar tempestades o epidemias y, por supuesto, de activar un dispositivo iniciador que a distancia puede hacer estallar parte de una refinería o toda, si se lo propusieran.
Comprender esta realidad, entender estos hechos que algunos creen existentes únicamente en la ficción cinematográfica o en los juegos de computadoras, no puede ni debe ser una razón para paralizarnos, para desmovilizarnos. Es y debe ser el acercamiento a nuevas visiones estratégicas del conflicto, de la resistencia y de la guerra de posiciones, para denominarla como lo hacía el revolucionario italiano Antonio Gramsci.
Estamos librando una batalla desigual, desproporcionada. El enemigo imperial maneja su poderío tecnológico para vencer y aunque no utilice armas convencionales de guerra, con las que utiliza también produce muertes, tal como acaba de ocurrir el pasado fin de semana con la tragedia ocasionada en la planta refinadora de Amuay. Pero, además, con ellas, con esas armas procura sembrar el caos y generar verdaderos tsunamis sociales que contribuyan a frenar revoluciones como la que se desarrolla en Venezuela y en otros países de Nuestramérica.
Nada casual lo ocurrido en la víspera del simulacro de sufragio que se debió realizar el pasado domingo 26 de agosto. Nada casual, sino estratégicamente militar, lo que pueda intentar en los próximos días el enemigo imperial y sus lacayos apátridas dentro del país. Nuestro deber, estar alertas, organizados, unidos y claros en nuestro objetivo de vencer o vencer, en esta Batalla de Carabobo por nuestra definitiva independencia y la Patria socialista. ¡Qué nada nos distraiga en el claro objetivo de vencer al imperialismo en esta Misión 7 de octubre!
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