El ideal de la paz

La apertura del proceso de negociación de la paz en Colombia suscita la reflexión sobre el sentido de la lucha revolucionaria, porque la historia demuestra que la violencia en el hermano país ha sido obra de la oligarquía asociada al imperialismo yanky.

El asesinato de Gaitán abre esta etapa de lucha armada que cubre un período de más de 60 años, pero hay que recordar que la violencia contra las masas populares existía antes de ese crimen. Los familiares del gran líder y los políticos progresistas han denunciado que esa muerte fue planificada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Es absolutamente imposible que la confrontación armada se extienda por tan largo período de tiempo si no responde a condiciones objetivas de la sociedad colombiana. El imperialismo y la oligarquía han frenado por medio de la violencia cualquier posibilidad de transformación social, pero no han podido impedir la resistencia de las clases oprimidas que se expresa en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC- EP). El otro movimiento armado es el Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuyo líder inicial fue el sacerdote Camilo Torres, quien habría de caer en el combate.

Es indispensable resaltar las grandes figuras políticas que han liderizado las FARC-EP a lo largo de los años y, a pesar de que no son pocos los que han entregado sus vidas en la lucha, sus remplazos  han sido hombres igualmente brillantes. En la actualidad, Timoshenko es el máximo conductor y se trata de un dirigente de extraordinaria capacidad política y cultural, como lo demuestra su brillante discurso de aceptación de las conversaciones de paz.

Se está demostrando que las organizaciones revolucionarias no han sido reacias a la negociación y la actitud del presidente Santos contrasta con la negativa del anterior presidente Uribe. La negociación por parte del gobierno implica la admisión de una fuerza insurgente reconocida por el Derecho Internacional.

Fuera de Colombia, Venezuela es uno de los países más afectados por el conflicto armado y las fuerzas reaccionarias tuvieron el empeño de implicar nuestro país en el mismo. Por otra parte, el presidente Chávez siempre manifestó públicamente su disposición a contribuir a la paz. Lo que impone la política internacional es la unidad de nuestros dos países, pero el imperialismo siempre ha sembrado intrigas que la impidan. Por lo demás, hemos podido ser testigos de las permanentes maniobras de la alta burguesía de ambos países para mantener choques que separen a nuestros pueblos. En consecuencia, es lógico que las negociaciones en marcha se lleven a cabo con nuestra presencia.

Queremos decir que cuando el gobierno colombiano ha planteado el problema con seriedad, tal como lo ha hecho el presidente Santos, ha tenido la acogida inmediata del movimiento revolucionario.

En síntesis, el revolucionario lucha por eliminar para siempre la lucha de clases, única fuente de las guerras nacionales e internacionales y solamente cuando no hay otra manera de enfrentar la política criminal de las clases dominantes asume la confrontación armada, porque responde a una necesidad histórica de los pueblos. La guerra civil en Colombia es caso único en la historia mundial. Ningún país ha soportado una guerra por tan largo tiempo a pesar de las feroces matanzas que ha llevado a cabo la derecha colombiana.

Tampoco debe olvidarse que el imperialismo yanky ha instalado 7 bases militares en territorio colombiano, las cuales constituyen una obvia amenaza para nuestro país y que destacados políticos del imperialismo llegaron a decir expresamente que las fuerzas militares desplegadas en el hermano país tienen el propósito de impulsar la dominación de Venezuela.

La paz en Colombia interesa a todos los países de América Latina y El Caribe y a todos los países que constituyen la humanidad progresista. Las guerras sólo interesan a las clases explotadoras y al imperialismo. Los pueblos apelan a ellas cuando no tienen más remedio para escapar de la esclavitud. Por esa razón, la doctrina jurídica ha sabido distinguir entre guerras justas e injustas.

La lucha de los pueblos contra la opresión es la más justa de las causas.

robertohernandezw@gmail.com    



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Roberto Hernández Wohnsiedler

Abogado y Sociólogo. Fue diputado, vicepresidente de la Asamblea Nacional, Ministro del Poder Popular del Trabajo y Seguridad Social y militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Es autor del libro La Clase Obrera y la Revolución Bolivariana.

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