El venidero proceso electoral venezolano del 7 de octubre es un evento cuya importancia traspasa las fronteras de nuestro país. De lo que allí ocurrirá están pendientes los pueblos y gobiernos de los EEUU, de Europa, de América Latina, del mundo Árabe, de Rusia, de China y de África. De manera que uno puede decir que este será un evento de importancia mundial. Y es un evento de tal importancia por lo que allí está en juego, por lo que representan de manera sustantiva las candidaturas de Enrique Capriles Radonski y Hugo Chávez Frías.
Al respecto de esas representaciones decimos que en los procesos electorales venezolanos en tiempos de la Cuarta República no se enfrentaban modelos contradictorios de concebir la política, la economía, la cultura, la sociedad. No había en esos eventos comiciales enfrentamiento de posiciones, confrontación de políticas. Las opciones que personificaban AD y COPEY, eran opciones dentro de lo mismo, no eran opciones que representaran alternativas contrapuestas, enfrentadas, antitéticas. Por eso, ganara uno u otro partido, el país era gestionado de la misma forma. Lo que cambiaban eran las caras: Carlos Canache Mata frente a Eduardo Fernández; Leopoldo Sucre Figarela frente a José Curiel; Aristides Calvani frente a David Morales Bello; Abdón Vivas Terán frente a Claudio Fermín. Todos esos dirigentes compartían una misma visión de país, y en lo fundamental constituían ellos el funcionariado político de la godarria venezolana, de los Amos del Valle, de los grupos de poder propietarios de la riqueza económica generada en el país. Por esto entonces en aquellos actos electorales no se presentaban alternativas reales para el pueblo venezolano; este pueblo era convidado a estos eventos a legitimar con su voto ese sistema político-económico, luego, los triunfadores, fuera uno u otro, se olvidaban del mismo, es decir del pueblo, de sus necesidades, de sus angustias, de sus penas, dolores y miserias. Pero al mismo tiempo, no se olvidaban esos políticos, de sus financistas, de sus mecenas, en fin, de sus dueños, esto es: de los Zuloaga, de los Boulton, de los Cisneros, de los Granier, de los Machado, de los Phelps, de los Delfino, de los Tamayo, de los Mendoza, es decir, de las poquísimas familias privilegiadas propietarias de la riqueza nacional, quienes al final eran dueñas absolutas del Estado Venezolano y, por tanto, titiriteros de los gobernantes de turno. Para estas familias había entonces: opulencia, placeres, disfrute, fiestas, derroche, viajes, banquetes, diversiones, en fin, las delicias del buen vivir; mientras, para la gran mayoría de la población nacional, reservaban estos gobiernos del Puntofijismo, infortunio, escasez, limitaciones, sufrimiento, amargura, insatisfacción, penas, angustias, desdicha, es decir, el mal vivir muy propio de los “condenados de la tierra”.
Pero ahora sí, en esta ocasión, en las elecciones del 07-10, se enfrentarán, dos opciones políticas sustantivamente antitéticas. Tales opciones encarnan visiones contrapuestas del Estado Nacional, de la Economía, de la Educación, de la Cultura, de la Agricultura, de la geopolítica.
El candidato de la MUD representa la vuelta a esos tiempos de los gobiernos puntofijistas, esto es, la vuelta a los tiempos del buen vivir exclusivo de la élite oligárquica, la dueña de la renta petrolera. Ese candidato es, para más señas, un hombre salido de las entrañas de la godarria caraqueña, esa clase que en esta oportunidad quiere tener un presidente nacido de de su propio vientre, no un intermediario, sino un genuino hombre suyo. No es ninguna casualidad entonces que ese candidato tenga por apellidos: Capriles y Radonski, apellidos de familias propietarias de empresas ligadas a capitales foráneas; no es casualidad tampoco su piel blanca, sus modales un tanto refinados, su vestidura elegante y costosa, sus estudios en el extranjero, su militancia en el partido Primero Justicia, un partido constituido por jóvenes de la burguesía y clase media venezolana, el mismo partido de los godos de antaño, trasmutado ahora en el partido de la burguesía. Por eso, por lo que él representa, de ganar las elecciones eliminará de un plumazo todos los beneficios que el gobierno de Hugo Chávez ha otorgado a los sectores populares. Esto no es exageración ni mentira. El programa de gobierno de Capriles es un paquetazo neoliberal, el mismo paquetazo de Carlos Andrés Pérez en 1989, de Rafael caldera en 1995, de Pinochet en Chile en 1973, y el de Mariano Rajoy ahorita en España; pero tal programa no se atreve a publicarlo “el candidatazo”, pues es un programa criminal; no suma votos, por tanto lo oculta en el baúl; entonces recurre al engaño para intentar ganar votos populares, y es en razón de ello que lo vemos ahora haciendo uso de las banderas chavistas: propone una ley de misiones; dice que incrementará las pensiones del IVSS; que hará más eficiente el programa Barrio Adentro; promete acabar con el desempleo en apenas un año; que en su gobierno la Misión Vivienda en vez de casas construirá Quintas; y así, hasta el infinito, promesas y más promesas, como las que acostumbraban proferir los candidatos de AD y COPEY en tiempos electorales. Lo diferente ahora es que el venezolano no es el pueblo cándido de antaño, ese pueblo que se iba detrás de aquellos farsantes de la Cuarta en procura de unos bloques y unas planchas de zinc para construir los ranchos donde habitaba. Ahora es un pueblo informado, con criterio propio, conocedor de sus derechos, lector de libros acerca de la política nacional e internacional.
Por su lado, el presidente Hugo Chávez Frías representa una opción gubernamental en la que están reunidos los intereses de las grandes mayorías populares venezolanas. Un gobierno que está al servicio no de los poderosos oligarcas sino del pueblo llano, ese que pone su energía para que la agricultura florezca, para que las industrias se muevan, para que de la mina brote el duro metal, para que la red recoja el movedizo pez, para que de la ubre animal surja la blanquecina leche; en fin, un gobierno al servicio de los más humildes, de los más necesitados, esto es, de los maestros, de los campesinos, de los obreros, de las amas de casa, de las enfermeras, de los artesanos, de los profesores, de los médicos fieles a su juramento hipocrático. Esto es en verdad lo que se dirime en el venidero proceso comicial venezolano. Dos concepciones antagónicas del país, del Estado Nacional, del Gobierno, de la República. Por un lado está el “camino de Capriles”, conducente a la amarga experiencia dejada atrás por los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera; por el otro lado está el camino a cuya cabeza está el presidente Hugo Chávez Frías, conducente a la Venezuela plena de justicia, según estamos viendo desde hace una década. El pueblo mayoritario, dado su aprendizaje y experiencia, decidirá en esta oportunidad, sin duda, a favor de sí mismo.
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