No es la ineficiencia de la burocracia seudo revolucionaria la causante del odio a Chávez, tampoco lo es la corrupción de la derecha endógena, ni el sabotaje y pifias de los quinta columnas infiltrados en cargos claves, ni la inseguridad y el sicariato importado, ni la inflación, ni la falta de viviendas, ni la falta de acceso a la educación, ni las largas colas y el tráfico, ni el abuso de los motorizados, ni la invasión de zonas verdes, ni el maltrato del seguro social a los ancianos, ni la especulación y abuso constante de los dueños del transporte público que en realidad es privado, ni la ineficiencia de la fiscalía y en general la impunidad que prevalece en todo el sistema de justicia nacional, tampoco son culpables los dueños de los supermercados y abastos que venden la comida bien cara. Todos esos son pretextos válidos pero pretextos al fin que tienen una misma raíz y han sido utilizados convenientemente para una misma causa y propósito.
Se trata de un odio metabolizado en la cultura del venezolano por acción de los sistemas de comunicación, sistemas que como sabemos pertenecen al gran capital, siendo más efectivos por las inconsistencias y errores de la propia dirección política del chavismo, que por la eficacia política de los dirigentes de oposición.
Además, ese odio a Chávez representa también un odio a muerte al amplio sector social que lo respalda. Por tanto, es obvio que son necesarias otras estrategias para seguir combatiendo por nuestra soberanía e independencia, es un campo que parece pertenecer ya a los profesionales de la siquiatría, pero que requiere de un amplio y rápido análisis que sobrepase los márgenes de la alta dirección política del chavismo. Es un análisis que aunque ya está soportado por más de seis años de reflexión y autocrítica; sin contar con las lecciones de la historia, requiere de la sabiduría colectiva de un pueblo.
Ante la disyuntiva entre radicalización y conciliación, hay que consultar al pueblo nuevamente porque 8 millones es una vainita suficiente para conformar un buen ejército de combatientes revolucionarios.