Cuauhtémoc Cárdenas, mediante comunicado a la opinión pública y a los militantes de la izquierda mexicana, anuncia que no participará en la contienda interna del PRD para la designación de su candidato a la Presidencia de la República, argumentando la inexistencia de las condiciones para que la decisión partidaria se tome en función de la comparación entre los respectivos proyectos de nación de los contendientes, concretamente Andrés Manuel y el propio Cuauhtémoc. En el mismo documento Cárdenas convoca a la conformación de un frente amplio de la izquierda para construir y conducir un proyecto de nación de consenso y, pudiera inferirse, optar por su dirección.
Ciertamente, las circunstancias han llevado a “quemar las etapas” de un proceso formal de toma de decisiones para definir la candidatura a la presidencia, mediante el cual se formen consensos sobre proyecto y personas, como formalmente correspondería a un partido que se postule como demócrata y de izquierda. Es indudable que en el PRD ya se decidió la candidatura de Andrés Manuel, atendiendo a la dinámica provocada por el intento de su defenestración y la movilización generada en torno a su persona. La pregunta en el aire es si pudiera haber sido llevado un procedimiento con la formalidad deseada; no nos encontramos ante un asalto al partido por la fuerza de una de las partes, al estilo empleado por Fox para avasallar al PAN, sino que fueron los factores externos (la derecha) que al atacar sin medida a Andrés Manuel lo colocaron en el centro de las preferencias electorales y, por consecuencia, en el candidato lógico del PRD, obviando y acelerando el proceso de formación del consenso.
No obstante, la iniciativa de Cárdenas es pertinente y correcta. Es importante conjurar el peligro de que la lucha por recuperar la Nación quede, acríticamente, sujeto a una sola personalidad, así sea la de Andrés Manuel. El asunto es construir historia, no sólo seguirla. Lo importante es alcanzar el poder, pero haciendo explícitos los objetivos para ejercerlo. Lo útil es involucrar al más amplio conjunto de fuerzas progresistas en el proyecto. En términos reales, tanto Cárdenas como López Obrador han sustentado su actuación política en propuestas de proyecto de Nación que, por cierto, sólo registran diferencias semánticas; ambas se plantean como iniciadoras de un proceso de enriquecimiento y concreción mediante la participación de la gente. En tal virtud, la convocatoria de Cárdenas constituye un estímulo a la participación. El riesgo de la convocatoria es que, por fuera de un partido formal, no existan los instrumentos para establecer el consenso en lo tocante a la definición de la candidatura.
Siempre he guardado especial respeto por Cuauhtémoc Cárdenas, y lo sigo guardando; la congruencia de su actuar en la lucha política y su visión de país le han merecido el reconocimiento de muchos; ha sido ganador, lo fue para gobernar su estado, para gobernar al país en 1988 (frustrado por el fraude) y para gobernar la capital en 1997, aunque haya perdido en el 94 y el 2000 en sus aspiraciones presidenciales. Ojalá que su convocatoria no sea simplemente una forma para asegurar una nueva aventura electoral frustrada.
En lenguaje coloquial, no se vale que “popularidad mate proyecto”, pero habrá que asegurar que “proyecto con popularidad mate proyecto a secas”.
Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx
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