Hay infinidad de razones por las cuales un funcionario público puede aparecer ante la comunidad como un corrupto. Puede serlo o no, puede ser corrupto consciente de serlo o caer en corrupción sin proponérselo, por inacción. Y es este precisamente el punto que debemos resaltar, en el que la ineficiencia se transforma en corrupción, porque, como es bien sabido, la ineptitud conlleva a la lapidación de los bienes públicos.
Todo esto viene a cuento ya que desde la semana pasada, cuando el presidente Chávez (quizás haciéndose eco de la andanada de críticas que por este y otros medios se han hecho en torno a ciertos candidatos a gobernaciones, no tan queridos por la colectividad), nos hizo participes en tiempo real, de su disgusto y, en consecuencia, regaño a su tren ejecutivo por la ineficiencia manifiesta en la no implementación de medidas que se orienten a la organización de las Comunas a escala nacional, todo el tema de las comunas, de la crítica, autocritica etc., ha dinamizado la vida política de nuestro país en los últimos días.
No creo que exista país alguno donde el presidente someta al escarnio público a todos sus ministros y que además lo haga en vivo y en directo para todo el mundo. Fue, sin exageración, un regaño mundial. Es evidente que acá está pasando algo, y ese algo debe ser de interés fundamental para el análisis de nuestro proceso.
En esta rabieta presidencial muchos reconocen el liderazgo de Chávez y oyen en sus mentes resonar la consigna: “¡Así, así, así es que se gobierna!”, se sienten reivindicados en un presidente que jamás antes habían tenido, un presidente que da muestras de ser capaz de someterse a la crítica y, además, autocriticarse. Pero no es la primera vez que el presidente asume las responsabilidades. Desde el famoso “Por ahora” cuando nos mostró su talante de hombre responsable, hasta ahora, en muchas oportunidades hemos visto al Jefe de Estado echarse a la espalda responsabilidades que no son de su competencia directa y sí de algunos de sus ministros o gobernadores, exculpándolos en el acto. Y lo peor es que de allí no pasamos. El presidente pareciera jugar con el halago y la represión, mientras hemos venimos dejando pasar errores significativos que requieren rectificación inmediata.
No pretendo enmendarle la plana a nadie, mucho menos al presidente Chávez. Sólo tengo en mente un concepto básico de la Revolución Bolivariana: Participación y protagonismo popular. Eso no lo inventé yo, es la piedra angular del proceso y, sin embargo, dicha orientación pareciera manejarse a conveniencia, o acaso no es lo que ha sucedido con la famosa lista psuvista de candidatos a las gobernaciones. Oficialmente nadie ha dicho que haya cambios a pesar del clamor popular.
El problema presidente no son los ministros, y Ud. lo sabe, que si cumplen verdaderamente con lo que tienen que hacer, no les debe quedar tiempo ni para leer los titulares de la prensa. El problema no son ni siquiera los gobernadores que hemos objetado –al fin de cuenta si son corruptos o no, no tenemos las pruebas para llevarlos ante la fiscalía, sencillamente no los queremos-, el problema es que nosotros, el pueblo venezolano no está tocando ningún pito en está llamada revolución, excepto para ir a votar.
No pongo en duda las buenas intenciones de usted, camarada Chávez, de estructurar un organismo de seguimiento a la gestión gubernamental y quiero pensar que es la preocupación y señalamientos críticos del pueblo lo que lo ha llevado a tomar dicha decisión. Pero acaso no es burocratizar una acción que debe ser desempeñada por la organización popular: la contraloría social. ¿No se está dejando de nuevo al pueblo por fuera de sus responsabilidades? Delegue, presidente, en el pueblo. Deje que nosotros y nosotras aprendamos a gobernar equivocándonos y demuestre así que el empoderamiento popular no es sólo consigna electoral.
Valencia, 25 de octubre de 2012
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