Los católicos en la Revolución Bolivariana

Al considerar conversar sobre los católicos deberíamos tener siempre presente que ellos son una parte, importante, por demás, de los cristianos que conjugan, además de los católicos, a otros grupos confesionales con sus diferencias no tan sutiles. Los católicos con su grande referencia en El Vaticano como Estado y el Santo Padre, comúnmente denominado como “el Papa”, como guía fundamental en los referentes a los problemas cotidianos del cristiano, en general, al católico, en particular y, porque no exponerlo, para todo ser creado como ser social. El católico comparte globalmente sus expresiones y prácticas religiosas con otras creencias religiosas en grande número y con importantes y curiosas expresiones teológicas que vienen, antropológicamente, desde tiempos de los tiempos pretéritos; es por ello que las recientes manifestaciones en rescate de religiosidades autóctonas y telúricas asombran a componentes sociales que consideran ser portadores de “la verdad” manifestando, con esas actitudes y comportamientos, el irrespeto del ignorante teológico (cristiano seudo-practicante); común en la lucha de clases: “wherever they are”.

El católico cuando se manifiesta, como tal, debería, en obligación moral y ética, entrar en los conocimientos de la Doctrina católica para, sobre esa base y en su praxis, evitar “caer en esquizofrenias” que podrían llevar a dogmatismos equivocados (como ejemplo histórico, la Santa Inquisición). Es decir, el católico debería sustentar sus conocimientos religiosos en, básicamente, el conocimiento, fundamentalmente, de los Evangelios sin despreciar el Antiguo Testamento y en el Catecismo actual. Éste, es decir, el Catecismo, lo podríamos considerar como la guía cotidiana para el ser social explicando, en forma sencilla, la Doctrina eclesiástica. El Evangelio en sus cuatro (4) libros es y significa la reflexión de la Palabra expuesta por discípulos; para decirlo, sencillamente, es su esencial fundamental; es decir, en el Evangelio, sin negar las variables y variadas opiniones personales de sus autores en sus contenidos, nos comunica lo que se ha denominado, popularmente, como “las enseñanzas de Jesús de Nazareth”. En ese orden, ello podría significar que, básicamente, quien lee y estudia los contenidos en los textos de los evangelios va desarrollando, sin demasiada seudo-intelectualidad, su comprensión teológica, de la Palabra, por natura de ser creado. Decía un Santo Padre (Papa), en alguna ocasión, que los contenidos de aquel catecismo del siglo XIX habían sido la expresión de una vieja e iletrada mujer campesina del sur de Francia; con ello queremos exponer que quien lee y repite la lectura de los evangelios, cotidianamente, además de conocer algunas realidades de aquellos tiempos cuando el Imperio Romano subsumía a los diferentes pueblos que convivían en la Palestina, va comprendiendo y entendiendo los contenidos teológicos que nos quería comunicar Jesús de Nazareth según las propias circunstancias geo-temporales expuestas por alguno de los cuatro (4) evangelistas pero con transcendencia teológico-social-geográfica.

En ese orden de ideas, nos consideramos que hay una diferencia fundamental entre, por ejemplo, la resurrección de Lázaro con el Sermón de la Montaña. ¿Por qué nos hemos referido a esos contenidos en los evangelios? Como primera consideración la resurrección de Lázaro es un “hecho histórico” que con esa realidad milagrosa, Jesús de Nazareth demostró el significado profundo de la concepción de la “vida y la muerte”, particularmente, el significado de la muerte temporal en su tránsito hacia los “tiempos eternos de promesa”; mientras que los contenidos del Sermón de la Montaña son no solo de carácter sociológico, humanismo antropológico, de amor al prójimo, de obligación permanente, sino, también, por sus correlaciones entre lo teológico con lo ético-moral natural-social y, en última instancia, consideramos, concorde con el mandamiento de “amar al prójimo como a uno mismo”.

¿Qué buscamos exponer con lo enrevesado anterior? El Comandante (Chávez Frías) con relativa frecuencia se refiere a algunas de las guías expuestas y propuestas por Jesús de Nazareth en el Sermón de la Montaña cual, por cierto, es tan socio-humana esa guía cotidiana que ha servido y es utilizado por otras confesiones cristianas. Consideramos que el “Sermón de la Montaña” va más allá de la propia comprensión humana cotidiana debido, quizás, a la propia esencial del “pecado original”. Expliquémonos.

La primera decisión de plena libertad y el primer pecado de la Creación son las decisiones asumidas, reiteramos, libremente, por el “ángel caído” (comúnmente, denominado como Lucifer). Él (el Diablo –con mayúscula-) decidió compararse con El Creador considerando “su paridad” en esa teológica incomprensión que es la Creación. Ella (la comparación) lo llevó (en reflexión personal-angelical) a expresar el pecado de la “soberbia” que, consideramos, lo llevó a manifestarse en enfrentamiento (según la Biblia) con su propio Creador (Dios). Es decir, la soberbia, base fundacional de los pecados, ha producido, sin ambages, guerras, enfrentamientos intra-familiares, usura, por mencionar algunas realidades anti-ético-morales y anti-natura. Al comprender esa realidad tenemos, inevitablemente, que aceptar la profundidad teológico-social del mandamiento arriba expresado del “amor al prójimo” y, por ende, comprender el profundo significado del “Sermón de la Montaña”.

Ello nos regresa al Comandante (Hugo Rafael Chávez Frías) quien en su expresión como “ser social” y en su responsabilidad como “mandatario” vive viviendo el mandamiento del amor al prójimo; lo demás queda para la propia comprensión en humildad del y de la lector-lectora.

En otro orden de ideas, leyendo el texto de Rabindranath Tagore (1861-1941): “Nacionalismo” (Taurus. Madrid, 2012, pp. 103), primeramente, nos recordamos de aquella investigación que realizamos en la Hemeroteca del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), en Beijing, cuando, leyendo uno de los matutinos (en inglés; también se publicaban, además en idioma chino, en yiddish, alemán, francés y ruso) que se editaban en la ciudad de Shanghai, conocimos de la visita de Tagore a aquella populosa y financiera ciudad del Oriente de Asia para participar en un seminario-discusión junto, por ejemplo, Bertrand Russell, sobre la revolución en las colonias y el nacionalismo en aquellos tiempos cuando Mao Zedong ya había publicado sus tres (3) textos sobre el republicanismo para su provincia natal (Hunan) siguiendo el modelo de moda estadounidense tan en boga en China  antes de partir (Mao Zedong) a la ciudad de Beijing para, estando en la Universidad de Beijing, trabajar como ayudante de bibliotecario con quien, posteriormente, sería en primer Secretario General del fundado PCCh, Chen Duxiu, y, por supuesto, enamorar a la hija de este jefe de biblioteca universitaria y, al tiempo y conjuntamente, sostener ideológicas discusiones sobre el futuro de la revolución en China con Li Dazhao, co-fundador e ideólogo del PCCh. Por aquellos tiempos históricos, en Asia la discusión era sobre el rescate del nacionalismo, la Historia Patria y la revolución anti-imperialista y anti-colonial.

En siguiendo con ese discurso, nos permitimos transcribir una de las frases contenidas en el texto referido cuando Tagore se refiere al nacionalismo en Japón.

“…Por mi parte (nos comunica Tagore en el texto), no pudo creer que Japón se haya convertido en lo que es imitando a Occidente. La vida no admite imitaciones y la fuerza no se puede simular por mucho tiempo. Es más, la mera imitación es una fuente de debilidad, pues inhibe nuestra auténtica naturaleza y se acaba convirtiendo en un obstáculo. Es como si al recubrir nuestro esqueleto con la piel de otro hombre, los roces continuos entre esa piel y nuestros huesos dificultaran cada uno de nuestros movimientos…” (Idem, pp. 10-11)

Terrible frase particularmente para los revolucionarios que hemos caminado tantos textos de estudio sobre revoluciones en la Historia.

 

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Miguel Ángel del Pozo


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