La MUD se desgarra entre Nicolás y Diosdado

Nadie podía imaginarse que la oposición terminaría dividiéndose entre los que están “patria o muerte”con Diosdado Cabello y los que juran jugarse la vida por Nicolás Maduro. Los más maquiavélicos de un bando y el otro están desconcertados. El autor de El Príncipe no llegó a niveles tan bizarros de tramas políticas. Más se le aproximaría el teatro del absurdo de Ionesco, pero la realidad que atormenta a la MUD supera la ficción del dramaturgo francés.

El inesperado cisma de la oposición comenzó en la Asamblea Nacional, cuando el Vicepresidente de la República, Nicolás Maduro, hizo llegar una carta en la que informaba que el presidente Chávez no podría presentarse el 10 de enero para su juramentación. En la correspondencia, el alto funcionario invoca el artículo 231 de la Constitución, en la parte que establece: “Si por cualquier motivo sobrevenido el Presidente o Presidenta de la República no pudiese tomar posesión ante la Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia”.

Se armó la de Dios es Cristo, pero no entre chavismo y oposición, sino entre esta solita, dividida en dos toletes irreconciliables. Lo de “tolete” no lo tomen como una licencia lingüística, sino por lo que es: un recurso retórico al que solía apelar el doctor Rafael Caldera cuando se emocionaba. Ninguno de los bandos está dispuesto a ceder, ni los “cabellistas” de la MUD, ni lo “maduristas”, también de la MUD. O dicho en tono de panas, ni los “nicolasistas” ni los “diosdadistas”.

A los diputados bolivarianos, al principio, nos agarró fuera de base esta guerra fratricida entre hermanos de la MUD, aunque ya se sabe lo terrible que son los odios mellizales. “Cabello debe ser el Presidente y ni un paso atrás”, se desgarró un parlamentario de Primero Justicia. “Para quitarle la silla a Maduro tendrán que pasar por sobre nuestros cadáveres”, amenazó una dama neo-adeca”. Los más confianzudos obviaban el apellido y defendían a los suyos por el nombre de pila: Nicolás o Diosdado, incluso algunos de los más lisos, apelaban a los diminutivos: Nico o Diosdo.

Allende las fronteras, la derecha internacional no salía de su asombro. Por eso la vocera del Departamento de Estado declaró que respetaban el fallo del TSJ, algo insólito en la historia universal de la diplomacia, pues Estados Unidos ni siquiera le para a las decisiones de las Naciones Unidas. Manuel Rosales envió una carta desde Panamá donde confesaba estar más confundido que de costumbre. Carlos Ortega, desde Lima, repitió una frase que había pronunciado en 2002, cuando el paro se le fue de las manos: “Como ellos son inteligentes, vamos a ponernos brutos, a ver si nos entendemos”.

Observando aquella guerra intestina entre Montesco de la Mesa de la Unidad y Capuletos de la oposición, el ex subsecretario de Estados de EEUU, Roger Noriega, maldijo todo el dinero entregado (y perdido) a partidos y ONG que le juraron tumbar a Chávez. Ahora se mataban entre ellos por dos chavistas: Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. En Ciudad Guayana, los sobrinos del cura Ugalde, alumnos de la UCAB, quemaban caucho al grito de “Diosdado Presidente”. Lo mismo hacían los “manos blancas” de la UCAB del Táchira, pero con la proclama de “La UCAB a la calle, Nicolás a Miraflores”. Y los más radicales lanzaban un ultimátum: “!Nico o nada!”.

Abrumado, el gringo Roger Noriega declaró a CNN que la oposición venezolana es “inepta”. Al día siguiente, una pinta estallaba como iracunda respuesta en los baños de Fedecámaras: “Yanqui, go home!”.

earlejh@hotmail.com


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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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