“La envidia, la avaricia, la mentira y la intriga, son las peores enfermedades de un pueblo”
Anónimo…
Nunca se imagino el dramaturgo francés Jean-Claude Brisville, quien escribió “La Cena” en 1989 basado en el tema: “El vicio apoyado en el brazo del crimen”, con Charles Maurice Talleyrand (Josep María Flotats) y Joseph Fouché (Carmelo Gómez) como “protagonistas diabólicos de un momento muy concreto de la historia de Francia”.
En junio de 1815, el ejército francés es derrotado en Waterloo, Napoleón vuelve a París, y dos días más tarde el emperador abdica a favor de su hijo. Fouché es nombrado presidente del Gobierno provisional.
La obra se basa en hechos reales: el encuentro que mantuvieron el 7 de julio de 1815 ambos hombres, dos piezas clave en medio de la convulsionada Francia de la época invadida por los ejércitos de Inglaterra, Prusia y Rusia, tras la sangrienta derrota de Waterloo, y justo antes de que Luis XVIII accediera al trono, y los dos le juraran fidelidad.
Estos personajes entrados en la historia formaron parte de ese tipo de parejas políticas siniestras que de vez en cuando, ciertos escritores de prestigió sacan a la luz publica, y que luego son objeto del análisis político en la realidad de hoy para la comparación. En "La cena", escrita por Jean Claude Brisville. ¡Cenaron! Charles Maurice de Talleyrand, y Joseph Fouché, que sirvieron y traicionaron a lo largo de su vida a la República francesa, al Directorio, al Consulado, a Napoleón y a Luis XVIII. Dos hombres de carácter diferente, enemigos acérrimos que se ven obligados a pactar para mantenerse a flote. “Vos necesitáis mi fuerza", afirma Fouché, y Talleyrand responde, "Y vos mi cabeza".
Ambos políticos cenaron en la residencia de Talleyrand la noche del 6 al 7 de julio de 1815; La cena revela hasta donde puede llegar la negociación, y la intriga política de dos personajes que únicamente se servían, a sí mismos utilizando esta trama: "Con una buena Policía sólo puede haber un buen Gobierno porque nadie podrá decir que es malo", dice Talleyrand; mientras que, para Fouché, "el poder será de la Policía, de los espías, de los delatores. Éste será el orden": cínica reflexión de quienes sólo ansían mantenerse en el poder.
La capacidad de maniobra para mezclar los asuntos de Estado, y las razones personales era para ellos, un don: donde la corrupción, y el crimen eran los medios para retener el poder; la riqueza personal era el principal objetivo. Por eso Talleyrand le señalaba a Fouché: "Ganemos la paz, ganemos la guerra; pero ganemos dinero".
Talleyrand y Fouché, fueron dos genios cínicos, que se desnudaban uno ante el otro, por necesidad, por supervivencia, para controlar los infernales mecanismos del poder de entonces. Talleyrand una vez le dijo a Fouché: "¿A qué Gobierno le gusta ordenar que disparen contra el pueblo? A veces hay que dispersar ciertas concentraciones de facciosos en interés del propio pueblo". "Soy un prevaricador y un depravado. Mas de todo me protege mi talento. Hay en mí algo inexplicable que acarrea la desgracia de quienes me ignoran". Fouché le respondió a Talleyrand: "La política no existe, existe la vida. Y la vida no es más que el nombre que adopta la política cuando pasa por nuestras venas.
Esta obra de la Cena la traigo a colación, por la cadena de intrigas que se están tejiendo nacional e internacionalmente, por el misterio como se esta manejando la enfermedad del presidente Hugo Chávez, dándole crédito a las mas perversas especulaciones, y rumores sobre su real estado de salud. Yo creo que en Venezuela no existan canallas hoy en día así, como los descritos en la obra la Cena. No estoy seguro pero a veces la duda me arropa.
En Venezuela todavía existen políticos que se dedican a mentir, robar, manipular. Muchos siguen siendo mediocres, torpes, ignorantes, sin clase ni luces, de lo que es el socialismo. A los venezolanos si Chávez fallece, no nos deben gobernar los desechos, y menos los politiqueros sin remedio.
Lo más prudente es que el pueblo venezolano evalúe muy bien el mensaje de Hugo Chávez, del 8 de diciembre del 2012: sobre un líder al que conozcamos, y que nos necesite para ayudarlo. Si bien no hay políticos de la dimensión y carisma de Hugo Chávez, que estén alejados del cinismo, y la perversidad, ya que esto no debe seguir siendo, el ya consabido enroque de ajedrez a los que nos tenía acostumbrados el presidente Chávez, en la revolución bolivariana en este momento histórico. Al cinismo hay que amputarle el brazo de la ambición; o sea el vicio apoyado en el brazo del crimen.
Percasita11@yahoo.es