Eliseo Verón ha definido el poder del discurso como la capacidad que tiene un discurso A de modificar un discurso B.
Cuando se tiene poder social, político, económico, militar, etc., toda palabra que se emite se convierte en instrumento de poder. Es decir, en un discurso que tiene capacidad de modificar unilateralmente todos los demás.
Por ello el totalitarismo mediático no transmite información sino que la decreta, como cuando el gobierno de los Estados Unidos decretó que en Irak había armas de destrucción masiva. Es totalitario en la medida en que no admite refutación, no promueve pruebas, no pretende demostrar nada. Cualquier intento de refutación es ahogado en violencia simbólica, en calumnias o, peor todavía, en un silencio cicatrizado. Dice o calla lo que le da la gana. Es un vandalismo verbal.
Poco importa si dice verdad o mentira; lo que importa es que es inapelable. No tiene siquiera sentido refutarlo porque no se presenta en la forma de proposiciones para ser consideradas. No es posible tampoco darle la razón porque en cualquier momento decreta que la realidad es lo contrario de lo que antes dijo. Así, los talibanes fueron «combatientes de la libertad» mientras atacaron con Rambo III la invasión soviética y de repente se los declaró terroristas.
El único modo de enfrentar este discurso totalitario es lo que hace el pueblo venezolano: con acciones. Decretaron que Chávez perpetró una masacre en Llaguno y el pueblo ni siquiera ignoró ese Diktat y devolvió el poder político a quien había elegido, es decir, al presidente Chávez. En 14 años el pueblo ha respondido organizándose, actuando, marchando, votando, trabajando. Todo el pueblo, incluyendo al de oposición, rechaza la guerra civil que el Imperio nos ha decretado.
Pero tiene un talón de Aquiles: la ilusión de unanimidad. Los medios van cayendo uno a uno bajo su dominio hasta copar el espacio simbólico. Pero esa omnipotencia es omnidebilidad porque basta cualquier voz que vocee que el Emperador va desnudo para que se desmorone. Chávez dijo «huele a azufre» e inmediatamente el mundo lo elevó a contendor fundamental del Imperio. Por eso mientras más vilipendian a Chávez, más fuerte se les vuelve.
De nuevo Venezuela marcando pautas al mundo.
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