En la tarde del 6 de marzo, visiblemente conmovido, el vicepresidente Nicolás Maduro dio la trágica y dolorosa noticia que nunca hubiéramos querido escuchar. Había fallecido el presidente comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Difícil asociar la muerte con ese hombre tan vital que tanto amó la vida y movió cielo y tierra por hacerla más libre y digna a los pobres de la Tierra.
Nacido llanero(Barinas, 1954), donde florecen silvestres el canto y la poesía, su trazo vital marca un punto de giro decisivo en la historia de América Latina y el Caribe de hondas repercusiones planetarias. En poco más de dos décadas desarticuló la estrategia de recolonización estadunidense de nuestra región encarnada en el Alca(Mar del Plata 2005), impulsó y fue el líder más notorio del surgimiento de un bloque de gobiernos opuestos al Consenso de Washington, fundó junto a Fidel Castro la fraterna Alba, tejió plurales alianzas conducentes a la creación de la Unasur y la Celac. Aglutinó a un grupo de líderes que dio pasos de gigante hacia la concreción del proyecto de unidad latinocaribeña de Bolívar y Martí y en colocar a nuestra América como el polo de resistencia principal contra la dominación mundial del imperialismo.
La gallarda rebelión armada(1992) que encabezó contra las políticas neoliberales de Estados Unidos y sus aliados locales proyectó al teniente coronel Chávez como líder nacional. Con su alzamiento el joven oficial y cientos de sus compañeros cumplieron con un mandato del pueblo venezolano, que tres años antes había sido reprimido sangrientamente durante el caracazo en respuesta al vigoroso repudio que manifestó en las calles contra aquellas políticas.
Chávez tomó muy en serio y se comprometió muy joven con las ideas y la trayectoria de Simón Bolívar, muerto aún más joven que él. La educación familiar de padre y madre humildes maestros de escuela, el destacado paso por la academia militar y su ejecutoria como oficial del ejército le permitieron a su inteligencia, avidez intelectual y sensibilidad excepcionales nutrirse del arsenal de conocimientos, experiencias e ideas que sellaron para siempre su comunión con el pueblo. Le cabe como a pocos aquella definición del Che cuando afirmó que “el verdadero revolucionario actúa guiado por sentimientos de amor”.
Sentía por Fidel profundo respeto, admiración y cariño y en fluido intercambio con él delineó las líneas maestras de su accionar y de la nueva arquitectura latinocaribeña, que enriqueció y llevó a cabo con inigualable maestría. Fidel reconoció muy temprano en él sus cualidades de estratega y conductor de pueblos y junto a Raúl le entregó una entrañable amistad. Chávez también quiso mucho a Cuba y a los cubanos y dedicó grandes esfuerzos a cimentar la solidaria y leal alianza venezolano-cubana, cuyos frutos no han podido ser más nobles.
Si las grandes trasformaciones de América Latina y el Caribe en los últimos años tienen en Chávez a uno de sus protagonistas más insignes, lo mismo puede decirse de la que lideró en Venezuela. De país subordinado a Estados Unidos, dominado por una elite racista, rapaz y represiva, que marginaba al pueblo de las decisiones y mantenía a millones apartados del disfrute de los más elementales derechos, Chávez recuperó la patria para todos e hizo al pueblo el actor político y social principal. Impulsó una refundación política, económica y cultural que puso de nuevo el socialismo en el orden del día a escala internacional y trasformó a Venezuela en un modelo de democracia. Rescató el petróleo como palanca del desarrollo nacional, de solidaridad y de posicionamiento geopolítico. Liquidó el analfabetismo e hizo de la salud, la educación y la seguridad social derechos universales, creó cientos de miles de puestos de trabajo y aumentó el poder adquisitivo de la población. Pero su conquista más importante es haber transformado al pueblo venezolano en partícipe activo, unido y muy consciente de la política nacional e internacional. No hay contrarrevolución que pueda contra eso.
Es proverbial el odio de los círculos dominantes de Estados Unidos, el capital internacional y sus colaboradores criollos contra Chávez. Asquea lo que escriben y dicen aún después de su muerte los que presumen de sus letras y voces libres, que sabemos esclavas. Tanto es el temor que les provoca la grandeza del venezolano y de su ejemplo.
Hay hombres que hasta después de muertos dan luz de aurora, escribió José Martí. Chávez es uno de esos.
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