Chávez no tuvo tiempo de repensar su gabinete de gobierno. Lo abatió la fulminante enfermedad que por algún tiempo padeció. Con seguridad, la reorientación de su cuerpo gubernamental rondaba con insistencia su pensamiento siempre proclive a los mejores destinos de Venezuela.
Y casi seguro entonces, un cambio sustancial venia por estos tiempos en la configuración humana de sus colaboradores. La impaciencia de Chávez en torno a la estructuración de las comunas como célula fundamental del socialismo que impulsaba, fue siempre el meollo de sus anhelos. Como se sabe allí muy poco o casi nada se ha avanzado.
La praxis política no avanza si los encargados de impulsarla, igual poco o casi nada, creen en ella. De manera que los hombres de revolución que Maduro después del 14-A necesita son quienes, a comprobada honestidad, utilicen el binomio pensamiento-acción como modelo para desarrollar el país en el marco de la sociedad socialista.
De nada valen abultados teoricismos izquierdizantes o memorables pensamientos nutridos desde viejos baúles marxistas, si no hay fortaleza de convicción para aportar en la práctica ni siquiera un pepino de lo que se prodiga. Menos aún ha de esperarse, de bisoños recién advenedizos a la izquierda y al gobierno, con volátiles argumentaciones y debiluchas posiciones que contrastan con la conceptualización prodigiosa del socialismo que se propulsa. Maduro, en consonancia con los más nobles ideales del líder Supremo de la revolución, debe hurgar en el sustrato socialista de alto calibre revolucionario, para conformar un gabinete que impulse los cinco preceptos de gobierno que tuvo a bien Chávez diseñar y que son base fundamental del plan 2013-2019. Sin ataduras que puedan cercenar los avances de la revolución y con el juicio que el máximo líder y el pueblo venezolano pongan en sus manos este Abril, debe el próximo presidente, acometer las mejores estrategias de gobierno. Hilar fino desde Miraflores en la escogencia de sus colaboradores. Atinar en las políticas públicas en el marco de la revolución y el desarrollo económico de los pueblos.
Preciso en el orden internacional. No desmayar en el internacionalismo solidario y antiimperialista. Buscar en fin hasta lograrlo, la mayor felicidad de nuestro pueblo. El reto de Maduro es espinoso. Pero se apartarán las espinas del camino si desde el mismo Abril, selecciona con prontitud y tino los hombres y mujeres que, ratificados unos, a lo mejor otros no, irían a conducir el glorioso vehículo de la revolución.
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