Es posible que en el delgado sedimento pútrido donde cohabitan los conjurados de la izquierda y que hoy posan de hinojo ante la derecha más obscena de Venezuela, no haya alguno con más desaciertos que el desmejorado ex masista Ismael García.
Todas sus acometidas políticas se han convertido en un rosario de torpezas, desde aquel famoso regaño público que el Comandante Chávez le hiciera después del fracaso que mostró en una línea de comando electoral que se le confiara en el proceso revocatorio de 2005. Y la desgracia política signó desde entonces el trajinar descolorido de Ismael, cuando marcó distancia con el proceso revolucionario.
El hombre cuya percepción de la política ha sido el tráfico de influencias, con lo que impuso en la bisoña revolución de entonces, el logro de importantes cargos públicos para sus familiares y allegados, cada vez que habla hoy por hoy, peca en el dislate y la insensatez.
Es probable que su edad sexagenaria y el stress de la traición le hayan producido algunos lesiones neurales que le hayan atrofiado el natural acompasamiento de ideas y frases que la mayoría aun a su edad conservan. Porque es que el fulano no ha pronunciado frase alguna en los últimos tiempos, al margen de la armonía gramatical y los elementales signos de discreción. Y eso le produce repugnancia política entre sus conmilitones.
Cuentan lo que muy cierto parece ser, que su jefe Capriles ya ni le oye ni lo quiere ver y que a través de terceras vías ha recomendado que el tipo ni lo nombre ni lo insinúe. Por eso el pobre Ismael, en desesperado esfuerzo por arrimársele a su jefe, saca chicha, se aleja un poco pero no mucho y pivotea en defensa azarosa a Henry Falcón que también podría meterle una manito en la chiquitica que terca a Ismael no le abandona.
Y el hombre de los malos procederes administrativos en Barquisimeto, como busca ayuda por todos lados debido el proceso que se le sigue por latrocinio de los dineros públicos, lo acoge en su regazo, por aquello de que “en malos tiempos hasta las manzanas fermentadas sirven pal postre”. Ya el azaroso curso político de Ismael García busca con patética performance la desembocadura de la herrumbre que acumuló en su discurrir. Un encharcado delta donde rinden el oprobioso tributo los traidores, será su destino final.
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