Siempre hay que escribir con el puño de la verdad y rematar con la pluma de tinta roja para que las palabras palpiten intensamente y no se coagulen en la maldad del pecado. Hay que tener conciencia de Dios y valorar la fe de los hombres y mujeres que se inclinan y someten a la voluntad del Ser Supremo. Todo lo debemos ver con la luz plena de la comprensión y un elevado nivel de conciencia política y religiosa, porque como dice la canción de Alí Primera: “No, no, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz”. Palabras de canto terrenal que retumban en la conciencia cuando dice: “nada se puede lograr si no hay revolución, reza el rico, reza el amo y te maltratan al peón”.
Precisamente, aprovechando que son estos días santos, he querido hacer esta reflexión para destacar la importancia que juega la fe al interior de las personas y mantener vivo, dos mil trece años después, el recuerdo de Jesús de Nazareth, quien soportó el martirio de la crucifixión hasta el último aliento, pero no claudicó, no se doblegó antes sus enemigos ni tampoco vendió sus ideales. Con esa misma entereza de alma hay cientos de miles de personas que han dejado su huella firme tras su partida al encuentro con el padre celestial. La grandeza del pensamiento de Jesús, junto al resto de las ideas de los hombres y mujeres grandiosas de la humanidad, es lo que ha permitido construir las vastas llanuras del conocimiento político, económico, social, cultural, militar y religioso…
Y en ese cultivar espiritual e intelectual nos hemos ido nutriendo para no caer en el vacío de los abismos ni las palabras truncadas. Una manera de encontrarnos con nosotros mismos y con Dios es a través de la oración, donde aprovechamos darnos golpes de pecho y con eso creer que ya estamos perdonados y listos para seguir pecando. No obstante, mas allá de esas manifestaciones de fe, la oración debe y tiene que ser una auténtica conversación con nuestro propio subconsciente para potenciar nuestros deseos intensos sobre la vida, para expresar la gratitud de ser hijos de Dios.
De eso trata, ser justo hasta en la imaginación del silencio y no esperar que Dios muestre parcialidad hacia ti y castigue a tus enemigos. Eso, además de ignorancia, es la distorsión y la perversión de la oración, porque las oraciones egoístas comprenden confesiones, demandas y solicitudes materiales. Precisamente, la oración egoísta y materialista es incompatible con la ética y el amor. Mientras que la oración ética fortalece y consuela, la materialista está destinada a traer desilusión y desencanto.
Entonces, que sirva esta Semana Santa para fortalecer ese amor que sentimos por ese gran venezolano que fue Hugo Chávez y que oremos por esa nefasta clase opositora que anda sumida en la total oscuridad espiritual. Que cesen ya sus ataques de odio escuálido y de verdad puedan encontrar el camino democrático y acepten la voluntad de la mayoría. Aprovecho desde espacio y como católico, hacerles un llamado a los sacerdotes de la iglesia católica y líderes de otras religiones que contribuyan a sembrar la paz y no utilizar el púlpito religioso para sus mensajes de duda sobre la legitimidad del gobierno y desconocimiento de la constitución. Por allí se comenta que en algunas iglesias del Táchira las misas son utilizadas para hablar peste del gobierno e inclusive, lo mientan “nefasto régimen chavista”. Perdónalos Señor, porque no saben lo que dicen. Amen.
Politólogo
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