Chávez: entrañable transparencia

Desperté con el dolor intacto, abrí la ventana y miré hacia lo más alto, le pregunté a la vida ¿por qué? ¿Qué sentido tiene regocijarse con alguien como tú por tan poco tiempo? Me ahogo sin la respuesta, el sentimiento es superior a cualquier pudor, toco fondo, no puedo evitarlo.

Cuanta lucha por delante, que cantidad de vidas por rescatar, cuantos viejitos por consentir, tantos niños y jóvenes por disputarle a la muerte ¿qué pasó? ¿Dónde te fuiste?

Lo que nos dejaste es conmovedor, ayer recordé a la abuela que no veía, tocada por el Milagro de tus ideas pudo ver a sus nietos, lloró, nunca había visto sus rostros, para los que todo lo compran o lo venden era innecesario devolverle la vista a esa viejita, para ti no, le entregaste esa Misión a médicos convencidos del amor, hoy pueden ver luz los que antes -por sus cataratas- sólo veían sombras.

Borraste del recuerdo a aquellos viejos maltratados con gases tóxicos y ballenas de acero por reclamar una pensión digna, hoy ya no tienen que hacer colas, les acaban de entregar mágicas tarjetas para ahorrarles aquel esfuerzo, cobran el salario mínimo de un trabajador activo, aunque alguno de ellos no te lo reconozca, hiciste lo correcto.

La nostalgia invade hasta los huesos, ahora mismo llega a mi mente una anécdota de la cual fui testigo, nunca en los gobiernos de la “democracia” sin alma un atleta con discapacidad había sido atendido en Miraflores, pero llegaste tú y esa infelicidad quedó atrás.

En aquel país que encontraste no había espacio para “ciegos”, “mochos” y otras tantas personas “especiales”, la estética perfecta que nos vende la publicidad no daba cabida a lo humano, tu mensaje es tan necesario que la mayoría no dudó en reconocerte.

Puedes ir satisfecho, hoy las personas con alguna discapacidad tienen un apoyo real, también encomendaste esa Misión, le pusiste el nombre de un hombre de fe. José Gregorio Hernández recibió la reivindicación que le ha negado el Vaticano, pero que su pueblo le manifiesta con fervor cotidiano.

Corazón Adentro quedó aquel acto de tu misión cultura, niñas cantando, y una de ellas con discapacidad visual te dijo: esto es para ti mi presidente, “llevo tu luz y tu aroma en mi piel y el cuatro en el corazón”….Se guindó sobre tu cuello con una emoción que se fundió en llanto, te abrazó como millones quisimos hacerlo para agradecerte, estremeció el alma de todos, eso eres, un torrente de emociones incontenibles, un estremecimiento a la conciencia, un resonante llamado de atención a lo humano que hay en nosotros.

Cuando creo que no te veré más es cuando más te veo, reflejado en el relato del vecino que vivía en la calle, a merced de piedras de humo que violentaban su cerebro, de repente desapareció. Me lo encontré año y medio después, no me reconocía, estaba bañado y bien vestido, con un carnet en su franela, es funcionario público. Me dijo que una Negra llamada Hipólita lo rescató del infierno, puedes estar seguro camarada, ni con los millones del mundo alguien podrá pagar lo que hiciste por ese compatriota.

Los generales a los que antes instruían en el oficio de la represión, tú los pusiste a servir a los “mendigos”, “pordioseros”, “huelepega”, “recogelatas”, sí, así los llamamos nosotros los ilustres ciudadanos que no hacemos nada por nuestros hermanos en situación de calle.

Por eso tú cambiaste la lógica ¿Cómo podría la pujante industria de la guerra apoyarte? ¿Cómo pedirle a la acomodada sociedad civil que te entienda? Cómo podría comprenderte aquel que enfriado por su aire acondicionado miró con náusea el abrazo que le diste al “indigente” cerca de la Plaza Caracas.

Verifico a mí alrededor y no te has ido, puedo escucharte en la anécdota de la señora que moría todos los días conviviendo con la amenazante quebrada. Ahora vive plenamente, lejos de la angustia cotidiana, gracias a tu Gran Misión de sueños cumplidos. Cuanta paz llevaste a esa familia, eres el milagro que esperaba esa madre, ya no teme que sus hijos le sean arrebatados por un palo de agua.

Aunque las lágrimas siguen nublando mi vista, te veo, estás allí, cada vez más nítido en tu pensamiento y obra, como luz ilimitada de un camino que creíamos condenado a la penumbra, confieso que te lloro, llevo mis lágrimas con dignidad, pero tu nombre será siempre más relacionado a la lucha que a la tristeza, eres una arenga urgente a volver a ser lo que alguien venía deshumanizando en nosotros.

No te has ido, no te irás nunca, estás en cada sonrisa de los que ahora tenemos patria, renacerás en cada una de las conquistas por las que seguirá combatiendo este pueblo. No pudieron ni podrán contigo, por tu entrañable transparencia Gigante, no te fallaremos este 14 de abril.

harimrodriguez@gmail.com


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