El capricho de la oposición en rechazar los resultados de la reciente elección presidencial efectuada en Venezuela demuestra que toda su intención en participar en la misma estaba orientada a crear condiciones que pusieran en duda el triunfo de Nicolás Maduro, avivando el clima de violencia política que caracterizó su lenguaje en los días finales de la campaña electoral. Esto da cuenta del talante fascista de los grupos opositores, quienes ahora pretenden presentarse ante el mundo como víctimas de un fraude planificado desde el Consejo Nacional Electoral (CNE), cuestión que desde un principio dejaron establecida a través de los diferentes medios de comunicación. Esta nueva situación no puede ser tolerada por el pueblo venezolano, ya que se evidencia que el único interés de la oposición está centrado en controlar el poder, al margen de cualquier consideración legal y/o democrática, tal como ya lo hicieran en el pasado, durante el 11 de abril de 2002, al derrocar y secuestrar al Presidente Hugo Chávez Frías.
De ahí que sea una total irresponsabilidad de los grupos opositores empeñarse en argüir que la victoria de Nicolás Maduro es producto de una serie de irregularidades que supondrían la consumación de un fraude electoral, más aún si tomamos en cuenta que sus representantes ante el CNE avalaron cada uno de los procedimientos implementados para cumplir adecuadamente con los comicios programados para el 14 de abril, con presencia de varios observadores internacionales. Quizás no entiendan, o no quieran entender, que a pesar de la mínima diferencia de porcentaje de votos obtenida entre su candidato presidencial y Nicolás Maduro, éste es el nuevo Presidente constitucional de la República, lo cual les obliga a acatar la voluntad mayoritaria de los electores venezolanos. Esto les serviría para demostrar ante el país su apego a las llamadas reglas del juego, como también su vocación democrática.
Frente a tal capricho opositor, los revolucionarios no podemos cruzarnos de brazos y dejar que la oposición fanatizada continúe con sus pretensiones de incendiar el país al no ver cumplidos sus deseos de ganar las elecciones y poder acabar con las conquistas populares impulsadas bajo el liderazgo del Presidente Chávez. Para ello es fundamental la movilización y la organización de los sectores populares en cada rincón de Venezuela, de modo que los grupos opositores más radicalizados desistan de su soberbia y terminen por aceptar el mandato legítimo de Nicolás Maduro. Sin embargo, dicha movilización no puede realizarse sin la debida comprensión de lo que implica la acción macabra de la oposición y de la necesidad de trabajar mancomunadamente por alcanzar una unidad revolucionaria efectiva mediante la cual se asegure la continuidad del proceso revolucionario bolivariano. Ambas cosas tienen que lograrse a través de una formación teórica sostenida, crítica y autocrítica, que nos permita avanzar -de una vez por todas- en la construcción de la nueva sociedad democrática, participativa y protagónica en la cual nos hemos visto empeñados desde hace catorce años.-