El pasado domingo 14 de abril el Pueblo venezolano se expresó en las urnas. El resultado, ha sido reconocido por la comunidad internacional casi en pleno - Colombia, Brasil, China, Rusia, Argentina, Perú... - con la nueva deshonrosa excepción de España y EEUU.
La jornada electoral en Venezuela transcurrió con total normalidad, auditada y observada por más de 170 acompañantes internacionales. La alta conflictividad política a la que se ha visto sometida Venezuela en la última década (paros patronales, golpes de Estado, revocatorios), y la amplísima experiencia del ejercicio incólume del voto, con 18 elecciones en 14 años, ha construido un sistema electoral blindado y reconocido por toda la comunidad internacional, desde el Centro Carter, que lo calificó del “mejor del mundo” hasta la propia oposición venezolana, que recabó la ayuda del Centro Nacional Electoral para sus propias primarias.
Es cierto que las encuestas se equivocaron al creer que las apabullantes muestras de dolor y amor suscitadas por la muerte de Hugo Chávez dejarían a los votantes opositores en sus casas y movilizarían al voto chavista en favor del partido y el candidato designado por su líder antes de morir y el resultado resultó ser estrecho, 50,78% de Nicolás Maduro frente 48,95% del opositor H. Capriles1, es decir, “sólo” un 90% de los seguidores del Presidente Chávez el 7 de octubre de 20122 le dieron su confianza a Nicolás Maduro el 14 de abril.
Pero al margen de que considerando el peso específico del magnetismo personal y el indiscutible liderazgo emocional y motivacional de Hugo Chávez, el resultado del traspaso de confianza debiera considerarse un relativo éxito, por cuanto hay que considerar que los 7.575.506 votos chavistas son votos extremadamente conscientes - unos de la continuidad del Proceso Revolucionario, otros de la trascendencia del papel de Hugo Chávez en la historia venezolana y muchos beneficiarios directos de la ampliación del acceso a derechos sociales y mejoras tangibles en sus vidas (vivienda, educación, alimentación, salud)-, lo cierto es que la erosión del capital político del Proceso golpeó con dureza la moral del campo bolivariano, que se sintió perdedor el 14 de abril.
Y este y no otro el escenario en el que la oposición perdió, perdió por la mínima pero perdió.
El líder opositor, Henrique Capriles, alejándose en sus formas de su formación política en las filas de COPEI (partido hermano del PP español) y la organización Tradición, Familia y Propiedad (un grupo de poder religioso latinoamericano con amplios paralelismos con el Opus Dei en Europa), había seguido una estrategia de marketing político durante ambas campañas electorales - 2012 y 2013- que lo hacía aparecer como un “mejorador” de la obra de Chávez, al tiempo que la “solución” a la alta tensión que divide en dos campos políticos a los venezolanos. En el discurso llamaba a la “despolitización” y aseguraba que él “trabajaría para todos, fueran cuales fueran los colores políticos”, invocando el tristemente extendido “esta no es una disputa entre derecha e izquierda”.
La exitosa estrategia comunicacional desconocía intencionalmente las condiciones materiales fundantes de la existencia de dos campos políticos en Venezuela, la clase tradicionalmente desposeida y ahora visibilizada -mestizos, afrodescendientes, indígenas, mulatos, etc. - y las clases poseedoras - la mayoría blanca descendiente de oligarquías de larga data o reciente inmigración, como el propio H. Capriles3-.
La clase media entre tanto -configurada en un porcentaje no desdeñable por un amplio proceso de reenclasamiento gracias a las exitosas políticas económicas de Hugo Chávez- toma el papel contrarevolucionario que correspondió a la pequeña propiedad campesina en otros momentos históricos y como en el poema de Daniel Cezare “analiza hasta la mitad / todos los hechos / y (medio confundida) / sale a la calle con media cacerola / (...) a veces, sólo a veces, se da cuenta / (medio tarde) / de que la usaron de peón / en un ajedrez que no comprende / y que nunca la convierte en Reina”
Desquiciado H. Capriles por un resultado que no le otorga medalla de plata y que lo condenaría al ostracismo por seis años, ha tardado menos de 24h en abandonar la impostura de una estrategia que sólo respondía a un interés electoral y que ocultaba sus verdaderas intenciones, el asalto al poder a toda costa.
En esta línea, a sabiendas que el un “recuento” duraría semanas y sometería a Venezuela a un escenario de inestabilidad política en un contexto inflamable, desconoció el resultado en la noche del 14 y 15 de abril y lanzó a sus seguidores a la confrontación civil en las calles bajo el argumento de que estaría pidiendo “un simple reconteo del 100%, ¿por qué no contar?”, un argumento de fuerte impacto comunicacional útil al objetivo de sembrar dudas respecto a la credibilidad del proceso electoral. La oposición oculta que en el 100% de los colegios electorales al menos en una mesa los comprobantes de voto fueron recontados y auditados tal y como indica el art. 439 del Reglamento General de la Ley Orgánica de Procesos Electorales de la República Bolivariana de Venezuela, que el total de los votos recontados de oficio es de 54%, un porcentaje que incluye muestras de todos y cada uno de los colegios electorales del país y que no reveló ni una sola irregularidad. Oculta también que la comunidad de observadores internacionales cuenta con el 100% de las actas firmadas por los propios testigos opositores y ha certificado el resultado. La oposición cuenta con exactamente las mismas actas firmadas pero -sin mostrar pruebas- asegura que tienen un resultado diferente.
Con el argumento de sustentar su solicitud de recuento, H. Capriles ha convocado concentraciones en las sedes regionales del CNE en el día de hoy y ha arropado las protestas que ya han desembocado en múltiples asaltos a viviendas populares en zonas de clase media alta -ocupadas tras la expropiación de edificios vacios-, quemas a sedes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), agresiones a centros de salud del convenio médico venezolano-cubano (CDIs), el ataque a la vivienda de la Presidenta del Consejo Naciona Electoral, y en 7 muertos del campo bolivariano que trataron de defender los espacios públicos atacados.
La escalada de provocación pretende sin duda la confrontación con los sectores chavistas, buscando un baño de sangre que justificara dudas sobre la gobernabilidad del país y generara grietas en una Fuerza Armada Nacional Bolivariana que se muestra comprometida con la defensa de la democracia y el resultado de las urnas.
Como punto culminante de la estrategia de desestabilización la oposición convocó una marcha contra el CNE, situado cercano al Palacio Presidencial de Miraflores y en plena zona chavista de Caracas.
La prohibición del Presidente Maduro de la celebración de la marcha opositora que hubiera supuesto un conflicto civil ha obligado a retroceder al líder opositor, ante el riesgo de quedar definitivamente marcado por la mancha de la responsabilidad.
EEUU -un país con el que Venezuela tiene rotas relaciones- ha hecho explícito su desconocimiento del resultado en Venezuela4 mientras Rafael Correa llama al Sur, agrupado en UNASUR ha asistir masivamente a la toma de posesión el viernes próximo y garantizar así la paz en Venezuela.
Estos dos últimos hechos apuntarían al intento de la derecha venezolana de - sabedores de que su aspiración máxima puede ser la erosión del Gobierno y negada la posibilidad de que se desconozca el resultado real y de gobernar contra los bolivarianos- 1) posicionarse en la mejor situación para obtener acuerdos a corto plazo con el gobierno bolivariano y 2) apostar a una estrategia a medio plazo de desgaste del gobierno.
Si bien la solidez institucional, militar y militante de la Revolución Bolivariana es hoy mucho más firme que cuando enfrentó el golpe de estado de abril de 2002, la ausencia de su máximo líder y el desgaste del apoyo popular consustancial a un largo periodo de gobierno pudieran complicar las próximas horas en Venezuela.
En el plano simbólico Venezuela es un pilar fundamental para aquellos y aquellas que creemos que el Fin de la Historia no llegó y que otro mundo Sí es Posible. En el plano geopolítico Venezuela una pieza clave de la autonomía e independencia política que ha logrado América Latina en los últimos años, ya liberada en gran medida del tutelaje norteamericano.
Los que militamos en la izquierda antifascista internacional estamos obligados a apoyar a este Pueblo que se atrevió a desafiar su destino manifiesto y que ahora nuevamente paga “tanta osadía” viendo amenazada su independencia.
Militante de Izquierda Anticapitalista
desde Caracas (Venezuela)