Claves para comprender el 14-A

Los resultados electorales del 14 de abril, y sus implicaciones históricas, sociales, políticas y culturales, deberían conducir todas las energías y toda la voluntad hacia la reflexión, la autocrítica y al debate profundamente humilde pero esencialmente honesto en el seno de las fuerzas revolucionarias leales al proyecto revolucionario y a su líder, Hugo Chávez Frías.

En consecuencia, algunas claves que contribuirían a develar la peligrosa evidencia de la realidad y su preocupante costo político, entre otras que quedarían para próximos ejercicios reflexivos, pudieran ser las siguientes:

La inaudita sensualidad del poder con que la burocrática dirigencia encumbrada en algunas regiones del país ha exhibido placenteramente esa deliciosa fiesta del lado lúdico del hombre llamada circo, cuyas funciones mediáticas reflejan el primitivismo de unos actores reeditando la apoteosis del imperio romano con su aforismo predilecto: “dale al pueblo pan y circo, y lo tendrás bajo tu yugo”, con la diferencia de que hoy los medios de comunicación son la gran carpa del espectáculo circense donde exhiben toda clase de maromas para deleite de la adolescencia y de la ingenuidad política.

Los estériles discursos carentes de contenido ideológico, de propuestas racionales con acciones eficientes para la solución de los grandes problemas, y que la dirigencia burocrática encumbrada en algunas regiones del país ha inoculado en el subconsciente colectivo a través del despilfarro multimillonario en propaganda insulsa y del desfile narcisista mediático de lideruchos prefabricados cual muñecos de ventrílocuo que confunden griterío, consignas, atuendos, demagogia, servilismo y politiquería con lucha social y política, sin saber ni siquiera que en realidad no hay nada más lejos de la vocinglería que la lucha social y las auténticas batallas políticas cuando la inteligencia las convierte en verdadero arte de la discreción.

La inquietante aceptación de que la herencia histórica de lucha revolucionaria e intelectual que retomó con valentía Hugo Chávez Frías se perdió en la genética del tiempo, para involucionar luego de catorce años hacia una tropical erótica del poder en algunas regiones del país, cuya estética del bochinche convierte las conductas evanescentes del mundo festivo en métodos políticos como único mecanismo válido del cual dispone hoy en día un dirigente para alcanzar el éxito político, además de la lealtad canina hacia los jefecitos en la ejecución del sicariato político contra sus mismos camaradas sin ningún impedimento moral pero con un orgásmico deleite por la adulancia y su recompensa.

La pasiva resignación a que, en lugar del debate de ideas que hizo brillar a ilustres luchadores como honrosas referencias de la lucha revolucionaria, desde espacios de educación media y universitaria, recintos culturales, órganos literarios, tribunas políticas y hasta en el presidio o destierro político, impere ahora el despliegue festivo, la retórica de la banalidad, el bochinche, el relajo y el vedetismo mediático como estilo de hacer política, mediante una frenética competencia impulsada por el interés particular propagandístico llevado al paroxismo mediante pugnas internas por escalar posiciones, aplastando a los demás en el pestilente mundo de las falsas poses y los dobles discursos.

La aceptación lastimosa de que el vacio de verdadero liderazgo en algunas regiones del país haya cedido el paso a la perpetuidad de cacicazgos rupestres, sin más mérito o capacidad que aplicar los mecanismos del ostracismo miserable y el nepotismo dinástico para mantenerse en el poder, generando rumores, trampas, facturas, zancadillas venganzas, revanchas y sofismas desde el interior de las estructuras partidistas hacia afuera, con el fin de elevar a algún mediocre servil en cargos claves o de ensuciar el perfil público de todo aquel que ose ejercer la autocrítica y el debate, condenándolo al escarnio y a la inhabilitación, orquestando infamias y acusaciones sin humanismo, compasión ni piedad, pero en el dulce nombre del “socialismo y del amor camarada”.

La desleal resignación de que la memoria histórica de frontal irreverencia, que pedagógicamente orientó al ejercicio desde las bases populares Hugo Chávez Frías, haya sido controlada por esa dirigencia burocrática encumbrada mediante la censura sobre las voces más autocríticas y la domesticación de las mentes menos críticas, desviando el honor de la herencia heroica venezolana hacia esa especie de sumisa candidez que ha producido el encantamiento sublimado con que algunos habilidosos oportunistas logran cristalizar fácilmente, por cualquier medio y a cualquier precio sus proyectos políticos personalistas.

La anacrónica sustitución del júbilo de la rebeldía, del sentido crítico, de la lectura ideológica formativa y de la fantasía subversiva que llegó a reafirmar la noción de dignidad como conducta propia del militante revolucionario por la iconicidad del jolgorio festivo, del bochinche, de la superficialidad y de la banalidad cuando se llega a cargos o puestos de poder, hasta olvidar ese fermento humano de orgullo como legado de la indómita estirpe bolivariana, robinsoniana, zamorana y chavista ante las pretensiones de embrutecernos como rebaño domesticado, gobernado por las rutinas y las convenciones ajenas a nuestro gentilicio.

La candorosa subestimación que esa burocrática dirigencia encumbrada en las regiones ha hecho del legado formado por la indómita estirpe revolucionaria, por el aliento cósmico conjugado entre las luchas originarias hacia la eternidad como sacrificio de una raza heroica que se reconoce en el duro ejercicio de su indomable valor por la independencia de esta Patria, encarnados en el amor sublime de Hugo Chávez Frías.

"Echemos el miedo a la espalda y salvemos a la patria", recomendó El Libertador Simón Bolívar, Estamos a tiempo de la reflexión, la rectificación y el reimpulso del proceso bolivariano que retomó Hugo Chávez hasta ofrendar su vida, de volver a las raíces fundamentales como fuentes nutricias, del diálogo honesto para la unidad fecunda.

“Ellos no serán bandera para abrazarnos con ella, y el que no la quiera alzar que abandone la pelea, no es tiempo de recular ni de vivir de leyendas”, también sugirió Alí Primera. Si el pensamiento y la obra de Bolívar, continuada en Chávez, realmente viven en la verdadera esencia del ser venezolano, la lucha debe seguir con renovados bríos y fortaleza ideológica.




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