“Por qué no contar el cien por ciento de los votos y así le damos en la madre a la oposición cuando vean que los resultados arrojados por el CNE son correctos? De todas maneras con eso no se nos quita nada, todo lo contrario: refuerza la transparencia del sistema electoral nuestro como el más efectivo, preciso y transparente del mundo”.
Expresiones como ésta abundan dentro de nuestras filas revolucionarias, y de tanto repetirlas nos arriesgamos a ser invadidos por el “Síndrome de Estocolmo”, al solidarizarnos con nuestro victimario, y terminar haciendo pronunciamientos y comentarios similares a la gente de la oposición y a quienes le apoyan a nivel internacional. Otros, en un espíritu de laxitud y facilismo, esgrimen la necesidad de minimizar los conflictos y facilitar las cosas por el bien del País. En eso llevamos más de catorce años y la conducta de la oposición sigue intacta, y si no era el tema del conteo de los votos, su argumento hubiera sido otro, con toda seguridad. Esto nos lleva a la conclusión de que si complacemos los caprichos del candidato perdedor, nos convertiremos en promotores de sus conductas infantiles, orientadas a satisfacer cada antojo que se le ocurra. Y eso, como saben crea antecedentes o jurisprudencia que va a servir para que se cambien hasta las normas del beisbol venezolano, si a Capriles le diera por hacer un deporte fuerte.
La Política, sin embargo, es cosa seria. Como toda ciencia social, está llena de normas, leyes, principios que hasta en los momentos más extremos se cumplen; lo contrario es una guerra de guerrillas que no tiene reglas, o un juego de niños, en el cual se está feliz mientras se está ganando, pero que al perder se comienza a llorar y a llamar la atención de los adultos presentes, que, normalmente, se solidarizan con quien lloró sin un análisis objetivo del problema y sus causas.
Y en el juego electoral venezolano hay normas establecidas mucho antes de que tuviéramos este Consejo Nacional Electoral y presenciado la serie de elecciones que se han dado en los últimos catorce años. La Constitución de 1999, art. 228, sólo repite lo que decía la de 1961 en cuanto a que el ganador era “quien obtuviera la mayoría de los votos válidos”, es decir un voto más que su contrincante. Ante la constante presión de la oposición, la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE), del año 2009, en su artículo 144 prevé que “…cumpliendo con la Normativa Electoral, se realizará una auditoría a través de la verificación ciudadana”, y el Artículo I del Reglamento General de la LOPE, establece que se “auditará el 54% de las cajas contentivas del total de los votos escrutados”. Una muestra estadística exagerada, pero aceptada simplemente para satisfacer las demandas de la oposición y conservar la paz.
LA PAZ NO EXCLUYE LOS PRINCIPIOS
Tanto la LOPE como su Reglamento prevén los procesos y los protocolos adecuados a seguirse en cada elección desde su preparación hasta la proclamación del candidato ganador; y uno de los elementos que está previsto, como es normal, es la posibilidad de que se denuncie alguna irregularidad detectada durante el proceso eleccionario. La única forma en que podría violentarse la norma que prevé la auditoría del porcentaje señalado, sería que ésta arrojara alguna inconsistencia o hubiera hechos vinculantes que pusieran en duda la transparencia del acto electoral; ello hasta ahora no ha sucedido formalmente, y las fotos que presentan de la quema de actas o papeletas, corresponden a material de desecho de elecciones anteriores que nada tienen que ver con las del 14 de abril de 2013.
LOS PRINCIPIOS HAN SIDO CONSOLIDADOS
Todos hemos visto hasta la saciedad en VTV la grabación de la intervención del rector opositor Vicente Díaz en Globovisión afirmando que no tiene dudas de los resultados arrojados por el sistema de votación porque “efectivamente ha sido auditado, certificado, revisado y hubo presencia de los testigos”. Y todos los acompañantes internacionales, incluyendo gente de libre de toda sospecha prochavista, como el representante de Korea del Sur, que pudo haber, al menos, puesto en duda el sistema electoral nuestro para congraciarse con su país y con los Estados Unidos, lo avaló al igual que el resto de los veedores.
DEJÉMONOS ENVOLVER POR LA VERDAD
Toda la vida del ser humano es un acto pedagógico de enseñanza-aprendizaje. Un gran bien que cada uno de nosotros y nosotras debemos hacer por nuestras actuales y futuras generaciones es fundamentar nuestra comunicación en argumentos, y no en posiciones acomodaticias para evadir la realidad por temor a generar algún tipo de conflicto. Si algo debemos rescatar de esa afirmación cuasi religiosa que hicimos de “YO SOY CHÁVEZ” es asumir su método de construir la Historia de manera frontal y sin medias tintas; ver el conflicto, la dialéctica, el debate de las ideas como un principio generador del “vivir viviendo” y no de “medio vivir” o “vivir muriendo” por temor a desairar a la potencia imperial, al familiar, al asesor o al amigo. Es tiempo de que andemos en la verdad y la verdad nos hará libres.
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