Está claro que en Venezuela como cualquier país donde prevalezca el capitalismo la división fundamental, más que ser entre chavistas y opositores, es entre clases sociales. El país no está fragmentado entre un 50,78% y un 48,95% de electores, sino que, por un lado se encuentra un sector minoritario que ha explotado al pueblo y se ha apropiado de la renta petrolera por muchos años, es decir, la burguesía parasitaria y por otro lado el sector mayoritario de hombres y mujeres que vivimos de nuestro propio trabajo, es decir, la clase trabajadora.
Los procesos electorales son uno de los terrenos donde nos toca medirnos y enfrentamos, el 14 de abril fueron los intereses de estos dos sectores los que se disputaron las elecciones presidenciales, allí se decidía si continuábamos con Nicolás Maduro por la vía del proyecto socialista del comandante Chávez o volvíamos con Henrique Capriles Radonski a la etapa neoliberal que prevaleció en el país hasta finales de los '90.
Lamentablemente la brecha que definió el triunfo de Maduro fue muy corta, 272.865 votos, es decir 1,83% puntos de diferencia, dejando atrás las acostumbradas ventajas de más de 10 puntos que Chávez asestaba a sus adversarios. Cuando parecía numéricamente imposible que la derecha remontara en tan corto tiempo la distancia de más de millón y medio con la que perdió el 7 de octubre, por poco perdemos la presidencia y las reivindicaciones conseguidas en todos estos años de gobierno bolivariano.
Que Nicolás Maduro ganara, entre otros aspectos, significa asegurar espacios políticos que garanticen circunstancias favorables para seguir avanzando en la formación y organización del pueblo; condiciones que sirvan para la acumulación de fuerzas en el camino de la construcción socialista. Que Capriles Radonski se haya acercado tanto demuestra la situación vulnerable de que el proceso dependa de un resultado electoral, tal como lo dijo el compañero Vladimir Acosta en su discurso del 2 de febrero.
En definitiva, una de las lecciones que debemos extraer de lo sucedido es la obligación de llevar al proceso a un verdadero punto de no retorno, donde sea históricamente imposible la vuelta al pasado. Para ello debemos fortalecernos en los diferentes terrenos de la lucha de clases. Las elecciones son importantes, claro que sí, pero una de las debilidades de las organizaciones revolucionarias y del propio gobierno bolivariano es que hemos quedado entrampados en las coyunturas electorales, las cuales han copado gran parte de la vida política del país y han marcado el ritmo de nuestras agendas. Mientras nos avocamos a la campaña electoral, la burguesía continúa arremetiendo contra la clase trabajadora en distintos estados del país, continúa el acaparamiento de alimentos y la especulación contra el bolsillo de nuestra gente; continúa golpeándonos en los otros terrenos de la lucha de clases donde aun somos débiles.
El mejor momento político de la oposición:
Sin duda alguna estos resultados electorales constituyen el mejor momento político de la oposición en los últimos años. No habían tenido la capacidad de conseguir electoralmente un resultado tan ajustado y llegar tan cerca del chavismo, salvo en el referendo constitucional de 2007 cuando nuestra propuesta de reforma a la constitución fue derrotada por un margen mínimo, donde la diferencia estuvo más cerrada y el comandante Chávez salió inmediatamente a reconocer los resultados.
Es evidente que en el país no hay 7.302.641 burgueses. A pesar de la derrota electoral que se niegan a reconocer, ésta cantidad de votos conseguidos constituye la mayor victoria política de Capriles. Por un lado han captado votos de los sectores populares, reduciendo preocupante y significativamente la brecha que históricamente ha existido entre la propuesta chavista y la opositora; por el otro lado hay una capa de la sociedad bastante maleable políticamente, sin fortaleza ideológica, que habiendo votado por Chávez el 7 de octubre cambió su voto y respaldó a Capriles el 14 de abril. Los niveles de participación fueron muy similares en ambos proceso electorales y la cantidad de votos que bajó el chavismo fue casi la misma que subió la oposición, esto lleva a pensar que muy posiblemente los nuevos votos de Capriles fueron en algún momento votos chavistas.
Ésta realidad demuestra la reorganización y fortalecimiento que han venido experimentando las filas de la derecha como fuerza política, más allá de las pugnas que existen a lo interno de la MUD como bloque "unitario", además, está la incidencia de su discurso en las bases populares que de alguna manera están cansadas de las problemáticas del país a las que el gobierno no ha logrado dar respuesta efectiva.
Sin embargo, esta victoria política la echaron por el caño en menos de dos días: la negativa de asumir la transparencia de un CNE legitimado, la actitud recurrente de cantar fraude cuando los resultados no les favorecen, el desconocimiento de la institucionalidad venezolana, el llamado a cacerolazos pacíficos que terminan con asedios a canales de televisión del Estado, personas asesinadas, centros de atención médica incendiados, son actos que los deslegitiman públicamente; ese ha sido el resultado del plan de Golpe de Estado que pusieron en marcha para conseguir con balas lo que no pudieron hacer con votos.
La desmoralización que pudo causar en militantes del chavismo el resultado electoral, inmediatamente se ha convertido en indignación y agitación ante la violencia reaccionaria, así que las fuerzas revolucionarias se encuentran bastante efervescentes para hacer frente a la derecha que agudiza sus actitudes fascistas.
¡Burgués, te equivocaste... vamos por ti!
Una ilusión rota:
Debemos decir que se fue por tierra el planteamiento de que la oposición quedó aplastada luego de las elecciones regionales del 16 de diciembre, donde sólo obtuvo 3 gobernaciones. La realidad fue muy distinta, tanto así que, siendo Capriles un candidato mediocre y prácticamente nulo el conocimiento que los votantes de la oposición tenían sobre el programa de su candidato, casi ganan las elecciones; ese hubiese sido el mayor fraude de la historia contemporánea de Venezuela. De nuestra parte, los discursos triunfalistas no hacen bien, sobre todo cuando la realidad abofetea de esta forma la cara de quien asumió como verdadera la idea de una oposición devastada.
Será interesante analizar en otro espacio las razones por las cuales el programa de la patria, encarnado en la figura de Maduro, se vio derrotado el 14 de abril en seis estados donde se había ganado la gobernación en diciembre: Anzoátegui, Bolívar, Mérida, Nueva Esparta, Táchira y Zulia.
La actitud en adelante debe ser clara: hablar con la verdad frente a las causas y consecuencias de los resultados, autocrítica entre nosotros y denunciar los burócratas, politiqueros o escuálidos que con franelas rojas hacen daño a la revolución desde dentro.
Ni conformismo, ni derrotismo. ¡Organización Popular!
A pesar de lo sucedido, caer en actitudes conformistas o derrotistas sería un retroceso ante el enemigo que avanza; caer en triunfalismo un desconocimiento de la realidad política. Seguramente genera molestia, preocupación y frustración, pero estos sentimientos encontrados deben convertirse en organización popular que tribute para la causa revolucionaria.
Lo más indicado para este momento es afianzar la formación política del pueblo venezolano para que no exista la posibilidad de ceder ante la burguesía, para que se identifique abiertamente quien es el enemigo de clase y cuales son los actores políticos que velan por preservar las relaciones dominación y quienes por romperlas. Una de las características del proceso bolivariano es haber aumentado los niveles de politización de la sociedad en general, en cualquier lado se habla y discute de política lo cual es positivo; en las plazas, en el metro, en los centros de trabajos, en las comunidades, en todos los espacios sociales la situación política es el tema de conversación predominante. Sin embargo, queda demostrado que la politización de la sociedad no es sinónimo de claridad y conciencia de clase, elevar esos niveles es una tarea que tenemos pendiente.
Al elevarse los niveles de conciencia de clase, una consecuencia natural es el fortalecimiento de la organización popular, de las comunas, de los consejos estudiantiles y de trabajadores, de los sindicatos y de las diferentes expresiones organizativas propias del pueblo trabajador; Ya que, aún teniendo la presidencia, la mayoría de las gobernaciones, de las alcaldías y de los puestos en la Asamblea Nacional, si no hay unidad y organización popular, el proceso no avanzará al socialismo que necesitamos.
Algunos retos de Maduro:
Sin duda, el futuro del proceso bolivariano depende en gran medida de la respuesta que el gobierno de a las problemáticas reales que existen en el país. Respuestas que reviertan la aversión que muchas personas sienten por el chavismo como propuesta política, no sólo para incrementar los números electorales respecto a la derecha sino para sumar voluntades comprometidas y convencidas del Socialismo como única opción de vida posible. Porque, a fin de cuentas, un gran porcentaje de los votos de la oposición más que ser por Capriles como líder o por la oposición como alternativa, fueron en contra del chavismo y del socialismo.
Las principales problemáticas del país existían mucho antes de que Chávez llegara al poder, son de origen estructural y son comunes a la mayoría de países donde implantaron un modelo capitalista subordinado a los intereses de las potencias imperialistas; en nuestro caso se empeora porque tenemos un modelo rentista importador. Aun así, cuando obedecen a razones profundas, mucha gente identificará las causas de sus penurias con la persona que gobierne el país, sin importar que realmente se plantee superar las causas de esas penurias y en efecto genere propuestas favorables.
Es por ello que Maduro realmente tiene que generar medidas efectivas y profundizar las que ya están en marcha para afrontar nuestras problemáticas históricas. Por sólo nombrar cinco casos, deberá combatir: la inflación y la especulación que se come gran parte del salario de la clase trabajadora, los altos índices de violencia e inseguridad que afectan principalmente a personas de los sectores populares, la compleja problemática en el sector eléctrico, el desabastecimiento y acaparamiento de los principales productos de la cesta básica y por último el rentismo petrolero que, entre otras consecuencias, favorece la existencia de una economía parasitaria no productora.
Si luchamos, una tarea que no es del gobierno solamente sino también nuestra, por desarrollar lo propuesto en el programa de la patria estaremos dando verdaderos pasos en el camino de la construcción socialista.
Jhonatan Taguaruco, Militante de O.P.R. BRAVO SUR
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