Conociendo al entrañable amigo politólogo, cuasi doctor y camarada Miguel jaimes desde hace muchos años, entendemos su preocupación y acertado análisis cuando escribió sobre la crisis de marzo en el portal aporrea (anexo link: http://www.aporrea.org/actualidad/a163959.html) y podemos asumir prácticamente todo su análisis como nuestro; los actores y poderes articulados en derrotar o en derrocar al régimen bolivariano que ha logrado sobrevivir a las apetencias imperiales desde hace tiempo ya, así como todos las variables por él consideradas. Sólo que la crisis que él llama de marzo, puede ser parte de la crónica de una guerra a muerte anunciada, considero que además de los señalamientos que esgrime en su artículo, se completarían con la revisión que hacía lo interno debemos hacernos como revolución bolivariana y en eso deseo aportar tal vez un solo elemento que considero medular: La conciencia del pueblo y sus dirigentes.
La revolución bolivariana ha dado muestras de ser un proyecto político que se ocupa de los más desposeídos, ha demostrado hasta la saciedad y más allá de las mentiras mediáticas e infames de la burguesía contra este proyecto democrático y popular, de ser un gobierno justo y humanista que debía haberse ganado el más amplio respaldo popular; pero los números nos hablan de otra cosa.
Considero que la responsabilidad mayor sobre los desfavorables resultados obtenidos en la contienda electoral, más allá de que ganamos las elecciones, recae sobre quienes hemos fungido como dirigentes de este proceso; me resisto a reclamarle a alguien y declararlo un desagradecido al no votar por nosotros después de haberle donado un bien o servicio, o tal vez haber contribuido a resolver su problema laboral, NO. Nuestra labor como revolucionarios está comprometida con la educación del pueblo, elevar sus niveles de conciencia y ganarlo para esta noble causa; todo lo demás es un vulgar populismo y una desviación ideológica política de nuestra practica como dirigentes de la revolución a cualquier nivel.
Si no logramos ganarnos la conciencia del pueblo más allá de la lata de zinc o bozal de arepas, si además de eso no logramos cultivar en las nuevas generaciones el legado de nuestro Comandante Supremo y Eterno como un proyecto justo; y finalmente no logramos construir un partido que barra con la mediocridad y el populismo en sus filas, para nuestro dolor, esta causa se encuentra perdida y no será sino culpa de todos nosotros, nuestro sectarismo y miopía política.
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