Los rostros tristes y la condición miserable de los negros y los pobres
de Nueva Orleáns mostrada al mundo por el huracán Katrina, vienen del
pasado, no como restos de un antiguo esplendor, sino como evidencias de
una entidad fundada en la injusticia y una Nación bien comenzada y
pésimamente concluida.
Siempre me maravilló la lucidez de los fundadores de los Estados Unidos
por lo mucho que hicieron y previeron y me asombró su miopía por todo
aquello que omitieron o dejaron sin resolver.
Lo que hemos visto en estos días, existía mucho antes de que la
tormenta expusiera la cara oculta de la América salvaje, aquella en la que el
racismo, la pobreza y la exclusión aparecen tan establecidos como la
opulencia y el consumismo.
En los cuatro siglos que duró la trata de esclavos, sobre las costas de
Estados Unidos fueron descargados no menos de 10 millones de esclavos
traídos de África, que durante casi 400 años trabajaron gratis para la
prosperidad de un país que nunca los incluyó en su progreso.
Los redactores de la Declaración de Independencia y de la Constitución,
algunos de los cuales, eran dueños de grandes dotaciones, legitimaron
la esclavitud. La revolución norteamericana fue sólo para blancos.
Entre 1776, efemérides de la independencia y 1865, fecha en que se
promulgó la 13ª Enmienda a la Constitución que puso fin a la esclavitud,
transcurrieron 89 años. Todavía pasaron otros 99 hasta que en 1964,
durante el gobierno de Johnson se aprobó la ley sobre derechos civiles. En
total 188 años para que los negros, al menos legalmente,
tuvieran los mismos derechos que los blancos.
229 años después de la independencia, 141 años posteriores a la
abolición y a 41 años de eliminada la segregación racial, Katrina llegó para
recordar que la obra está incompleta y que los negros no han ganado la
batalla por su emancipación.
Ningún drama y ningún filme ha sido capaz de revelar el sufrimiento y
la ira que caben en tantos siglos y tantas almas y la vileza que fue
derrochada para convertir a los orgullosos y viriles negros africanos que
Kunta Kinte trató de personificar en esa raza mansa, taciturna y
resignada que puebla el delta del Mississippi. La música del sur es triste
como un lamento, porque no hay alegrías que cantar.
En los Estados Unidos viven 37 millones de pobres, son el 12,7% de la
población del país más rico del mundo, las tres cuartas partes son
negros. La riqueza promedio de una familia norteamericana blanca es de
88.651 dólares, la de una negra no llega a 6000. El 8.5 de los blancos
americanos son pobres. los negros son el 40 por ciento. En el Sur vive la
mitad de todos los pobres que existen en los Estados Unidos.
Como promedio, los negros viven 8 años menos que los blancos. La tasa
de mortalidad infantil de los niños negros duplica la de los niños
blancos. El porcentaje de criaturas con bajo peso al nacer es tres veces más
alto entre los negros que entre los blancos.
Estados Unidos tiene una población penal de 2 millones de personas,
tres cuartas partes son negros.
Los sufridos negros norteamericanos no son los Estados Unidos, sino el
espejo que devuelve la imagen del Mississippi.
*Jorge Gómez Barata: Profesor universitario, investigador y periodista
cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU.