ROSE ANA DUEÑAS —especial para Granma Internacional—
MIENTRAS el verdadero horror del desastre social en la Costa del Golfo tras el paso de Katrina se hace más evidente cada día que pasa, hay dos preguntas que se hacen:
¿Fue inevitable la inundación? ¿Por qué el Gobierno no evitó tanto sufrimiento?
Lamentablemente, las respuestas no son sorprendentes para una sociedad donde las ganancias son más importantes que la vida humana, y donde se espera que el pueblo obrero —particularmente los más vulnerables— aguanten el peso de las consecuencias.
“SUPONGO QUE ESO ES EL PRECIO QUE PAGAMOS”
Muchos comentaristas ahora discuten si se hubieran podido evitar las inundaciones o no. Un artículo del AP de 1º de septiembre apunta que los científicos habían pronosticado lo peor: “Los expertos avisaron repetidamente que era poco probable que el sistema de protección aguantaría si un huracán de Categoría 4 ó 5 como Katrina golpeara la ciudad.” A pesar de que la temporada ciclónica del 2004 fue la peor en varias décadas, el Gobierno Federal hizo los mayores recortes de la historia en los fondos para la prevención de daños por huracanes e inundaciones en Nueva Orleans, impidiendo que trabajos necesarios valorados en millones de dólares fueran completados, según un artículo del 2 de septiembre en Editor&Publisher. “El 8 de junio, 2004 Walter Maestri, encargado de manejo de emergencias para Jefferson Parish, Louisiana, dijo al Times-Picayune: “Parece que el dinero fue designado al presupuesto del Presidente para la seguridad de la patria y la guerra en Iraq, y supongo que eso es el precio que nosotros pagamos.”
NO FUERON EVACUADOS
Las inundaciones en Nueva Orleans el día después del paso del huracán fueron la causa de la mayoría de los muertos. Muchos críticos enfocan en la falta de tropas y vehículos para rescatar a la gente de las aguas. Pero, ¿por qué permanecieron en la región durante la tormenta decenas de miles, si no cientos de miles, de personas en su mayoría negros?
El jueves 25 de agosto, cuando Katrina golpeó el estado de Florida, ya era claramente una amenaza a la región, pero el alcalde de Nueva Orleans, Ray Nagin, no instó a la gente a irse hasta el sábado, y el domingo dijo que era una evacuación “obligatoria.” Y mientras el Gobierno Federal decretó una “emergencia” en la región, las personas fueron abandonadas a su suerte para huir y encontrar refugio. Como en cualquier sociedad dividida en clases, los que tienen más recursos económicos salieron mejor.
En una entrevista el 30 de agosto en el programa de CNN Larry King Live, la gobernadora de Louisiana, Kathleen Blanco, dijo que las aerolíneas ya no estaban entrando en Nueva Orleans un día antes de la llegada del Katrina porque perderían dinero sin pasajeros que lleguen a la ciudad, aunque la compañías aéreas hubieran podido enviar aviones para evacuar la gente por unas 24 horas más. Pero aún con todas las carreteras llenas de carros huyendo de la región, ni el Gobierno Federal ni el Gobierno Estatal tomaron medidas para garantizar que las aerolíneas siguieran volando, ni para usar aviones militares en su lugar. Y mientras, la ciudad aparentemente suministró transporte por autobús a los refugios, no movilizó cientos de autobuses escolares que se hubieran podido aprovechar para sacar a la gente fuera de allí.
En ciudad como Nueva Orleans, donde el 25% de sus habitantes viven bajo la línea de pobreza, mucha gente ya no tenía dinero cuando el huracán llegó en el fin de mes. Se hubieran podido usar vehículos del Estado; el Gobierno hubiera podido hacer una llamada para que los autobuses, trenes y aviones privados fueran usados para llevar la gente a salvo. Pero nada de eso ocurrió. “Muchas personas no tenían los recursos económicos para salir,” dijo Alan LeBreton, de 41 años, el encargado de un edificio de apartamentos en Biloxi, a Reuters. “Eso es un crimen, y eso tiene a la gente furiosa.”
“TRATANDONOS COMO RATONES”
Antes de la llegada del Katrina en la mañana del 30 de agosto, miles de personas acudieron al estadio Superdome y al centro de convenciones de Nueva Orleans, designados como refugios. Numerosos reportajes han descrito las condiciones inhumanas y degradantes en ambos lugares: sin alimentos ni agua, sin electricidad ni higiene, ni atención médica, cadáveres abandonados por días, robos en la oscuridad de la noche, personas desmayándose a temperaturas de más de 32 grados mientras esperaban un transporte que no llegaba.
En el país más rico del mundo, en una ciudad famosa como destino turístico, con ingresos provenientes de un puerto internacional importante, donde se produce el 20% del petróleo y el gas de Estados Unidos, nada había sido preparado. La gente que había estado atrapada en el agua ahora estaba atrapada en los “refugios.”
El viernes 2 de septiembre, guarecidos en el centro de convenciones citados por The New York Times afirmaron que les habían dicho —hasta por los policías en sus patrulleros— que los autobuses para evacuarlos estaban en camino. Pero los éstos no llegaban. “Nos han mentido tanto,” dijo Raymond Whitfield, de 51 años, un obrero de una planta procesadora de café.
“Esto me parece una maldita trampa,” expresó Lela Mosgrove, una enfermera enviada al centro cuando el asilo para ancianos donde trabaja fue evacuado. Dijo a AP que no había comido por 24 horas. “No sé si nos quieren matar o qué.”
“Somos una banda de ratones,” dijo Earle Young, de 31 años, un cocinero que esperaba junto con unas 10 000 personas fuera del Superdome, al NYT. “Este es el trato que nos han dado.”
LA VICTIMA SE CONVIERTE EN “CRIMINAL”
Algunas personas, desesperadas en su angustia, empezaron a forzar las entradas de las tiendas y almacenes buscando comida, agua, medicinas… Aunque algunos elementos antisociales aprovecharon la situación para robar, el Gobierno y los medios intentaron acentuar el “crimen y la anarquía” como los problemas más graves, en vez de las decenas de miles de personas hambrientas, sin techo y desesperadas.
Un despacho de Reuters del 1º de septiembre reportó que, en un momento en que los equipos de rescate todavía encontraban a personas vivas y muertas, el Alcalde Nagin impuso la Ley Marcial y “ordenó a la Policía dejar sus operaciones de búsqueda y rescate para enfocarse en detener el saqueo y la violencia generalizada.” El mismo día, la gobernadora Blanco dijo a los reporteros: “Haremos lo necesario para traer la ley y el orden. Estoy furiosa. Es intolerable.” Y el Presidente del país se asomó al coro, también el mismo día, cuando miles de ciudadanos habían dormido en el suelo, sin comer o beber, rodeados de suciedad, por cuatro jornadas enteras: “Pienso que debe haber cero tolerancia para la gente que viole la ley en una emergencia como esta...”
Las búsquedas con botes para los sobrevivientes habían sido suspendidas en “los lugares donde se ha determinado que nuestros empleados puedieran estar en peligro,” dijo Russ Knocke, un vocero para el Departamento de Seguridad de la Patria, a Los Angeles Times.
Las fotos de noticias mostraron a un helicóptero del Ejército norteamericano con alimentos y agua que rehusó aterrizar entre los refugiados en el centro de convenciones por el “peligro” de un “motín” por las personas desesperados; en cambio, las tropas tiraron los suministros al suelo y la nave se fue. Fue el único reparto de alimentos desde la llegada del Katrina, según un informe del 3 de septiembre en el LAT. El helicóptero no regresó.
Cuando miles de soldados y vehículos militares empezaban a llegar en grandes cantidades el fin de semana, su misión sobre todo fue “controlar” a la gente. El sábado, en el centro de convenciones, una docena de personas que caminaban por la calle buscando comida fueron detenidas por un soldado que sacó el fusil, reportó la AP. “Teníamos que buscar comida. ¿Qué están haciendo, sacando un fusil?” preguntó Richard Johnson, de 28 años.
En otra escena reveladora en el Superdome descrita por el Houston Chronicle, los refugiados que habían pasado cinco días esperando para irse fueron movidos a un lado para que 700 huéspedes y trabajadores del Hotel Hyatt Regency colindante pudieran montar los autobuses primero. “¿Qué es esto?”, exclamó Howard Blue, de 22 años. “Ellos están limpios, están secos, y pueden salir antes que nosotros?”. Cuando intentó meterse entre la gente del hotel, fue devuelto a su lugar por soldados de la Guardia Nacional.
LAS VIDAS ANTE QUE LAS GANANCIAS
Hasta los comentaristas de los medios capitalistas han comparado la catástrofe social con la respuesta de Cuba cuando hay un desastre natural. En una columna del Chicago Sun-Times del 1º de septiembre, Michael Sneed escribió que una fuente suya que ha vivido varias veces en Cuba en los últimos 20 años le comentó que “cuando un huracán se acerca a Cuba, Castro ha establecido un sistema para evacuar en autobuses antes de que llegue el desastre. Nosotros sabíamos que el huracán iba a golpear duramente a Nueva Orleans y Mississippi. ¿Por qué no enviamos autobuses para sacar la gente pobre antes del desastre? ¿Gastamos millones en recuperación y rescate después, cuando hubieramos evitado tanta muerte antes?”
Un artículo del London Guardian titulado El socialismo y las tormentas: el éxito de Cuba en minimizar la pérdida de vidas tras el huracán Michelle destaca la dimensión social de enfrentar los desastres naturales, Ben Wisner, de Ohio, un experto en desastres, nota que cuando ese huracán pasó por Cuba en el 2001, las autoridades evacuaron 700 000 de los 11 millones de habitantes, “una proeza dado los vehículos en malas condiciones, la escasez de combustible y las carreteras en malas condiciones. Sólo fue posible por los preparativos y planes previos, la confianza del pueblo en las advertencias y la cooperación con la Cruz Roja,” apunta.