Confesiones de una cacerola

“Les cuento que me encontraba muy feliz con mi ama, pues yo me hallaba en una tienda guindada en un rincón y, al parecer, como si nadie me quería comprar y así yo tener un hogar, donde sentirme alegre y de paso saborear manjares que hicieran mis dueños en mi recipiente, porque yo estaba preparado para todo uso, desde sancochos, pasando por asados y frituras.

Pues bien ahí estaba y fue cuando llegó mi ama y me compró, y llegó contenta a su casa, diciéndole al marido (no quisiera ni nombrarlo): “Pedro mira lo que compré con la pensión que me está dando el gobierno con la misión de Amor mayor. Y el hombre sonrió, y dijo: “Bien buena para hacer los sancochos los fines de semana y las comidas con la carne, los pollos y demás productos que vende Mercal y Pdval”.

Y fue así pues que llegué a ese hogar y repito me sentía feliz con mi ama, quien cocinaba bien sabroso cualquier tipo de plato y yo me deleitaba y hasta me lamía y me relamía mi fondo, y después mi dueña me lavaba y me dejaba limpiecita, como nueva, y yo me sentía una reina en esa casa.

Pero un día llegaron unas benditas elecciones y mis dueños, a pesar de que se beneficiaban con los muchos logros del gobierno, votaron en contra de éste y perdieron su voto, y ahí empezó mi desgracia y más aún, cuando un tipo por la televisión, señaló: “Descarguen ahí toda su arrechera”, lo cual creía que no era conmigo, pues que tenía qué ver yo con eso. Pero no. Llegó la noche y mi dueño con un trozo de hierro empezó a caerme a golpes, y cuando se cansaba se la pasaba a mi dueña, y yo, retorciéndome del dolor y no entendía el porqué de aquello, si antes me trataban tan bien y hasta comía divino. Por eso ahora no comprendía aquella actitud de rabia de ambas personas hacia mí que me golpeaban tan duro que me hicieron un hueco en el fondo y al notar esto, me lanzaron como un trapo viejo para el corral, y lo último que escuché fue que mi ama dijo: “No importa mi amor, pasado mañana me pagan la pensión y compro otra olla más grande”.

Y ahora aquí estoy abandonada, a sol, agua y sereno y sin entender aquel odio hacia mí, por parte de mi amos.”

emalaverg@gmail.com / @Malavermillo


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Emigdio Malaver G.

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

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