En mi tiempo libre me dedico a estudiar la historia de la Tierra, muy similar a cualquiera de los planetas del universo donde la vida (si existiera) debería presentarse en diferentes formas y manifestaciones. Se calcula que los dinosaurios reinaron durante 100 millones de años y por razones inexplicables desaparecieron de las vetustas sabanas. Con esto quiero señalar que han transcurrido millones y millones de años para que la especie humana pueda disfrutar del planeta que viaja junto a la galaxia hacia la infinitud del universo. La pregunta que se me ocurre formular es la siguiente ¿por qué el empeño de destruir en un suspiro geológico algo que ha costado millones y millones de años en construir? Un siglo, dos siglos de nuestra era no es más que una chispa en lo que se refiere al tiempo de formación del Sistema Solar. Y si tienen alguna duda veamos la obstinación de algunas mentes enfermas de llevar a la ruina una nave interplanetaria llamada Tierra.
El hombre culto, militar y político está empecinado en crear y atesorar todo un arsenal devastador. Actualmente es común escuchar palabras como Megatón, una medida de la capacidad de destrucción y muerte de las armas atómicas, la cual equivale a ¡un millón de toneladas de TNT! Esto corresponde a una energía de 10 seguida de 16 ceros de calorías ¿A qué mente diabólica se le ocurre tal barbarie? Para nadie es una novedad la posesión de algunas potencias, de armas de 20 megatones, 30 megatones, hasta de 100 megatones. En la actualidad no existen quince mil grandes metrópolis, pero sí más de quince mil bombas atómicas de más de veinte megatones ¿Qué van hacer las grandes potencias con tantas armas nucleares? Señores ¿qué sentido tiene la evolución hasta llegar al hombre racional? ¿Será que la razón, el acto de discurrir el entendimiento, sólo lo utilizan para destruirse entre ellos?
No sólo el megatón pertenece al vocabulario bélico de las naciones capitalistas, ahora son célebres los ABM (Anti-Ballisstic, Missile, misiles antibalísticos): un proyectil defensivo con cabeza nuclear destinado a derribar los proyectiles enemigos. Armas nucleares estratégicas; armas nucleares tácticas; bomba nuclear limpia; bomba nuclear sucia; explosión atómica subterránea; Force de Frape: fuerza francesa de estrategia atómica; ICBM (Inter continental Balistic Missile: misil balístico intercontinental); SLBM (Submarine Launched Ballistic Missile: proyectil de largo alcance que se lanza desde un submarino); aviones inteligentes cargados con misiles y sin pilotos para no poner en riesgo la vida del atacante. La SNIAS, verdaderos ingenios balísticos de submarinos nucleares franceses equipados con cargas atómicas. El gobierno estadounidense exhibe con orgullo la técnica de los MIRV lo cual le concede un potencial atómico con el cual puede alcanzar siete mil setecientos blancos diferentes y simultáneos; incluso armas atómicas que pueden ser lanzadas fuera de los EEUU, siendo transportadas a grandes distancias por potentes bombardeos. Y los escudos antimisiles que rodea una gran parte de Europa para protegerse de un posible ataque nuclear. Una verdadera orgía atómica. A lo anterior agreguemos sistemas de armas tácticas tierra-tierra la cual incluye un misil supersónico de dos mil cuatrocientos kilos, con ojiva nuclear incorporada y vector teledirigido. Por fortuna, las personas después de muerta no podrán admirar una catastrófica y tétrica lluvia nuclear y los que sobrevivan se desearán la muerte. Almacenes atiborrados de misiles tácticos mar-mar, aire-aire, tierra-aire, aire-tierra y para usted de contar.
Vale destacar las armas químicas que utilizan las propiedades tóxicas de algunas sustancias químicas para acabar en masa a los enemigos, eso sí, preservando la infraestructura de la ciudad. Es preferible un terreno exhibiendo unos cadáveres corrompidos y fétidos desparramados a lo largo de una ciudad y no grandes huesos de hierro enterrados en un camposanto imputrescible. Los “especialistas de la muerte” hablan de gases neurotóxicos (nerve gas), que poseen la sutileza de que nada delata su presencia: ni olor ni nubes coloreadas, ni explosiones escandalosas. Una pequeña concentración esparcida en el aire es suficiente para provocar miles de muertes. A la anterior podemos agregarle las sustancias Tabun, Sarin y Tonam. Habría que agregarles a las referidas anteriormente que actúan directamente sobre el hombre aquellas que destruyen el medio ambiente, como son el ácido diclorofenoxiacético y el ácido triclorofenoxiacético, destinados a convertir zonas vegetales, en verdaderos desiertos, gracias a la inhibición de la germinación vegetal en los sitios en los cuales son esparcidos. Todas éstas “maravillas tecnológicas” fueron inventadas por “egregios” científicos estadounidenses, alemanes y rusos Imposible dejar de lado las armas biológicas, cualquier agente patógeno (virus o bacteria) capaz de acarrear enfermedades, incapacitación o muerte en masa de los habitantes de una ciudad. Están diseñadas para provocar pústulas en los enemigos, trastornos gastrointestinales, afecciones hepáticas y renales, ulceraciones e infecciones generales, enfermedades cuyo futuro seguro es una mortandad de miles de personas. No cabe duda, los fabricantes capitalistas deben sentirse “orgullosos” de los centros de investigación cuyo único fin es acabar fin sus congéneres.
Según estudios realizados por especialistas, el tiempo que ha tardado en formarse la Tierra es de unos 4.600 millones de años y para su estudios los científicos terrestres los han divido en las llamadas Eras Geológicas, es decir, las diferentes etapas en las cuales evolucionaron distintos tipos de vida, al pasar el tiempo, para adaptarse al medio tal como actualmente se conoce. Tales períodos aparecen en los textos especializados con los nombres: Precámbrico, Paleozoico, Mesozoico, cuando desaparecen los dinosaurios y el Cenozoico. Éste último es el actual y se calcula que va por los 75 millones de años y es la forma como, hoy por hoy, están distribuidos los continentes y océanos terrestres. Ciertamente, toda esa millonada de años le ha costado a la naturaleza para que los habitantes de este planeta dispongan del único hábitat que tienen para vivir. No es posible que lo que ha costado tanto en conformarse de manera armónica para que, unos científicos alocados (empelados de la industria bélica) en complicidad con políticos y militares arteros, se empecinen en destruir lo que tanto ha durado en evolucionar.
Todos los gobiernos y más aún los ciudadanos le temen a una guerra nuclear, pero se preguntan algunos de los pocos seres sensatos ¿qué hacer con esa cantidad de armas atómicas almacenadas? Una bomba nuclear común y corriente, de unos veinte megatones, es capaz de producir inmensos estragos en el sitio donde explota. Una bomba de hidrógeno lanzada en un océano es capaz de evaporar en un santiamén diez millones de metros cúbicos de agua, creando así una montaña de agua ardiendo. Lo anterior es una bagatela entre tantos artefactos de muerte que se puede escoger en el menú armamentístico que nos ofrecen las empresas capitalistas. Algunos países, para verificar los efectos mortales de tales artilugios de la muerte han explotado bombas de sesenta megatones. La Bomba del Zar, una bomba de hidrogeno desarrollada por la Unión Soviética responsable de la mayor explosión nuclear de la historia fue detonada, a 4 km de altitud, el 30 de octubre de 1961 como “simple demostración”. El lugar de la detonación fue Nueva Zembla, un archipiélago ruso situado en el Océano Ártico, y fue lanzada por un bombardero Tupolev Tu-95 modificado. Conocí de la operación Cannikin que tuvo lugar en la isla Amchitka (Alaska) en 1971. La bomba tenía una potencia de 5 megatones (385 veces más potente que la bomba de Hiroshima) y detonada a una profundidad de 1500 metros. El sismógrafo registró movimientos sísmicos de 6,8 en la escala de Richter. Se produjeron 1000 temblores en los siguientes treinta días. Bikini no es famoso como la prenda utilizadas por las damas para mostrar en la playa sus bronceadas carnes, sino el lugar donde se sucedieron ensayos nucleares llevados a cabo en el atolón que lleva su nombre. Esta infeliz zona formó parte de los Territorios de Prueba del Océano Pacífico, donde se lanzaron más de 20 bombas de hidrógenos y atómicas a mediados del siglo XX. Antes de las pruebas nucleares, la población indígena fue reubicada en el Atolón de Rongerick. Como resultado de tal barbarie aparecieron altos niveles de radiactividad en la zona. Mururoa es un atolón situado en el pacífico sur a 1.250 km al sureste de Tahití, Hoy es una zona militar con acceso prohibido. Moruroa en la lengua de Mangareva quiere decir “isla del gran secreto”. La belleza y la biodiversidad de la isla no fue un impedimento del gobierno francés para detonar más de 40 bombas nucleares atmosféricas (al aire libre) y hasta 137 explosiones subterráneas (o “ensayos de seguridad“, como lo llaman ellos) desde 1966. Tampoco les importó a los políticos, a los científicos y “humanistas” franceses que en la periferia se haya registrando altos índices de cáncer, abortos y malformaciones congénitas.
Un razonamiento elemental: si la industria bélica capitalista fabrica aquel arsenal de la muerte deberá venderlo a clientes y para eso, crea conflictos permanentes para obtener onerosos beneficios. Por tal razón, es imposible conseguir la paz mediante un modelo capitalista. Felicitaciones al presidente MM por la creación de zonas de paz y no de guerra. Honor, gloria e inmortalidad a mi comandante Chávez.
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