El protagonismo activo

Un hecho resaltante en la crisis política que ha vivido Venezuela en las últimas décadas es la ausencia de la clase obrera como protagonista activo. Las otras clases sociales han participado de manera muy clara y determinante en los acontecimientos políticos: el imperialismo y la burguesía asociada han estado en el centro de la controversia en la defensa de sus privilegios. La burguesía agrícola ha enfrentado a la burguesía agroindustrial. El campesinado ha realizado acciones reivindicando tierras que se han apropiado ilegalmente los latifundistas. Médicos y educadores, es decir, las capas medias han manifestado en la lucha por sus reivindicaciones. Esto ha ocurrido bajo los gobiernos de Luis Herrera, Lusinchi, Carlos Andrés Pérez y Caldera.
El problema viene de más lejos. El gobierno de Rómulo Betancourt propició la división de la clase obrera y la izquierda cometió el gravísimo error de legitimar esa división al fundar otra central sindical. La pasividad obrera en el proceso revolucionario que estamos viviendo es la consecuencia inevitable de aquel error, tanto más evidente cuanto que a raíz de la muerte de Juan Vicente Gómez, el movimiento sindical, que apenas se estaba fundando, jugó papel muy activo en la política de la época, hasta el enfrentamiento popular directo con el imperialismo en la huelga petrolera de 1936-37. Cuando Betancourt, a través de una maniobra ruin propició la división en 1944 y que el General Medina Angarita no supo detectar la implicación política que ello significaba, la izquierda no cometió el error de fundar otra central. Por el contrario, la lucha contra el paralelismo sindical fue una constante.
Esto hizo posible que en 1950, la clase obrera unida llevara a cabo la huelga petrolera contra el imperialismo y la dictadura militar. Este fue el antecedente para que la unidad popular propiciara derrota a la dictadura en las elecciones de 1952, a pesar de que Betancourt desde el exterior ordenó la abstención electoral, que no fue obedecida por la base de su partido, gracias a la unidad obrera que se había gestado desde 1950. Lo mismo puede decirse de la huelga general unitaria del 23 de enero de 1958, pese a que Betancourt, desde Nueva York, giraba instrucciones para no integrar la Junta Patriótica.
Después de la caída de la dictadura, el Comité Sindical Unificado jugó papel decisivo para derrotar los golpes reaccionarios que se gestaban contra el incipiente proceso democrático. En 1961, el mismo Betancourt promovió la división para traicionar los ideales del 23 de enero que había hecho posible la unidad del movimiento popular. Desde entonces, la clase obrera organizada ha permanecido al margen de las grandes decisiones políticas. El Gobierno Bolivariano se ha definido como gobierno obrerista y ha otorgado reivindicaciones que ningún gobierno anterior había concedido: el pago de la deuda laborar, la restitución del cálculo de las prestaciones sociales de acuerdo al último salario, el aumento sistemático del salario mínimo todos los años, la disminución del desempleo, etc.
Pese a estos hechos, a la experiencia histórica, a que el gobierno está presidido actualmente por un hombre proveniente de las filas obreras y que el socialismo, proyecto específico de la clase obrera, es objetivo estratégico de la Revolución, el movimiento sindical permanece atomizado y no puede tener incidencia de importancia en la política nacional. La revolución de liberación nacional no puede estar garantizada en el futuro mientras la clase obrera se mantenga dividida, porque es la única históricamente llamada a encabezar el bloque histórico que la lleve adelante, ya que la burguesía ha sido cómplice de la dominación extranjera.
Dentro de la crisis estructural que atraviesa el capitalismo, el socialismo es la única salida para salvar a la humanidad del desastre que la amenaza y cuyos síntomas ya se sienten de manera muy pronunciada. Gracias a la Revolución Bolivariana, Venezuela ha logrado eludir las consecuencias de la crisis mundial y para garantizar esta conquista y avanzar hacia el socialismo es absolutamente indispensable la unidad de la clase obrera.
robertohernandezw@gmail.com



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Roberto Hernández Wohnsiedler

Abogado y Sociólogo. Fue diputado, vicepresidente de la Asamblea Nacional, Ministro del Poder Popular del Trabajo y Seguridad Social y militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Es autor del libro La Clase Obrera y la Revolución Bolivariana.

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