Pedro Cachamay, llegó como un rayo desprendido del cielo y sin dar siquiera un saludo, dio un golpe sobre la mesa donde estaba el grupo y ahí “descargó su arrechera”, como diría el pajarito aquel: “Esto es inconcebible, insólito, sorprendente; esto no tiene nombre ni aquí ni en la luna, ni en Martes ni en Venus, ni en Plutón”.
El grupo que desconocía la información se asombró y al preguntar al respecto, el amigo, señaló: “Que el ministro Alejandro Fleming, revocó la facultad que desde mediados de junio tenía el presidente del Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios (Indepabis), Eduardo Samán, para designar y remover a los directores y al personal de confianza de ese instituto”. ¿Han visto ustedes semejante barbaridad?
“Y antes de seguir, les manifiesto, que en verdad en estos días reflexioné y no quería hablar ni sobre la revolución, ni sobre la oposición, pues si criticas a la revolución, te tildan de contrarrevolucionario; si hablas de la oposición te amenazan.
Pero lo más triste de esto es que si tú hablas o no hablas sobre el proceso, es igual, porque nadie, absolutamente, nadie, te para o te hace caso; el ejemplo más claro es la página de Aporrea, que si el Presidente con su Alto Gobierno se tomaran la molestia de leerla un día, en un consejo de ministros se encontraran con las fallas y las soluciones a las mismas. Pero no.
Sin embargo, independientemente de lo anterior, con respecto a esto que han hecho con Samán de atarle las manos y dejarlo como padre que no puede regañar a sus hijos, porque tiene que pedirle permiso al abuelo, tenía que hablar, porque si no hablo me reviento, así estas palabras se las lleve el viento como siempre, como muchas otras voces que no tienen eco.
No obstante hay que indicar que si hay un acto contrarrevolucionario es éste, porque ¿cómo puede Samán trabajar y atacar la especulación y el acaparamiento con un equipo, del cual no va a tener arte ni parte? y de paso hasta no podrá decirle nada, porque son capaces de señalarle los funcionarios: “Yo no sigo órdenes de usted, yo estoy puesto aquí por el ministro”, porque eso suele suceder.
Pero no voy a seguir hablando, porque yo me había prometido no hablar, pero con esas medidas a cualquiera le provoca "dejar el pelero”.