“Ese, mi tan querido MAS de mis tormentos”, fue la desgarradora y premonitoria frase que Cabrujas le ofreciera al país por allá por los años ochenta, como muestra de un partido suicida que quebrantaba con obstinación la esperanza de un pueblo, parte del cual inclusive, lamenta los más pavorosos dislates que dirigencia política alguna en su historia pueda exponer.
Porque la verdad es que el MAS sí que pudo cometer errores hasta desembocar hoy por hoy en un grupo residual acogotado por la incongruencias que como herencia de un desarrollo atrófico luce de enojo a la conmiseración política.
Uno se sentía orgulloso por los años setenta abajo, cuando luciendo su agraciada camiseta naranja, en un mar de juventudes cargadas de una esperanza que el MAS ayudó mucho a edificar, asistía a aquellos actos de masas con la presencia circunspecta de José Vicente, la cantata de Ali y el discurso enaltecedor y hermosamente hilado de Freddy Muñoz. Pero la dirigencia más felona, tomó para desgracia de ese proyecto, el baqueanato que conduciría al MAS a la peor de sus desdichas.
No contaron Freddy Muñoz, Tirso Pinto, Eloy Torres y Argelia Laya, con una desbordada ambición de poder en Teodoro Petkoff, que a costa de las más encarecidas traiciones, iba colocando al MAS en execrables circunstancias.
Quizás el peor error estratégico electoral del MAS, fue aquel que por una limosna ministerial ofrecida por Caldera en 1993, no apoyó a la Causa R y Velásquez perdió aparentemente una contienda, que pudo haber sido la primera victoria de la izquierda con esa votación masista entregada al imberbe chiripero.
Pero pudo más en Teodoro, su oscura ambición ministerial que, como se sabe lo entregó inerme a la burguesía criolla. Hoy después de un calvario de divisiones, traiciones y componendas, el MAS en reflujo de una dignidad dormida por años, se aparta de la línea de una MUD que no le da pastel, ni en su cumpleaños.
Más que una rectificación, pareciera mas bien, un MAS pidiendo cacao. El sugerente es Mujica. Ese mismo que exornado de una procacidad sin precedentes, pudo sacarle la madre públicamente al honorable presidente Chávez.
Pero con todo y ese trillar de errores hay un reducto de dignidad. Gustavo Márquez es parte de ello. Y Leopoldo Puchi está también en una digna postura crítica. Algunos otros mejores hombres del MAS guardan con celo en sus retiradas, una melancolía política respetable. Mientras tanto y mal que pese, aquellos tormentos que anunciaba Cabrujas empezarán a desvanecerse en el tiempo cuando ya sin dolientes, el MAS, tenga un número mayor de testigos en las mesas, que votos que contar en las urnas electorales de diciembre.