Otra contienda electoral se avecina para los venezolanos. Elegiremos esta vez 335 alcaldes, junto a miles de legisladores municipales, distribuidos a lo largo y ancho del país. Elegiremos entonces las autoridades del poder local venezolano, hombres y mujeres en quienes descansará la responsabilidad de conducir el gobierno de los distintos pueblos y ciudades que componen la geografía nacional. El mandato de quienes saldrán beneficiados con el voto popular culminará en un momento por demás memorable, el año 2017, un año en el que estaremos conmemorando tres acontecimientos históricos extraordinarios ocurridos en tierras guayanesas. Nos referimos, en primer lugar, a los doscientos años de la llegada por vez primera a tierras de Guayana, del Libertador Simón Bolívar, hecho acontecido 4 de abril de 1817; en segundo lugar, al bicentenario de la victoria obtenida el 11 de abril de ese mismo año, por el general Manuel Piar en la Batalla de San Félix y, finalmente, a los dos siglos del fusilamiento del vencedor de San Félix, suceso ocurrido el 16 de octubre del año señalado.
Corresponderá a los alcaldes de los municipios del estado Bolívar organizar en 2017 los festejos del bicentenario. Por ello, y también por otros motivos, debemos elegir en esta oportunidad a unos patriotas a toda prueba, a unos bolivarianos de convicción, a unos inquebrantables chavistas, a unos indoblegables nacionalistas y antiimperialistas venezolanos, dispuestos desde ya a adelantar las acciones encaminadas a celebrar por todo lo alto el bicentenario de la liberación de Guayana, epicentro de la Tercera República de Venezuela. Pero además de estas cualidades, necesitamos elegir a unos alcaldes y concejales incorruptibles, personas de comprobada honestidad, que por ser tales se sumen con todas sus energías a la nueva Campaña Admirable emprendida ahora por el presidente Nicolás Maduro contra el morbo terrible de la corrupción y que, como demostración de su honestidad, realicen en un multitudinario acto público, su declaración jurada de patrimonio, para dar a conocer así al pueblo elector los bienes materiales que en este momento poseen. Será éste el mejor mensaje electoral enviado a los votantes de las respectivas jurisdicciones y una clara muestra de que no tienen la intención de apropiarse, durante el ejercicio de su gobierno, de los dineros pertenecientes al público.
Pero también requerimos como nunca antes de unos candidatos que insuflen entusiasmo a la población, que apasionen a la gente con su verbo y mensajes, que llenen de energía a los votantes, que animen a la gente a salir a votar, que fervoricen la voluntad de las personas, que incentiven los bríos de los ciudadanos, que generen admiración en el electorado, que provoquen alegría, risas, contento; que persuadan a los chavistas con sus palabras, gestos, acciones. Es decir, necesitamos de unos candidatos con las cualidades de nuestro comandante, un hombre que nos contagiaba con su energía, con su canto, con sus discursos; un hombre de verbo fácil pero convincente; un hombre que brindaba lecciones de conocimientos y de amor a los venezolanos de a pie, un hombre que inspiraba confianza, además de trabajador incansable, servidor como nadie que, por todas estas cualidades, era amado por el pueblo.
En esta hora difícil y en este proceso electoral crucial, los líderes de la Revolución Bolivariana tienen la obligación de esforzarse por apasionar al colectivo nacional, por encantar al conglomerado chavista. El proceso necesita recobrar la fogosidad del pueblo; requiere rescatar el entusiasmo colectivo. Los candidatos del chavismo deben entonces realizar este esfuerzo por hacer renacer las ilusiones y los sueños que nos entusiasmaron mientras el presidente Chávez estuvo con nosotros. Para esto hay que volcarse a la calle a decir verdades, a predicar con buenos ejemplos, a acompañar al pueblo en sus angustias, dolores, necesidades. El reto de nuestros candidatos en esta nueva confrontación electoral es lograr que de nuevo revolución y entusiasmo signifiquen la misma cosa.
