Mentes encorvadas

Hay una película horrendamente buena (sí, eso existe) llamada La célula (The Cell) en que Jennifer López es una sicóloga capaz de meterse en mentes en coma. Explora la cabeza mugrienta de un asesino en serie, metáfora de la de los Estados Unidos. Vemos cómo este criminal fue maltratado en su infancia y las efigies repulsivas que proliferan en un homicida múltiple. Imagina la de una persona que tortura, ejecuta o es genocida. No, mejor no imagines nada. En todo caso no te lo recomiendo, por tu salud emocional, por la misma razón por la que no recomiendo la película.
Bastará con el horror que voy a trazar.

Incendian la Refinería de Amuay, inmediatamente las autoridades, comandadas por el presidente Chávez, asumen la defensa civil y atacan el fuego con toda la tecnología de punta para casos así. Pues bien, aquí es donde quiero conjeturar el follaje de las mentes que encima inventan, por ejemplo, que una de las sustancias empleadas para extinguir el incendio envenenará a los vecinos. Acaparan la leche y cuando al fin el Gobierno la consigue en Bielorrusia, la de mejor sabor que he probado desde mi infancia, el pasquín El Nuevo País urde la idea mugrosa de que es radiactiva.
No basta decir que son mentes sádicas. Creo que van más allá. El sadismo goza infligiendo daño, dolor, humillación. Esta gente también daña, pero creo que trasciende el sadismo. Es que no sé cómo llamar a quien inventa la falsa noticia de las «pirañas» que arrancan cabelleras. El sadismo no pasa del placer de hacer maldades; no lo hace a sueldo. Estos personajes no se regodean en el mal simplemente, incluso pueden no deleitarse; son más bien profesionales glaciales, que cumplen una tarea rutinaria, como cualquier oficio, sastrería, barbería, mecánica, salvación de vidas. Hay gente que salva vidas, varias al día. Yo llego a salvar una sola vida y me estremecería para siempre. Pues bien, hay profesionales de la medicina o bomberiles que preservan existencias como si nada.

Pero hay quienes se consagran a esta otra misión aterradora, sicarial, en serie, de dañar emocionalmente a la mayor cantidad de gente posible. Utilizan medios de comunicación masivos para mantener a millones en crispación, terror, furia, histeria. Olfatean las morgues en busca de información roñosa para especularla. Si es posible televisan obscenamente a un hijo llorando a su padre asesinado, a una viuda con un cuadro familiar desamparado, a un esposo desconsolado por la esposa muerta en un accidente de tránsito.

¿Qué bulle en esas mentes? ¿Serán las imágenes protervas que Jennifer López oteaba en el asesino comatoso? Son personas corrientes. No les he visto cuernos ni patas de chivo. Han estudiado, fueron jóvenes con sueños, se enamoran. ¿Qué les pasó? ¿Quién les hizo tanto daño como para que nos hagan tanto daño? Debe ser horrible vivir el horario de trabajo solo para guisar las informaciones y así provocar repulsión, pánico, indignación e ira. En vez de salvar vidas siembran muerte y quizá magnicidios, invasiones, tragedias, guerras, genocidios. Como en Ruanda. Deliberada y conscientemente. ¿Tanto daño les hicieron en su infancia? ¿O siempre fueron (y serán) así?


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Roberto Hernández Montoya

Licenciado en Letras y presunto humorista. Actual presidente del CELARG y moderador del programa "Los Robertos" denominado "Comos Ustedes Pueden Ver" por sus moderadores, el cual se transmite por RNV y VTV.

 roberto.hernandez.montoya@gmail.com      @rhm1947

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