Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial las viejas monarquías europeas solo quedaron para recordarlas como las grandes depredadoras de las riquezas de los países colonizados, así como también las culpables de los millones de muertos causados por su presencia en territorios ajenos. Parecía que renacía una esperanza para la humanidad con el surgimiento de las democracias occidentales, el mismo modelo del sistema político de EE.UU. es decir, el bipartidismo. Craso error, los grandes poderes económicos se reacomodaron, a pesar de los desastres, secuela de la guerra y descubrieron, que al igual que sus pares gringos, la democracia servía para que los ricos se hicieran más ricos y los pobres, más pobres.
El ideal de un sistema político es mejorar el nivel de vida de los habitantes de una nación y no el de un grupo. Con el surgimiento de la democracia la humanidad tenía la expectativa de que el hambre y la miseria serían cosas del pasado. El anhelo era que el presidente y el congreso elegido por el pueblo responderían a las necesidades de un conglomerado que le entregó su confianza a través del voto. Craso error, de nuevo la humanidad se equivocó y vemos con asombro como ciertos necios e ignorantes llegan al poder, simplemente porque detrás de ellos hay un poderoso grupo económico que los lleva a tales instancia.
La historia es una buena aliada de la estupidez de los seres humanos, es a través de su estudio como podemos darnos cuenta del papel de pendejo que asumieron y asumen millones y millones de votantes. Ejemplos de insensatez no solo lo comenten los electores del mal llamados países de tercer mundo, también son más notorias en el ámbito del del primer mundo. Por desgracia para la democracia, que en sí misma no tiene la culpa, en los países desarrollados llegaron a la presidencia una caterva de sujetos, que a pesar de sus títulos académicos, demostraron su crasa imbecibilidad. Simplemente arribaron al poder por el respaldo de una maquinaria súper poderosa desde el punto de vista económico.
Es de esperar que un presidente y los egregios congresistas, una vez que llegan a ocupar su solio y los curules respectivos, sus actuaciones deberían responder los intereses de toda la población. Tristemente el asunto no funciona así, veamos el siguiente ejemplo: El proyecto Manhattan o como también se le conoce como proyecto Álamo, fue un plan elaborado por EE.UU. junto al Reino Unido y Canadá para el desarrollo de la primera bomba atómica. Este proyecto científico, que costó millones y millones de dólares, era conocido solo por un grupo muy reducido de científicos, políticos y militares, ni siquiera por el congreso de USA. Veamos mi primera reflexión en forma de interrogante: ¿A caso el pueblo, que aporta dinero como contribuyente a las arcas del estado y el “honorable” congreso de la republica, no merecía saber en qué se gastaba los dólares que en confianza le entrega al estado? ¿Es justo que el dinero de los contribuyentes se despilfarre en la investigación atómica y la fabricación de una bomba para acabar con la vida de miles de inocentes japoneses? ¿Por qué no se utilizó ese dinero en resolver los problemas de millones de estadounidenses que vivían en la miseria de aquella época? Podría hacerse de la Tierra un Edén si se dedicara a la paz la décima parte de la energía que se le consagra a la guerra.
Una de las cosas que más me extraña, tal como ocurre ahora, es que un presidente como el premio Nobel de la paz, el señor Obama, y el primer ministro David Cameron le piden permiso al congreso para invadir a Siria, que supuestamente está utilizando armas químicas, las cuales las fabrican los mismos países desarrollados y se las venden a otros gobernantes y se las entregan a los mercenarios. Vale otra cavilación en forma de incertidumbre: ¿Si los presidentes y los congresistas son elegidos por el pueblo, en caso de que se conceda la aprobación para tal barbarie, querrá decir que los estadounidenses y los habitantes del Reino Unido se convertirán, a la postre, en cómplices de los asesinatos en masa que tales bombardeos causarán?
Ahora entiendo la razón de la entrega del premio Nobel de la paz al señor Barack. Es bueno recordar que este galardón lo instauró el señor Alfred Nobel, el inventor de la dinamita. Quizás por esto Obama tiene que hacer alarde de su premio, bombardeando ciertas regiones del planeta, así reverencia al creador del premio dado que, según el presidente de USA, la paz merece estentóreos y mortales estampidos.
La democracia norteamericana, la que Barack quiere imponer por la fuerza en los países árabes, es el mismo sistema político que gestionaron Esinhower, Kennedy, Johson, Nixon, Carter, Reagan, los Bush (padre e hijo), cuyas administraciones tienen varias cosas en común: todos propiciaron más de una guerra, todos eran unos ignorantes, todos eran ricos y todos evidenciaron un gran desprecio por el dolor humano. Por eso es bueno recordar a Truman, resposable de más de doscientos mil muertos producto de dos bombazos nucleares, pero algo extraño, ningún medio de comunicación lo consideró genocida. Cosas de la democracia. Muchos demócratas, al igual que lo hizo Hitler, son solidarios con el aforismo de Maquiavelo: “el fin justifica los medios”. Cada unos de los presidentes de USA y por qué no recordar a Asnar, Tony Blair, Netanyahu, Sarkozy, Hollande, entre los “prohombres” de las democracias occidentales, siempre encontraron y encontrarán una excusa para invadir otro pueblos, al igual que lo hizo el genocida nazi.
Mi reservorio de recuerdos me empuja algunas remembranzas apretujadas que me son imposibles dejar de lado sobre los gobernantes de USA: La apropiación indebida (robo) de más de la mitad del territorio mejicano por parte de los EE.UU., la intervención militar en China, (1859) y Filipina; participación en el desmembramiento de Yugoslavia; la guerra de Corea; la invasión a Guatemala, a la República Dominicana y Granada; la agresión a Cuba durante Fidel; la guerra de Vietnam, la arremetida contra Panamá, la guerra del golfo, Irak, Afganistán y Libia; la intervención militar en Haití y Salvador; la intromisión descarada en Siria, entre tantos genocidios. Todas estas bestialidades tienen la impronta de cada uno de los gobernantes de USA citados anteriormente. Eso sí, la democracia obliga al presidente de EE.UU. a solicitar la autorización del congreso para bombardear a otro país, en caso contrario, igual lo invadirá por un problema de seguridad nacional. En la peor de las situaciones utilizará mercenarios privados para no tener que rendirle cuenta al congreso. Curiosidades de la democracia representativa.
La democracia es gobierno de la mayoría, así lo contemplaban los griegos. Pero tal precepto no se cumple en la ONU. Más del noventa por ciento de las naciones del planeta le solicitan al gobierno de USA el fin del bloqueo de Cuba y el señor Obama se lleva la resolución del organismo internacional a su baño privado en la Casa Blanca para usarlo como papel sanitario. Lo mismo podemos decir de Netanyahu, las decisiones de la ONU, con relación a problema palestino, las comparte con Obama para cuando, en caso de emergencia, falte el papel higiénico. Todo en nombre de la paz mundial.
Así entiende las democracias occidentales el asunto de la guerra y la paz. Pero desde que tengo uso de razón y ostento el vicio de leer la prensa, el mundo no ha tenido un año completo de sosiego. Nunca faltará un presidente demócrata o conservador de los EE.UU., o un socialista o de la derecha de un país europeo y un motivo para invadir una nación. Para esto sirve ahora la ONU y la OTAN, les otorga la aquiescencia para bombardear en nombre de la paz mundial.
Los venezolanos debemos tener cuidado. Imposible negar que EE.UU. está preparando un delfín para llegar al poder en Venezuela y de seguro que este fulano tendrá un motivo o varios para arremeter contra la población que no lo secunde en sus ominosos planes. Recién fue candidato a la presidencia un individuo desconocedor de la política; ignorante de cualquier doctrina política y muchos menos filosófica; desconocedor de los problemas elementales de su pueblo; mentiroso contumaz; un timorato incapaz de reconocer sus traspiés y enfrentarlos con dignidad; un burguesito rodeado de una cáfila de individuos que lo único que aspiran es dilapidar las riquezas del país, combinados con empresas y gobiernos extranjeros y además, una persona que le importa un bledo subastar o hipotecar la patria. Tal pelafustán sería el excelente presidente contemplado en los planes del gobierno de EE.UU. No demos permitir que unos inconscientes lleven a un necio sentarse en la silla de Miraflores. La democracia tiene debilidades y por eso alcanzaron la presidencia sujetos como Betancourt, Carlos Andrés, Lusinchi, Luis Herrera y Caldera. Vamos a darle un chance a la paz y digamos siempre no a la guerra porque, simplemente, no hay ninguna guerra justa. Para ganar la guerra no hay que perder la paz.