"Del infortunio a la gloria, del éxito al fracaso.
Pocos acontecimientos en la vida consiguen,
como el deporte, recorrer en dos horas
los sentimientos de una muchedumbre."
Un amigo, hijo de padres colombianos, consecuente aficionado al futbol, se me acercó un día después del triunfo de la vinotinto frente a la selección peruana, para sugerirme, que escribiera sobre nuestro equipo, preocupado por la actitud de los fanáticos; cuando ganan son unos héroes, cuando pierden son unos villanos. Le prometí escribir, pero antes, debo contar un recuerdo imborrable en mi memoria; una travesura de la juventud y amor por el deporte. En cierta ocasión presencie una final del campeonato venezolano, adentro de la pizarra del estadio de beisbol bachiller Julio Hernández Molina, acompañado de dos amigos de la adolescencia, excelentes deportistas, no muy amigos de los estudios: Germán Escudero, jugador de baloncesto (el popular mango) y Segundo Alvarado, beisbolista y maratonista (conocido como camburito); en esa oportunidad el pentacampeón, el portuguesa futbol club, derrotó al estudiante F.C, con dos goles por cero, del mudo Ricardo Moss; alli inició su brillante carrera deportiva, el equipo llanero, cuando no existía o estaba en ampliación el estadio General José Antonio Páez.
Todo ese entusiasmo por los grandes acontecimientos deportivos, lo mantengo, como un estímulo para vivir, pienso, que la vida debe ser muy aburrida sin varios ingredientes, entre ellos la música y los deportes. Cada partido de nuestro equipo de futbol lo disfruto al máximo, gane o pierda; aprendía a querer lo nuestro por sobre todas las cosas, en las buenas y en las malas; siempre he aupado nuestras selecciones sin cobijarme en los colores políticos, como sucede con muchos fanáticos, que están deseando los fracasos y se regocijan con ellos, para después endosárselos al gobierno de turno, como muestras de ineficiencia en la gestión.
Cada partido de nuestra selección, deja una combinación de sentimientos encontrados; alegría para los verdaderos aficionados, cuando gana y resignación en las derrotas, pero siempre con la frente en alto; gozo para quienes desean las derrotas, lejos de vibrar al lado de la vinotinto, como unos verdaderos aficionados, se convierten en unos irracionales fanáticos, llegando a denigrar, como lo hacen del gobierno y del país; algunos de ellos, sin ningún conocimiento hablan y opinan como unos auténticos apátridas, sin importarles su enfermizo antipatriotismo, confundiendo la política con el deporte.
Nadie puede negar la entrega total del selecto grupo de valientes jugadores, contra selecciones con mejores pergaminos que la nuestra y una tradición futbolística, cultivada durante años por la influencia extranjera. A pesar de todas esas desventajas, nuestro equipo ha dado grandes batallas dentro y fuera del país; incluso en sitios donde el futbol es una pasión, vivida como una religión; en estos momentos, cuando finalizan las eliminatorias en ruta para el mundial Brasil 2014, nuestra aguerrida vinotinto, se encuentra en una situación bastante comprometida para conseguir ese anhelado deseo de los venezolanos, estar en la fiesta universal del futbol: un mundial.
Estamos conscientes de las pocas posibilidades de clasificar; solamente un milagro nos ayuda y en los deportes pocas veces se presentan esas oportunidades. Pero también sabemos, que nuestros jugadores siempre han mantenido la frente en alto y han sufrido las derrotas, igual que los hinchas, sobre todo las recibidas en casa; cada partido ha sido una verdadera batalla deportiva, con una oncena dando lo mejor de sus esfuerzo físico, para poner en alto el tricolor nacional
Tenemos que mantener ese impulso vital, para seguir aupando nuestro equipo, hasta el último partido a realizarse en la ciudad de San Cristóbal, el próximo once de octubre; queremos ver el estadio adornado con el tricolor nacional, flameando en lo más alto, como un faro de luz, alumbrando y reviviendo el patriotismo y la vergüenza deportiva, que llevamos incrustada en el corazón, como la llevaron los valientes guerreros de la época de la independencia, para darnos la libertad.
Todo el país, debe sentir orgulloso de haber vivido la eliminatoria mundialista; algunos veces cantando con el alma un gol de la zurda mágica y maravillosa de Juan Arango; en otras viendo a Salomón Rondón llevarse con fuerza y corazón a los marcadores colombianos para ahogarlos con un zapatazo potente y certero, reventando los guarales y escuchar en cualquier sitio, sin distingo de ideología, religión o posición económica el grito de ¡gol!; un centellazo lleno de amor por la camiseta de la valiente VINOTINTO. Nadie puede bajar la guardia; ahora más que nunca, debe salir a relucir el amor por nuestra patria, sentirnos orgullosos de nuestro gentilicio y gritar a todo pulmón ¡VIVA VENEZUELA!
Narciso Torrealba Narciso_t_29@hotmail.com