Mientras la producción y la distribución continúen como propiedad de la burguesía, son utilizadas como mecanismos para obstaculizar la obra de la revolución y desacreditarla ante la población. El mensaje que se propone transmitir la contrarrevolución es que no puede ejercer el poder un gobierno que no es capaz de suministrar los artículos de primera necesidad. Las artimañas que utiliza la burguesía demuestran que la política es la continuación de la guerra, tanto más intensa cuando se trata de la lucha de clases.
Las medidas policiales son necesarias y útiles para desenmascarar y aplicar correctivos a las prácticas que desde el punto de vista jurídico tienen carácter delictuoso. Sin embargo, el revolucionario tiene que enfocar el problema desde la perspectiva de la lucha de clases y actuar de conformidad con este punto de vista. La burguesía utiliza los instrumentos de que aun dispone y el proletariado tiene que enfrentarlos con un alto nivel político para entender los propósitos de la burguesía, que no tienen otro fin que reconquistar el poder. La capacidad de organización que tiene el proletariado y el puesto que ocupa en el aparato económico son las mejores armas de que dispone el proletariado para librar exitosamente la lucha.
El manejo directo del aparato productivo y la red comercial implica que el proletariado está en capacidad de vigilar e impulsar la producción y garantizar que los productos lleguen al consumidor. Es obvio que ésto requiere que trabajadoras y trabajadores asuman papel protagónico en el proceso político.
Como la guerra económica es un aspecto de la lucha de clases, la revolución no tiene alternativa que unir y organizar el proletariado. El asunto hay que asumirlo como una oportunidad para poner de relieve la necesidad de unir a ese sector indispensable para la transformación revolucionaria. El Libertador enseña lo que es una estrategia política revolucionaria de principios cuando propiciaba la unidad de los americanos “aun cuando seais culpables”.
La lucha de clases está por encima de las diferencias políticas circunstanciales y en cada maniobra de la burguesía queda evidente su carácter de clase. En la práctica el proletariado adquiere conciencia de su papel en la sociedad y en la lucha. El poder político es el centro de la confrontación y precisamente la revolución consiste en arrancarle ese poder a la burguesía y constituirlo en instrumento de las clases oprimidas. Cuando no se tiene claro el problema de la lucha de clases, la transformación revolucionaria se dirige inevitablemente a la derrota. La historia está llena de las traiciones que se han cometido contra las masas populares después de haber sido estas el factor fundamental en el enfrentamiento contra los opresores.
En Venezuela hemos experimentado la traición a las clases oprimidas que habían decidido la Guerra de Independencia y que fueron marginadas a la muerte de Bolívar. Lo mismo ocurrió en la Guerra Federal a la muerte de Zamora y después del 23 de enero de 1958 la traición encabezada por Rómulo Betancourt,lo cual originó las divisiones del MIR, el ARS y el MEP. Los sectores populares de Acción Democrática habían sido vilmente traicionados y hoy ese partido no representa en absoluto a sectores populares.
Estas son las razones que fundamentan el materialismo histórico. No se trata de una elaboración teórica abstracta sino la forzosa conclusión de la experiencia histórica. La lucha de clases es el motor de la historia y asumirla en todos sus aspectos es la formidable tarea que tienen los revolucionarios.
robertohernandez@gmail.com